La tranquila atmósfera del aula fue rota abruptamente por un estruendo: la puerta se abrió de golpe, empujada con fuerza. La figura de Christian apareció en el umbral, su respiración agitada llenando el espacio con un urgencia.Andrew, perdido en sus pensamientos, levantó la mirada, sorprendido por el repentino alboroto. Sus ojos se encontraron con los de Christian, quien lo observaba desde la entrada con una expresión de desesperación.
—¡Andrew! —gritó Christian, su voz cargada de angustia. El sonido resonó en las paredes, haciendo vibrar el aire con una tensión casi tangible.
Andrew miró a su alrededor, notando que todas las miradas se habían centrado en Christian, quien continuó llamándolo con insistencia.
—¡Andrew! —repitió, aún más agudo y urgente, atrayendo por completo la atención de cada persona en el aula.
La maestra, con el ceño fruncido, rompió el silencio con una voz firme y autoritaria:
—¿Qué es lo que quiere? —preguntó con una mezcla de incredulidad y severidad. Su tono, lleno de indignación, retumbó en el ambiente denso del salón. La siguiente reprimenda fue rápida y mordaz—. Eres un maleducado. —Su reproche cortante resonó como un látigo en el aula, mientras apretaba los dedos contra el borde del escritorio, sus ojos clavados en Christian y Andrew, como buscando una explicación.
Andrew, sin amedrentarse ante la reprimenda de la maestra, soltó un suspiro apenas perceptible antes de levantarse de su asiento. Dejó el bolígrafo sobre la mesa con un gesto tranquilo y calculado, mostrando una calma que contrastaba con la tensión del momento. Con las manos en los bolsillos, avanzó hacia Christian con una determinación serena, ignorando los murmullos y las miradas inquisitivas a su alrededor.
El silencio se volvió más denso a medida que Andrew se acercaba a Christian, y por un momento pareció que iba a confrontarlo directamente. La expectación creció entre los presentes, todos esperando el desenlace de la escena. Pero, en un giro inesperado, Andrew cambió de dirección en el último segundo, pasando junto a Christian sin siquiera mirarlo.
—Vamos —dijo en un susurro que, sin embargo, resonó claramente en el aire cargado del aula. Sin detenerse ni volverse, Andrew continuó caminando con paso firme y decidido, ignorando por completo la tensión que lo rodeaba.
Christian lo siguió de cerca, manteniendo una distancia respetuosa, su cuerpo ligeramente encorvado como si quisiera pasar desapercibido. Caminaba tras Andrew, imitando sus pasos lentos pero seguros, como si tratara de seguir el compás de una danza invisible.
Mientras avanzaban, las miradas curiosas de varias chicas se posaron en Andrew, cautivadas por su presencia enigmática y magnética. Sin embargo, él no parecía notar la atención que atraía; su concentración permanecía fija en su objetivo, sin desviar la vista ni un momento.
De repente, Andrew se detuvo abruptamente, como si hubiera sentido una barrera invisible. Su cuerpo se tensó y su mirada, antes calmada, se volvió más intensa, enfocada en algo imperceptible para los demás. Christian, unos pasos detrás, se detuvo bruscamente también, inclinándose hacia adelante para evitar chocar con él. Observó a Andrew con curiosidad, intentando entender qué había captado su atención de manera tan repentina.
—Hayden —susurró Andrew, en un tono apenas audible, sus labios apenas moviéndose al formar la palabra. Su voz contenía una mezcla de sorpresa y desconfianza—. ¿Qué haces aquí?
Hayden, de pie a unos metros de distancia, sonrió con calidez, iluminando su rostro de manera casi magnética.
—Preguntar sobre ti —respondió con calma, señalando discretamente hacia el director, que estaba de pie cerca—. Has estado actuando de manera extraña estos últimos días. Se lo comenté a Christian. —Dirigió una mirada significativa hacia Christian, quien asintió en silencio, corroborando las palabras de Hayden.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.