Capitulo 13

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Christian estaba paralizado, el peso de la impotencia lo aplastaba mientras veía el horror que se desplegaba ante sus ojos. Rose, inconsciente, era tratada con la más cruel de las desconsideraciones, y él, congelado en el suelo, era incapaz de hacer algo al respecto. Las lágrimas caían descontroladamente por su rostro, nublando su visión y amplificando el sentimiento de inutilidad que lo devoraba.

De repente, un ruido seco resonó en el aire, sacudiéndolo de su trance. Giró bruscamente y, entre el caos de sus pensamientos, vio a Andrew, lanzando una patada feroz al rostro del agresor de Rose. El cuerpo del hombre voló hacia atrás con una fuerza casi sobrehumana, estrellándose contra el suelo en un ángulo grotesco. Antes de que Christian pudiera reaccionar, el segundo asaltante aprovechó su distracción. El puño del hombre se dirigió hacia su cara con precisión brutal. El golpe lo alcanzó de lleno, haciéndolo caer pesadamente al suelo, el mundo girando a su alrededor mientras intentaba comprender lo que acababa de pasar.

Andrew, sin perder tiempo, se agachó junto a Rose. Sus movimientos eran precisos y decididos, como si cada acción estuviera calculada con meticulosa frialdad. Levantó a Rose con una facilidad sorprendente, su cuerpo en sus brazos parecía frágil, pero él la sostenía con la delicadeza de alguien que protegía algo invaluable.

—¿Qué demonios haces? —la voz rota de Christian se arrastró desde el suelo, aún aturdido, mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. Andrew no se molestó en disimular su enojo, su mirada ardía con una furia contenida.

—Debería darte vergüenza dejar que esto ocurriera —espetó Andrew, antes de propinarle una patada brutal en el estómago. Christian se dobló en el suelo, incapaz de respirar, el dolor irradiando desde su abdomen. Las palabras de Andrew eran como cuchillos, pero el golpe físico le dejó claro lo poco que valía su defensa en aquella situación.

Mientras tanto, Hayden no perdió tiempo. Sus movimientos, precisos y calculados, dirigidos por años de experiencia, lo convirtieron en una sombra letal. Con una calma abrumadora, eliminó cualquier amenaza restante. Su firmeza en la pelea, su control sobre la situación, contrastaban violentamente.

Se acercó a Christian, aún en shock, y con una mano fuerte pero cuidadosa lo levantó del suelo. Los ojos de Christian estaban vidriosos, su cuerpo aún temblando por el dolor y la confusión. Sin decir una palabra, Hayden lo apoyó en su hombro, llevándolo hacia Thomas, que observaba con una mezcla de miedo e incomodidad.

—¿De verdad tienen que venir con nosotros? —preguntó Thomas con la voz tensa, incapaz de disimular su preocupación.

—No puedo dejarlos ahora —respondió Hayden firme, sin dejar espacio para dudas—. Hablaré con ellos cuando estén bien. —Sin más explicaciones, continuó avanzando con paso seguro.

Thomas, inquieto, no dejaba de lanzar miradas rápidas alrededor, vigilando cada movimiento en el entorno.

Finalmente, llegaron a un pequeño motel, el lugar era sorprendentemente encantador a pesar de las circunstancias. El edificio de ladrillo rojo, cubierto de enredaderas y flores coloridas, parecía fuera de lugar en medio de la tensión que los acompañaba. Las ventanas con cortinas blancas ondeaban suavemente al ritmo de la brisa, y un pequeño jardín con macetas llenas de flores fragantes daba la bienvenida a cualquiera que entrara. Sin embargo, la belleza del lugar apenas penetraba la atmósfera de gravedad que envolvía al grupo.

—He reservado dos habitaciones —informó Hayden mientras sostenía las llaves.

Sin vacilar, se dirigió a una de las puertas y la abrió, revelando un espacio sorprendentemente acogedor. La habitación, amplia y elegantemente decorada, tenía dos camas individuales cubiertas con sábanas blancas impecables. Los cabeceros de madera oscura añadían un toque de sofisticación, mientras las mesitas de noche, con lámparas ajustables, daban una sensación de confort y tranquilidad. Pero, a pesar de la calidez del ambiente, la tensión en el aire no disminuía.

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