Capitulo 9

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—¡Rose! —la voz de Christian resonó con entusiasmo mientras se acercaba rápidamente.

Me giré hacia él. La manera en que me miraba dejaba claro que estaba ansioso.

—¿Qué vas a hacer esta tarde? —preguntó rebosante de fervor.

Mientras sostenía la carta de Hayden, la acaricié con cuidado, sintiendo la textura suave del papel entre mis dedos. Con un gesto tranquilo, extendí la mano hacia Christian, ofreciéndole la carta con un leve temblor en mi corazón.

Cuando Christian recibió la carta, su expresión cambió a una mueca de ligera confusión mientras examinaba el sobre.

—¿Qué es esto, Rose? —buscaba respuestas en mis ojos.

—Es de Hayden —dije, tratando de mantener mi voz lo más tranquila posible.

—¡Vamos a ir! —exclamó Christian. —Hayden es un buen tipo.

—Pero, sí, supongo que podemos ir. —asentí lentamente, aceptando su invitación con un leve gesto. —Bueno, pues nos vemos a esa hora —gire lentamente la espalda.

Con una actitud enérgica y entusiasta, Christian llegó puntualmente al lugar acordado. Atravesaba el lugar con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Llegué al parque sintiendo la suave brisa del final de la tarde en mi piel. Caminé con calma, disfrutando del espacio verde a mi alrededor. Llevaba una blusa blanca que contrastaba con mis pantalones cortos negros deportivos, elegidos más por comodidad que por estilo. Aun así, me sentía segura en mi propia piel, cada paso impregnado de esa serenidad que tanto me gusta mantener.

Al acercarme, vi a Christian sentado sobre uno de los tubos de hormigón. En cuanto me vio, su rostro se iluminó y me saludó con entusiasmo.

—¡Rose! —exclamó, su voz llena de alegría. No pude evitar sonreír ante su efusividad, pero cuando añadió—: Estás muy guapa, —mi sonrisa se desvaneció un poco. Nunca he sido del tipo que se siente cómoda con elogios tan directos.

—Sabes, después podríamos ir a dar una vuelta, —dijo Christian, y noté un leve rubor en sus mejillas. Su propuesta, aunque tímida, contrastaba con su habitual energía y me hizo darme cuenta de que quizá esperaba más de esta reunión.

Lo miré con firmeza, tratando de no ser demasiado dura, pero también queriendo dejar las cosas claras.

—No tengo tiempo para esas cosas, tengo que estudiar, —respondí con un tono más serio. —Por si no lo recuerdas, mañana tenemos examen. Estoy aquí porque siento curiosidad, si no, no hubiera salido.

Vi cómo su expresión cambiaba, sus labios formaron un pequeño puchero que me hizo sonreír internamente, aunque no dejara que se notara. No quería ser la razón de su decepción, pero tampoco podía permitirme distracciones.

—Vale, —murmuró, aceptando mi respuesta aunque claramente no estaba del todo contento.

Observé cómo empezaba a moverse de un lado a otro, inquieto. Su energía parecía necesitar un escape, y estaba claro que la espera lo estaba volviendo loco.

—Maldita sea, llevamos media hora aquí esperando, —dijo finalmente, la impaciencia goteando de cada palabra.

Fue entonces cuando una voz familiar, cargada de ese tono irónico que no podía confundir, interrumpió nuestra conversación.

—Hayden siempre llega tarde —dijo la voz, cargada de sarcasmo y burla.

Miré hacia el árbol frente a nosotros, un gigante majestuoso con ramas extendidas como brazos abiertos al cielo. Las hojas verdes vibraban con cada soplo de viento, y el tronco rugoso parecía contar siglos de historias grabadas en su corteza. Fue entonces cuando noté a Andrew en lo alto de una de las ramas, observándonos con calma, su postura tan erguida y segura como siempre.

El Arma PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora