—¡Llama! —gritó Angy, haciendo que su voz resonara por todo el pasillo, atrayendo la atención de todos a su alrededor. Algunos estudiantes se giraron curiosos, otros solo siguieron con sus conversaciones, pero el eco de su voz permaneció en el aire.Mientras tanto, un compañero de clase se acercaba a Andrew, un joven cuya presencia parecía dominar el espacio a su alrededor. El chico extendió la mano con la intención de tocarle el hombro, buscando su atención.
—Eh... Andrew... —empezó a decir, su voz cautelosa.
Pero Andrew, serio, cortó la acción antes de que su compañero pudiera siquiera rozarlo. Dio un paso atrás, manteniendo la distancia. Su paciencia estaba agotándose, y ese gesto dejó claro que no deseaba ser tocado. A pesar de la tensión, Andrew mantuvo la compostura, un rostro inexpresivo, mostrando apenas un destello de la irritación que se cocía bajo la superficie.
En ese momento, el móvil vibró en su mano. Miro a su alrededor: sus "amigos", el pasillo abarrotado de estudiantes, y luego las chicas que pasaban cerca de él. Sin decir una palabra, se abrió paso entre todos ellos, alejándose hacia un rincón que parecía ser más tranquilo para contestar la llamada.
Aquellos que lo conocían sabían que era mejor no interrumpirlo cuando su mirada se volvía tan distante.
Sacó un paquete de tabaco con manos temblorosas, ansioso por encender un cigarrillo.
El estrés acumulado y la necesidad de fumar.
Había conseguido deshacerse de sus amigos, o al menos, de aquellos que se hacían llamar así. Para Andrew, la amistad no era más que una ilusión; consideraba que la gente que lo rodeaba solo estaba con él por interés. Y en días como ese, lo que menos deseaba era tener que soportar su compañía.
Permaneció en silencio durante unos segundos después de descolgar el móvil. Al otro lado de la línea, solo se escuchaba una respiración leve, estableciéndose un tenso silencio entre ambos. Los dedos de Andrew jugaban con el cigarrillo encendido, mientras sus ojos azules se fijaban en un punto indeterminado en la distancia.
—¿Rose te ha contestado? —una voz suave y melodiosa resonó con impaciencia.
Andrew, con el teléfono aún en mano, frunció ligeramente el entrecejo, concentrado en la conversación.
—Hola, Rose —dijo Andrew, dejando que una sonrisa se dibujara en su rostro tras la pantalla del móvil.
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Te conozco? —pregunté, levantando una ceja con curiosidad y una ligera sospecha al escuchar mi nombre salir de los labios de un desconocido.
—No —respondió Andrew, guardando un breve silencio antes de continuar—. Pero podríamos conocernos —sugirió, exhalando el humo de su cigarrillo con calma. Con un gesto despreocupado, arrojó la colilla al suelo y la aplastó con un firme pisotón—. Y así recuperas tu móvil. ¿Qué te parece?
Mire de reojo a Angy, evaluando la situación. La advertencia que siempre había escuchado resonaba en mi mente: "No te vayas con extraños tú sola". Sabía que no debía confiar tan fácilmente en desconocidos.
—Está bien —respondí finalmente, con desconfianza.
—Tranquila, te prometo que no soy un tío raro que te va a hacer algo extraño —aseguró Andrew con un tono de convicción—. Esta noche parece que hay una fiesta —añadió, su voz tomando un matiz persuasivo y ligeramente seductor.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.