Capítulo 3

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Inició III

Angy exclamó con entusiasmo, su voz vibrante cortando el bullicio del pasillo mientras empujaba a Rose hacia adelante, moviendo sus brazos con fuerza para abrirse paso entre la multitud. Sus ojos brillaban con la emoción del primer día de clases, y su energía desbordante era imposible de ignorar.

—¡Llama! —gritó Angy, haciendo que su voz resonara por todo el pasillo, atrayendo la atención de todos a su alrededor. Algunos estudiantes se giraron curiosos, otros solo siguieron con sus conversaciones, pero el eco de su voz permaneció en el aire.

Mientras tanto, un compañero de clase se acercaba a Andrew, un joven cuya presencia parecía dominar el espacio a su alrededor. El chico extendió la mano con la intención de tocarle el hombro, buscando su atención.

—Eh... Andrew... —empezó a decir, su voz cautelosa.

Pero Andrew, con una expresión seria, cortó la acción antes de que su compañero pudiera siquiera rozarlo. Dio un paso atrás, manteniendo una distancia calculada. Su paciencia estaba agotándose, y su gesto dejó claro que no deseaba ser tocado. A pesar de la tensión palpable, Andrew mantuvo la compostura, su rostro inexpresivo, mostrando apenas un destello de la irritación que se cocía bajo la superficie.

En ese momento, el móvil de Andrew vibró en su mano. Observó a su alrededor: sus amigos, el pasillo abarrotado de estudiantes, y luego las chicas que pasaban cerca de él. Sin decir una palabra, se abrió paso entre la multitud y sus amigos, alejándose hacia un rincón más tranquilo para contestar la llamada. Aquellos que lo conocían bien sabían que era mejor no interrumpirlo cuando su mirada se volvía tan distante.

Ya en el exterior del instituto, Andrew sacó un paquete de tabaco con manos temblorosas, ansioso por encender un cigarrillo. El estrés acumulado y la necesidad de fumar eran evidentes en cada uno de sus movimientos. Había conseguido deshacerse de sus amigos, o al menos, de aquellos que se hacían llamar así. Para Andrew, la amistad no era más que una ilusión; consideraba que la gente que lo rodeaba solo estaba con él por interés. Y en días como ese, lo que menos deseaba era tener que soportar su compañía.

Andrew permaneció en silencio durante unos segundos después de descolgar el móvil. Al otro lado de la línea, solo se escuchaba una respiración leve, estableciéndose un tenso silencio entre ambos. Los dedos de Andrew jugaban con el cigarrillo encendido, mientras sus ojos azules se fijaban en un punto indeterminado en la distancia, tratando de adivinar qué significaba esa llamada inesperada y lo que estaba por venir.

—¿Rose? ¿Te ha contestado? —La voz suave y melodiosa de Angy resonó con impaciencia mientras me observaba.

Andrew, con el teléfono aún en mano, frunció ligeramente el entrecejo, concentrado en la conversación que estaba por tener.

—Hola, Rose —dijo Andrew, dejando que una sonrisa se dibujara en su rostro tras la pantalla del móvil.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Te conozco? —pregunté, levantando una ceja con curiosidad y una ligera sospecha al escuchar mi nombre salir de los labios de un desconocido.

—No —respondió Andrew, guardando un breve silencio antes de continuar—. Pero podríamos conocernos —sugirió, exhalando el humo de su cigarrillo con calma. Con un gesto despreocupado, arrojó la colilla al suelo y la aplastó con un firme pisotón—. Y así recuperas tu móvil. ¿Qué te parece?

Rose miró de reojo a Angy, evaluando la situación. La advertencia que siempre había escuchado resonaba en su mente: "No te vayas con extraños tú sola". Sabía que no debía confiar tan fácilmente en desconocidos, aunque la presencia de Angy ofrecía algo de seguridad.

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