Inicio V
Me quedé parada en la penumbra de la noche, observando cómo Andrew se alejaba rápidamente, su figura desdibujada por la lluvia que caía con fuerza. Cada gota parecía añadir un peso adicional a mi nerviosismo, mientras él encendía otro cigarrillo, dejando que el humo se mezclara con la oscuridad que nos envolvía.
La lluvia era implacable, empapándolo por completo. Sus ropas se pegaban a su cuerpo, delineando cada músculo y haciéndolo lucir increíblemente atractivo. La simple camisa blanca, ahora completamente empapada, se ceñía a su figura atlética, y el cabello oscuro, mojado y pegado a su frente, le daba un aire aún más seductor. La lluvia corría por su piel y sus mechones oscuros, creando un contraste que lo hacía parecer casi etéreo en medio del aguacero.
El cigarro entre sus labios añadía un toque de misterio a su presencia. Cada bocanada de humo parecía hacer que el aire se volviera más denso, y mi respiración se volvió entrecortada mientras lo observaba. Estaba hipnotizada por la forma en que el agua lo abrazaba, creando un espectáculo que me mantenía inmóvil frente a él.
Me sentía atrapada entre la vergüenza y una extraña excitación. Mi vestido blanco, ahora empapado por la lluvia, se volvía cada vez más transparente, revelando más de lo que había previsto. La sensación de las gotas frías en mi piel me hizo sentir vulnerable, pero también una intensidad que no sabía cómo manejar.
Finalmente, logré encontrar mi voz, aunque esta se rompió con las emociones que me embargaban.
—Te has ido sin decir nada —logré decir, con la voz entrecortada y tratando de ocultar las lágrimas que amenazaban con caer. El temblor en mi tono traicionaba mi inseguridad y el tumulto interno que sentía, mientras el agua seguía cayendo sin piedad sobre nosotros.
Andrew me miró fijamente, sin inmutarse por la lluvia que caía a su alrededor. El cigarro entre sus labios emitía espirales de humo que se fundían con el aguacero. Su mirada era intensa, casi desafiando la tormenta que nos rodeaba.
—No podría —dijo, sus palabras cargadas de una seguridad inquebrantable mientras extendía sus manos y me atraía bruscamente hacia él. Su tacto era cálido en contraste con la lluvia fría. —Estoy aquí. —Me señaló con un gesto amplio. —He sido yo quien te ha invitado a venir. ¿Cómo me voy a ir?
Con un movimiento decidido, arrojó el cigarro al suelo y tomó mi rostro entre sus grandes manos. Sus ojos se encontraban con los míos, y a pesar de su firmeza, había una especie de ternura en su expresión que me hacía sentir extrañamente segura.
La lluvia seguía cayendo, envolviéndonos en una atmósfera de tensión y vulnerabilidad. Las luces de la ciudad brillaban difusas a través de las lágrimas que empañaban mis ojos, creando destellos que contrastaban con la oscuridad de la noche.
Andrew me secó las lágrimas con sus pulgares, un gesto sorprendentemente suave a pesar de la intensidad de la situación. Con un movimiento sigiloso, una de sus manos se deslizó hacia mi cintura, su toque frío acariciando mi espalda descubierta. La otra mano seguía en mi rostro, como si tratara de asegurarme que todo estaba bien. Su cercanía era abrumadora, y su aliento me rozaba los labios mientras acercaba su rostro al mío.
De repente, sus labios encontraron los míos en un beso brusco y dulce. La lluvia se mezclaba con nuestras bocas abiertas, creando una sensación de fusión entre nosotros que me hizo perder el sentido del tiempo. El beso era urgente y apasionado, una mezcla perfecta de dulzura y intensidad que me atrapó por completo.
Cuando finalmente me aparté suavemente de él, mi mente estaba en un torbellino de confusión. Mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos mientras me alejaba lentamente bajo la lluvia. Cada paso me parecía una eternidad, y la tormenta seguía su danza sobre nosotros, dejándonos inmersos en nuestros propios pensamientos y emociones, con la noche como única testigo de lo que acababa de suceder.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.