Capitulo 12

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El sonido agudo del móvil de Andrew irrumpió de manera abrupta, llenando el espacio con una vibración inquietante. Toda la tensión acumulada en la habitación parecía amplificarse con aquel ruido. Andrew apenas se molestó en reaccionar; levantó el teléfono con una indiferencia que ya empezaba a conocer bien.

—Es Hayden —anunció sin demasiada emoción. Escuchó unos segundos y colgó, sin despedirse—. Dice que nos reunamos con él —se puso en pie de un solo movimiento, sus manos empujando contra sus rodillas como si incluso ese pequeño acto requiriera más esfuerzo del necesario.

—¿Yo también? —pregunté, señalándome con un dedo en un gesto casi ridículo, como si necesitara confirmación de que estaba, de algún modo, incluida en este repentino plan.

Andrew asintió, sin ofrecer más detalles. Bajamos juntos las escaleras, el eco de nuestros pasos resonaron. En la puerta, él se adelantó para abrirla.

Al salir, noté a la vecina en el jardín. Por supuesto que estaba allí, como siempre, con su mirada clavada en nosotros, con ese brillo de curiosidad que nunca lograba disimular. Observaba con una intensidad casi voraz, como si de alguna manera hubiera esperado toda su vida para este momento en particular.

Andrew, al percibir la mirada insistente, se detuvo en seco. Fue como si la presencia de la vecina lo hubiera desafiado de alguna manera invisible. Sacó un cigarrillo con deliberada lentitud, encendiéndolo mientras sostenía la mirada de la mujer, sin parpadear. Al exhalar la primera bocanada de humo, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, apenas perceptible. Cuando abrió los ojos de nuevo, su mirada roja tenía algo inquietante, una especie de advertencia silenciosa que parecía vibrar en el aire.

Por razones que no podía articular del todo, me sentí obligada a intervenir. Quizás fue un impulso de protección, o tal vez una forma de cortar esa tensión que parecía electrificar el ambiente. Sin pensarlo demasiado, agarré su mano y tiré de él, un gesto que pretendía romper el hechizo que había creado con esa escena muda de desafío.

Andrew se dejó guiar por un momento, pero pronto recuperó su actitud habitual.

—No tengas prisa —comentó con una mezcla de irritación y diversión mientras cerraba su mano sobre la mía, apretando con una firmeza que no esperaba—. Hayden siempre llega tarde.

Entonces me golpeó una súbita conciencia de mí misma. Mis ropas, elegidas al azar esa mañana, ya no se sentían apropiadas para este extraño desarrollo de los acontecimientos. Noté que nuestras manos seguían unidas, y de repente, cada célula de mi cuerpo pareció sobrecargarse. El contacto, su cercanía... Todo eso se sentía demasiado.

Solté su mano con un movimiento brusco, sintiendo el calor subiendo por mi cuello hasta alcanzar mis mejillas. Me detuve, intentando calmar mi respiración acelerada. Llevé una mano a mi pecho, sintiendo los latidos irregulares de mi corazón mientras mi mente trataba de ordenar las piezas dispersas de mis pensamientos.

Andrew, al notar mi reacción, frunció el ceño por un instante, desconcertado. Pero luego, como si recordara algo, su expresión se suavizó. Su mirada se desvió hacia la vecina, que aún no había quitado sus ojos de nosotros. Comprendió, en ese preciso momento, que su presencia constante no hacía más que intensificar mi incomodidad. Tomó aire y lo soltó en un largo suspiro, como si aceptara que había algo que no podía controlar, al menos por ahora.

Christian ya estaba allí cuando llegamos. Al vernos, su expresión se torció en una mueca de desaprobación; sus cejas se alzaron apenas, mientras sus labios se apretaban hasta formar una fina línea de descontento. Pude sentir su incomodidad a distancia, como una corriente fría en el aire.

—Qué bien, estáis aquí —interrumpió Hayden, antes de que Christian pudiera abrir la boca. Su voz rompió el silencio con una sonrisa despreocupada.

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