Desde lo alto de la rama, Andrew se encontraba en una posición de dominio, observando con una mirada penetrante y sombría. Su presencia imponente confería una atmósfera oscura y austera al ambiente. Cada gesto, cada palabra, era evaluada con una meticulosidad fría y calculadora. Con una postura relajada pero alerta, emanaba una sensación de poder silencioso, como si fuera el juez supremo.
Christian se acercó a mí y me susurró al oído:
—¿Qué hacemos, Rose?
Lo miré de reojo, tratando de medir su reacción, y decidí responderle con calma.
—Depende de lo que quieras —dije, y puse mi mano suavemente sobre su brazo para detenerlo. —¿Quieres seguir en esto? —Pregunté mientras me quitaba el pañuelo de la muñeca.
Andrew, desde la rama, parecía estar casi suspendido en el aire, su cabello oscuro se movía ligeramente con el viento, añadiendo un aire aún más enigmático a su ya imponente presencia.
Christian asintió, aunque parecía no estar muy seguro de lo que estaba aceptando.
—Entonces tienes dos opciones, —le dije, mirando fijamente a sus ojos—. O peleas conmigo por este pañuelo y le demuestras al "loco" ese de arriba lo que vales, o... —hice una pausa, sintiendo la tensión crecer entre nosotros—, te doy el mío sin más.
Christian me miró sorprendido.
—¿Pero, Rose, tú no quieres seguir? —su voz sonaba decepcionada, casi dolida.
Suspiré, levantando el pañuelo con suavidad, sosteniéndolo entre los dedos como si fuera algo precioso y frágil.
—La verdad es que siento mucha curiosidad, pero no estoy segura de si esto es lo adecuado —admití, girando el pañuelo en mi mano, observando cada pliegue y línea como si en ellos pudiera encontrar una respuesta.
Había tantas preguntas sin resolver, tantas dudas que me rondaban... Pero, al mismo tiempo, una parte de mí quería saber más, descubrir de qué se trataba todo esto realmente.
Andrew se encontraba sentado en la rama del árbol, observándonos desde arriba con esa mirada: intensa, fría, escrutadora. De repente Christian y yo intentamos encontrarlo entre las hojas, pero era como si el aire mismo se lo hubiera tragado. El árbol estaba allí, con su imponente presencia, pero Andrew se había desvanecido, como si nunca hubiera estado realmente ahí.
Sentí una presión dolorosa en mi muñeca. Andrew había aparecido de la nada y me sujetaba con una fuerza brutal. Su mano, como una garra, se cerró sobre mi piel, y su rostro cambió; toda la calma desapareció, dejando paso a una expresión amenazante. Sentí un tirón en mi brazo y me vi obligada a caer al suelo, el dolor irradiando desde mi muñeca hasta mis dedos.
—¡Rose! —gritó Christian, su voz cargada de preocupación y rabia. Vi su cuerpo tensarse mientras se lanzaba hacia Andrew, decidido a intervenir.
Pero Andrew, sin soltarme, levantó su otra mano para detener a Christian en seco. Su expresión era firme, sin dejar lugar a dudas de que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantener el control. Un quejido escapó de mis labios mientras intentaba soportar el dolor, retorciéndome en el suelo. Andrew, finalmente, me soltó con un movimiento brusco, y sin perder un segundo, se lanzó hacia Christian. Lo detuvo con su otra mano, agarrando su pierna con fuerza, inmovilizándolo. Luego, con la rapidez de un relámpago, le lanzó un puñetazo directo al rostro.
Christian se cubrió con los brazos, pero no fue suficiente. El golpe lo alcanzó de lleno, y lo vi tambalearse y caer con un estruendo que resonó en todo el parque. Mi corazón se detuvo por un momento, pero luego comenzó a latir con más fuerza.
Sin perder tiempo, Andrew giró para buscarme, pero yo ya no estaba allí. Aproveché el momento de distracción y me moví, tan rápido como pude, colocándome junto a Christian. Noté la sorpresa en el rostro de Andrew cuando no me encontró, sus ojos abiertos de par en par, buscando frenéticamente. Cerró los ojos un momento, y cuando los abrió de nuevo, estaban de un rojo intenso, brillando con una furia contenida.
Para mi sorpresa, sus ojos no parecían captar mi presencia. Confundido, miró a su alrededor, buscando respuestas en el vacío. Pero cuando se giró hacia Christian, me encontró ahí, justo a su lado. Noté cómo su expresión cambiaba de sorpresa a una mezcla de frustración y rabia.
—¿Cómo has hecho eso? —preguntó Andrew, mirándome fijamente, desconcertado.
—¿El qué? —respondí con indiferencia, mientras me envolvía el pañuelo azul en la muñeca.
Antes de que pudiera decir más, Hayden apareció de repente,aplaudiendo con entusiasmo, rompiendo la tensión que colgaba en el aire. Andrew no dejaba de mirarme, claramente enfadado, su frustración era evidente en su rostro.
—¿Y bien? —Hayden nos miró a los tres, pero su atención se desvió rápidamente hacia Christian, quien yacía inconsciente en el suelo.
—Me has roto la muñeca —me quejé, señalando a Andrew mientras sujetaba mi mano herida con la otra.
Andrew desvió la mirada, avergonzado.
—Ha sido sin querer, —respondió con un tono bajo.
—¿Qué ha sido sin querer? —repetí, acercándome a él con pasos lentos, manteniendo mi mirada fija en la suya, sin dejar que se escapara.
—Son cosas que pasan, —intervino Hayden, acercándose con calma, intentando desviar la atención.
Lo miré, confundida por su actitud tan despreocupada.
—Bueno, —continuó Hayden con su sonrisa habitual—. ¿Cuál es el veredicto final, Andrew?
Andrew respiró hondo antes de responder, señalándome con su dedo.
—Ella —dijo con voz firme—, ella sí es especial. —Mis ojos se agrandaron por la sorpresa. —No la puedo ver, —admitió Andrew, su voz cargada de frustración. —¿Tú lo sabías, verdad?
Hayden asintió con una sonrisa tranquila.
—Hay cosas que se nos escapan de las manos —respondió.
Andrew miró a Christian con desdén.
—Él no lo es —sentenció sin miramientos—. Ella sí, pero él no. —Encendió un cigarro, mostrando superioridad. —No sé por qué sigue insistiendo después de tantos años, —comentó con desdén, expulsando el humo con fuerza.
Christian seguía en el suelo, derrotado, mientras Andrew se quedaba allí, con su figura imponente, irradiando un aura de poder y control.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.