CAPÍTULO 4»

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ORIGEN II.

LUEGO DEL INCIDENTE:

Fue algo realmente incómodo la humillación, no debí correr, no tenía que hacer nada, ya era suficiente mi sufrimiento como para que me hiciera sentir peor. Sobre todo él.

Salí corriendo de ese callejón, no esperaría más reclamos de parte de nadie, lo único que había logrado era humillarme. La única que regaña es mi mami.

Iría hasta su trabajo y la esperaría a la salida. Pero antes me pasaría por otro lugar.

Esperé diez minutos a que parara la conmoción en una tienda de electrodomésticos. Pacientemente acabó el alboroto y logré salir con calma del lugar.

Había visto cosas que me llamaban la atención. Pronto salí del lugar.

Camine despacio hasta la entrada de Yamaki, las oficinas de una empresa fabricante de comida.

Hablé con el recepcionista para esperar sentado a mamá. Aún temblaba un poco, tenía un poco de frío y cansancio. Había acabado muy rápido con mis cosas. Ya no tenía teléfono, ni mochila. Aún me quedaba mi tarjeta del metro, y lo que sería en mi país, ciento setenta y dos pesos; acá en Japón son mil cuatrocientos yenes.

Que suerte.

Narración universal»

La madre de Izuku bajó rápido del ascensor y cuando pasó la tarjeta de identificación, se dió cuenta que su hijo lo estaba esperando en la recepción.

Llorando corrió a abrazarlo, estaba muy preocupada por él.

Su llamada fue interrumpida y cuando intentaba llamar nuevamente, el celular parecía apagado.

Esperó durante media hora a qué su hijo llegará. Estaba muy preocupada, así que decidió volver a su oficina y pedirle a su jefe salir más temprano por asuntos personales.

Él la abrazó muy fuertemente. Parecía no poder explicar qué había sucedido.

Ella sostuvo su mano con calma, lo que le transmitió a su hijo un poco de tranquilidad y ambos salieron juntos en dirección a su hogar.

Tomaron el tren hasta el conjunto residencial dónde viven. Un lugar muy bonito dónde Izuku y su madre se mudaron hace ocho años, cuando le diagnosticaron sin particular.

Entraron en el departamento y su abuela los recibió con un abrazo y comida en la mesa.

No podía faltar el Katsudon, el platillo japonés preferido de Izuku. Pero no menos importante, unos tamales y enchiladas.

La abuela de los Midoriya había viajado a México cuando era una joven aventurera. Ahí conoció al amor de su vida y futuro esposo Sebastián Hernández.

Un hombre trabajador con el que formó una familia, que hizo de las costumbres de ella suyas, igualmente que ella se acostumbró a México.

Vivieron en México hasta que Inko, su hija mayor terminará la secundaria.

Luego emprendieron un viaje por todo el mundo, como a ella le gustaba. Haciendo paradas en terrenos desconocidos. Todo iba de maravilla.

"Héroes en Ascenso: Más allá de los Límites".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora