CAPITULO 16

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Anais

Abro los ojos con lentitud, permitiendo que la luz tenue de la habitación entre en mi conciencia adormecida. La calidez de las sábanas me envuelve, pero la realidad comienza a filtrarse a través de mi mente. Al incorporarme, siento el suelo frío bajo mis pies descalzos, recordándome que no estoy en mi propia cama.

El reloj en la mesita de noche muestra la hora. Me levanto con la pereza del sueño aún pegada a mis párpados y me dirijo al baño. La luz parpadeante revela mi rostro adormilado y despeinado en el espejo, me echo agua para despertar y activar mis neuronas. Al salir, encuentro a Eilioth de pie, vestido con informalidad. Observó su elección de ropa, tratando de descifrar cualquier indicio sobre su estado de ánimo.

—Buenos días— digo con una sonrisa, pero no obtengo respuesta.  Sin embargo siento su mirada como un peso. Mis ojos se encuentran con los suyos, pero en lugar de conectar, hay una incomodidad palpable en el aire. Puedo notar cómo sus ojos, de manera involuntaria, o eso creo, se deslizan hacia mis pechos y recuerdo que solo traigo puesto una camiseta que me dio uno de los enfermeros y es un poco clarita.

La habitación se llena de un silencio tenso mientras sus ojos recorren mis piernas descubiertas y terminan en mis ojos, mirándome fijamente, la sensación de exposición me hace sentir vulnerable.

Eilioth termina rompiendo el contacto visual incómodo para mi, un suspiro nervioso escapa de mis labios mientras trato de despejar la incomodidad que se ha instalado en el espacio entre nosotros, trato de decir alguna palabra cuando su respuesta cortante me deja perpleja. —Tengo asuntos que atender, será mejor que te vayas, yo me voy— declara cerrando la puerta con brusquedad.

Mis pensamientos se agolpan, el desastre que hay en mi mente solo dejan incredulidad y frustración. "¿Qué diablos le pasa?", me pregunto a mí misma, sintiendo la necesidad de entender el motivo de su actitud. Su salida abrupta y la falta de explicaciones dejan un sinsabor amargo en el aire.

Decido vestirme rápidamente, consciente de que el tiempo apremia y de que quedarme sin respuestas no es una opción.

Salgo de mi habitación determinada, pero al llegar a la de Karolos encuentro a Eilioth saliendo apresuradamente. Intento hablarle, pero él simplemente sigue caminando como si fuera invisible. Mi paciencia se agota, y la frustración se convierte en enojo.

—¡Oye! ¿No puedes al menos responderme?— exclamo, pero Eilioth continúa su camino sin prestar atención. La rabia hierve dentro de mí, miro a mi alrededor, y visualiso una piedra decorativa en una pecera, la tomo y siento sus bordes rugosos contrastando con la suavidad de mi palma y sin pensarlo dos veces, sintiendo su peso en mi mano, con precisión lanzo la piedra hacia Eilioth, el cual se voltea y con con pasos agigantados, me hace sentir pequeña en comparación. La tensión se corta cuando se detiene de repente.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al sentir su agarre firme en mi cuello, apretando ligeramente mientras sus ojos oscuros se encuentran con los míos.

—Voy a ir a trabajar, y si vas a usar tus manos para agredirme, mejor déjalas quieta— murmura en un tono dominante, por un momento desliza el pulgar hacia mi barbilla, se queda viendo mi boca y juro que me siento empapada en microsegundos. La presión en mi cuello se disipa cuando se aleja hacia la salida, dejándome con la mezcla de emociones que inundan mi ser.

Entro en la habitación, recojo mis cosas y me acerco a la cama de Karolos. Aunque duerme tranquilamente, siento la necesidad de despedirme

—Karolos, me voy un rato. Cuídate— susurro con un nudo en la garganta, sabiendo que no me puede escuchar.

Al salir, veo a Eilioth alejándose, pero por impulso decido seguirlo.

—Espera, iré contigo y no acepto un no como respuesta— le digo. Al acercarme, nuestros ojos se encuentran, hay tensión entre nosotros.

—¿Tu no tienes trabajo o algo así? Porque sigues de latosa acá— me contesta cruzando los brazos.

—Me dieron permiso de descanso durante unos días después del atentado, por salud psicológica—

—No pienso llevarte de viaje a otro planeta, tengo que ir a cerrar negocios y traer más dinero para terminar de pagar— me dice dando media vuelta.

—Me gustan los viajes, y conocer planetas nuevos también. Si ves, nos vamos, no hay discusión— le contesto mientras camino adelantandome a no sé donde.

—Hijueputa vida— dice el mientras se soba la cien —muévete y espero que tengas tus cosas a la mano, porque salgo ya mismo.—

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