Capitulo 7

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Noah estaba delante del espejo del baño de la habitación pintándose los labios
cuando Nick  llegó y se la quedó mirando.
Ella se dio la vuelta y, alzando la barbilla con gesto arrogante, le devolvió la
mirada.
—¿Qué tal estoy? —preguntó Noah.
Nick casi no podía respirar debido a la proximidad de aquel delicioso
cuerpo. La delicada e intoxicante fragancia del perfume de Noah era un afrodisíaco,
su escote, una tentación irresistible. Era imposible que llevara nada debajo de aquel
vestido. De repente, se la imaginó totalmente desnuda y, al instante, su entrepierna
cobró vida. Sintió unas ganas irresistibles de levantarle el vestido y penetrarla.
—Estás preciosa —respondió Nick con voz ronca—. Voy a darme una ducha
rápida, me pondré el esmoquin y nos marchamos. Lo he arreglado para que nos
lleven, no quiero molestarme en aparcar en el centro.
—Te esperaré en el salón —respondió ella pasando por su lado.
Nick  cerró las manos en dos puños cuando ella se alejó y, con los dientes
apretados, se miró al espejo.
—Sólo un imbécil comete la misma equivocación dos veces —se dijo a sí
mismo—. No lo olvides.
La limusina llegó en el momento en que Nick se reunió con Noah en el salón.
Mientras iban a la puerta, Nick le recordó no olvidar representar bien su papel.
—No lo he olvidado —le dijo ella con irritación.
Cuando llegaron al centro donde tenía lugar la función, lo encontraron ya lleno.
Noah sabía lo que pensaba todo el mundo, lo vio en sus ojos.
Jezabel.
Perdida.
Ramera.
¡Hipócritas! Noah sabía que un buen porcentaje de los hombres casados que se
hallaban allí habían engañado a sus esposas. Las estadísticas lo demostraban. Sin
embargo, era diferente cuando la persona que había sido infiel era una mujer.
Las cámaras fotográficas lanzaron sus flashes constantemente a su rostro, que
empezó a dolerle al cabo de unos minutos de tanto sonreír mientras contestaba
educadamente a todo aquél que se acercaba a hablar con ella.
Justo en el momento en que creyó no poder soportarlo más, vio un rostro
conocido. Melissa estaba casada con León Garrison, uno de los arquitectos que
trabajaban en la empresa de Nick. Melissa era decoradora de interiores y, en el
pasado, había charlado con ella de vez en cuando.
—¿Qué tal, Noah? —dijo Melissa—. Me alegro de que tú y Nick estéis juntos
otra vez.
—Gracias —respondió Noah.
—Oí lo que pasó —dijo Melissa, empujándola hacia un rincón tranquilo—. Me
refiero al incidente con Rita Favore.
Noah se mordió los labios.
—Ah…
—Es una devoradora de hombres —dijo Melissa—. También intentó ligarse a
mi marido. Le dejó un mensaje en el contestador; pero, afortunadamente, yo me di
cuenta del juego que se traía entre manos.
—Debería haberme dado cuenta de que…
—No seas tan dura contigo misma —la interrumpió Melissa—. Nick te ha
perdonado y eso es lo único que importa. Sentí mucho que hicieran esos horribles
comentarios sobre ti en la prensa. Aprovechan cualquier ocasión, ¿verdad? Es muy
injusto. Los hombres pueden hacer lo que quieran, pero las mujeres…
—Daría cualquier cosa por cambiar lo que ocurrió —dijo Noah—. Lo peor es
que no recuerdo lo que hice.
Melissa abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Qué quieres decir?
—Tuve una horrible discusión con Nick —confesó Noah—. No le creí
cuando me explicó lo que esa mujer, Rita Favore, estaba intentando hacer. Y le pedí
el divorcio. Me sentía abandonada porque Nick pasaba mucho tiempo fuera,
trabajando o en viajes de negocios. En fin, después de la discusión, acabé dando
vueltas con el coche por ahí hasta que me paré delante de la casa de un amigo. Mi
amigo me dio un vaso de vino para calmarme y, a partir de ahí, no recuerdo nada
más. Quizá bebiera algo más de una copa, no sé.
—Sí, es posible —dijo Melissa—. Una amiga mía se emborrachó tanto una
noche que, hasta hoy día, es incapaz de recordar lo que hizo durante cuatro horas. Se
despertó en su casa, en la cama, pero no sabe todavía cómo logró llegar. Horrible.
—Dímelo a mí —comentó Noah con una irónica sonrisa—. Jamás habría creído
que me acostaría con Garth. Siempre ha sido como un hermano para mí, nos
conocemos desde niños.
—¿Y no tienes ninguna duda de que te acostaste con él? —preguntó Melissa.
Noah se quedó pensativa un momento, preguntándose si Garth le habría
mentido. Pero… ¿por qué iba a mentirle? ¿Para qué? Eran amigos de la infancia, sus
madres eran amigas y sus padres pertenecían al mismo partido político conservador.
Garth jamás habría mentido respecto a algo de consecuencias tan graves para ella.
—No, no tengo ninguna duda —contestó Noah con un suspiro.
—Bueno, en ese caso, olvida el pasado y aprovecha esta segunda oportunidad
con Nick —Melissa paseó la mirada por el salón—. Dios mío, odio este tipo de
funciones, ¿y tú? Además, estos tacones me están destrozando los pies.
—A mí me pasa lo mismo —Noah  sonrió, encantada con la simpatía de aquella
mujer.
Desde hacía dos meses, echaba de menos la compañía de otras mujeres. Sus
amigas la habían dado de lado y los artículos de la prensa no habían ayudado. Nadie
quería tener nada que ver con una «perdida».
—Bueno, será mejor que vuelva con León —dijo Melissa—. Podríamos
almorzar juntas un día, ¿qué te parece? Me encantaría que conocieras al pequeño
Samuel. Tiene seis semanas. Mi madre está cuidándole esta noche, es la primera vez
que salgo desde que lo tuve. Los pechos están a punto de estallarme y sólo llevo aquí
treinta minutos.
—Me encantaría conocerle —dijo Noah.
—Te llamaré la semana que viene. Me alegro mucho de haberte visto.
—Gracias. Yo también a ti —respondió Noah.
Nick se le acercó cuando Melissa se reunió con su marido.
—Siento haberte dejado sola tanto tiempo —dijo él, rodeándole la cintura con
un brazo—. Uno de los de publicidad me ha acorralado.
—No te preocupes. Estaba charlando con Melissa, que ha estado muy simpática
conmigo. No fui a verla cuando tuvo el niño.
—¿Por qué no?
—Tenía miedo de tropezarme contigo…
En ese momento, un camarero con una bandeja pasó por su lado.
—¿Te apetece beber algo?
Noah sacudió la cabeza.
—No, gracias. Voy a ir al baño un momento, enseguida vuelvo.
Nick  la vio alejarse y se fijó en que montones de cabezas se volvían a su paso
con ojos impregnados de censura.
Nick lanzó un suspiro.
Noah se encerró en uno de los retretes y respiró profundamente. Oyó entrar y
salir a otras mujeres, charlar…
—La mujer de Nick Leister es guapísima, ¿no te parece? —Noah oyó decir a
una mujer.
—Sí, lo es —respondió otra—. No me extraña que haya vuelto con ella. Aunque,
si te digo la verdad, no entiendo a qué ha venido tanto escándalo; al fin y al cabo, él
también se entretiene con frecuencia. Me gustaría saber qué piensa la actual amante
de Nick de la reconciliación de él con su mujer.
—No sé —contestó la primera mujer—, pero no creo que Gisela Hunter vaya a
desaparecer sin montar un escándalo antes.
—¿Ha venido esta noche?
—Sí, ha llegado al mismo tiempo que nosotros —dijo la otra mujer—. Estaba
merodeando alrededor de Nick. A ver qué dicen los periódicos de eso.
—O la esposa de Nick—comentó burlonamente la primera mujer mientras
salía con su amiga de los servicios.
Noah salió del cubículo del retrete y se acercó a los espejos para retocarse el
maquillaje. Después, respiró profundamente y regresó al salón. Buscó a Nick con
los ojos, pero no halló ni rastro de él.
—¿Está buscando a su marido? —le preguntó el camarero que había pasado
antes con la bandeja.
—Sí.
—Acabo de verle salir hacia esa otra sala —indicó el camarero, señalando a la
derecha.
Noah le dio las gracias y siguió la dirección que le había indicado el camarero.
Por fin, encontró a Nick en una pequeña sala detrás de un gran jarrón con flores.
Estaba de pie al lado de una mujer alta y rubia de veintitantos años con un
vestido que realzaba su espectacular cuerpo.
Hablaban en susurros. Noah no logró entender lo que se decían, pero el
lenguaje corporal de ambos no daba lugar a dudas de que tenían una relación íntima.
Noah se marchó de allí con el corazón encogido. En el salón principal, se acercó
a la mesa que les habían asignado, se sentó y agarró su vaso de agua. No podía
tenerse en pie.
Poco a poco, el resto de las mesas se fueron ocupando y, unos quince minutos
más tarde, Nick se sentó a su lado.
—¿Ocupado con otro ejecutivo? —le preguntó ella con una mirada significativa.
—Sí —respondió él con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.
Noah contuvo la cólera. Estaba segura de que la mujer a la que había oído en los
lavabos estaba en lo cierto.
Apenas probó la cena. No hizo más que juguetear con los platos que le
sirvieron. La comida no le sabía a nada… excepto a resentimiento y amargura.
Un grupo de música comenzó a tocar, lo que fue un alivio para ella, ya que
podía dejar de esforzarse por mantener una conversación insustancial con los demás
comensales que se hallaban alrededor de su mesa.
Nick se inclinó hacia ella y le dijo al oído:
—Deberíamos bailar.
Nick le tomó la mano y la llevó a la pista de baile. Allí, la rodeó con sus
brazos, atrayéndola hacia su pelvis mientras el grupo de música comenzaba a tocar
una romántica balada.
Le resultó un tormento tenerle tan cerca. Su cuerpo la traicionó totalmente: los
pechos se le irguieron, el deseo le humedeció la entrepierna y el anhelo de besarle
hizo que le cosquillearan los labios.
—Relájate, querida. Estás muy tensa —le dijo Nick acariciándole el cabello
con su aliento.
—Perdona…
—Se me había olvidado lo bien que se ajustan nuestros cuerpos. Me llegas justo
debajo de la barbilla.
—Sólo porque llevo tacones.
—Pronto nos marcharemos —dijo él mientras seguían moviéndose al ritmo de
la música—. No quiero volver a casa muy tarde esta noche. Mañana por la tarde
tenemos otro compromiso.
Ella, alarmada, alzó el rostro para mirarle.
—¿Sí?
—No te preocupes, no es nada desagradable. He quedado con los chicos para
salir a cenar. Ya se lo he dicho al tutor del colegio.
A Noah le dio un vuelco el corazón. Jamie iba a darse cuenta de la falsedad de
la situación.
—¿No ha protestado tu sobrino por verse obligado a salir con Jamie y, para
colmo, conmigo también? —preguntó ella.
Nick la soltó y, agarrándole una mano, se la llevó de la pista de baile.
—Bruno sabe que espero que se comporte con propiedad, al margen de sus
sentimientos hacia ti o hacia tu hermano.
—¿Y tú? —preguntó ella mientras se acercaban a la limusina que les esperaba—
. ¿También te vas a comportar tú con propiedad o, en tu caso, no lo consideras
necesario?
Nick le abrió la puerta para que entrara en el vehículo.
—No me des lecciones, Noah. Al fin y al cabo, eres tú quien no se ha
comportado dignamente.
Noah se tragó la respuesta que quería darle al oír a otra gente a sus espaldas y
entró en el coche, seguida de Nick.
—El conductor te llevará a casa, yo tengo que volver a la oficina debido a un
asunto que tengo que resolver urgentemente —dijo él unos segundos después—. No
sé a qué hora volveré.
Noah le clavó los ojos.
—Te he visto hablando con ella. Todavía es tu amante, ¿verdad?
Nick ni siquiera parpadeó y el resentimiento de Noah aumentó
incontrolablemente.
—Lo era… hasta hace unos días —respondió él—. Pero, por los chicos, he
interrumpido temporalmente nuestra relación.
Sintió como si le hubieran clavado un puñal en el pecho, así de agudo era el
dolor. Luchó por controlar su reacción al decir:
—Así que… después de seis semanas, vuelves con ella, ¿no?
—Ese es el plan —respondió Nick en el momento en que el coche se detuvo
delante de la torre donde estaban sus oficinas.
Cuando Nick se marchó, Noah se recostó en el asiento del coche y cerró los
ojos para contener unas amargas lágrimas.
«No tienes derecho a sentirte celosa», se recordó a sí misma. «Sólo tú tienes la
culpa de lo que te pasa».
Sólo ella…

Esposa Inocente (adaptado) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora