Capítulo 14: Todo sale según lo planeado

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♔︎ 14: Todo sale según lo planeado ♔︎


THEODORE KINGSTON

El humo se expande rápido, cubriendo el cielo y volviendo el entorno más oscuro y denso. De vez en cuando, toso con fuerza, sintiendo cómo el olor acre irrita mi garganta.

—Vamos por Aurora —digo con la voz rasposa. Los tres nos dirigimos hacia la cabaña, en busca de la entrada, apenas visible entre el humo. ¿Cómo puede una sola explosión causar todo esto?

Mis pensamientos se interrumpen de forma abrupta cuando alguien me empuja con tanta fuerza que me encuentro volando por los aires. Mi espalda choca contra un tronco y no puedo evitar soltar un quejido. El dolor aparece al instante y me siento un poco aturdido. Sacudo la cabeza y me froto los ojos, hasta que una silueta aparece frente a mí.

Michael.

Miro hacia mi derecha por un momento, y a la distancia logro ver de forma borrosa a dos personas peleando. Reconozco el cuerpo de un joven, mientras que el otro es un poco más robusto y adulto: Henry.

Pero no hay rastro de Dax.

—Eso debió doler —Michael me saca de mis pensamientos y me extiende la mano, ofreciéndome ayuda para levantarme. ¿Qué le pasa a este tipo por su cerebro muerto?—. Tranquilo, niño, no te voy a hacer daño.

Decido levantarme por mi cuenta, tratando de controlar el mareo, y me doy cuenta de que he perdido las dos navajas que tenía en mis manos, pero al instante saco otras de mi cinturón. Michael observa la acción con seriedad, sin temor a que le haga daño. De hecho, mete las manos en los bolsillos de su pantalón y suspira cansado, mirándome de arriba abajo.

—Tienes un aspecto más fuerte —dice, y lo miro confuso. Nunca antes había interactuado con él, no lo conocía hasta que lo vi en el palacio—. Cuando me fui, vigilé a Aurora de vez en cuando. Soy su padre, tenía que saber de su vida —aclara con aburrimiento, como si estuviera hablando con un idiota—. Aunque fue un poco decepcionante verla vivir con el amante de su madre...

—¿Qué quieres? —pregunto con desdén, aferrándome a mis navajas, alerta ante cualquier movimiento.

Él ladea la cabeza, en un gesto pensativo.

—No mucho, supongo.

Mi mandíbula se tensa y comienzo a enfadarme por su actitud. Es lamentable que Aurora haya tenido que soportar a este tipo durante tantos años. Pero ya no más. Con agilidad, lanzo una navaja hacia él, que logra sujetar a tiempo, pero en ese momento le arrojo otra, logrando que se clave en su pecho.

Él mira la navaja incrustada por unos segundos, antes de sacarla y dejarla caer al suelo. Luego, clava sus ojos en los míos. Se vuelven negros, y al mirarlos se siente como si estuviera viendo un abismo oscuro y vacío.

—Eso dolió, Theodore.

—Qué lástima. ¿Necesitas un pañuelo para secar esas gotas de sangre?

En un abrir y cerrar de ojos, Michael me sujeta del cuello y me acorrala contra un árbol. Ejerce una gran presión, pero no es suficiente para quitarme la vida de inmediato.

—No... No sabía que los vampiros podían ser tan sensibles...

—Sigue haciéndote el valiente con tu sarcasmo y terminarás muerto, niño.

Antes de que me suelte, siento una especie de pinchazo en mi cuello que me causa dolor, así que le clavo otra navaja en el estómago. En ese momento, retrocede unos pasos y la saca sin mostrar señales de dolor.

La caza del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora