Nuestro punto de partida

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-¡Bien! Creo que por ahora es suficiente.

-Si, pero aún te falta estacionarlo.

-Ash, Lincoln, por favor.

-Vamos querida, solo son un par de metros más- ¿Qué es lo que está pasando? Nada más que una simple tarde familiar. Lincoln decidió que era buena idea enseñarle a su querida Haiku a conducir el nuevo (y algo costoso) auto que acaban de comprar. Han pasado un par de semanas desde que comenzaron y, aunque las clases suelen ser sólo una vez por semana, Haiku no la está pasando tan bien, no después de haber chocado contra un hidrante, un carrito de supermercado y un poste. Afortunadamente el auto no ha sufrido muchos daños, pero eso no le hace fácil a Lincoln ver cuánto daño recibe su auto.

Con unas cuantas dificultades, indicaciones de su paciente maestro, porras de su pequeña Loan y unos cuantos Haikus improvisados, Stephanie logra estacionar el auto en la zona designada del edificio donde viven.

-¡LISTO!- exclamó Haiku con la mano en alto agradeciendo que ese vil tormento por fin haya cesado -¿Cómo me fue?- pregunta a su prometido con sus lindos y oscuros ojos resplandecientes esperando por una buena crítica.

-Bueno, cariño, lo hiciste en cinco minutos más que la vez anterior ¡Pero, hey! Hoy no chocaste con nada. Yo diría que este día fue una victoria total para la familia Loud.

-Vaya... Agradezco por fin ser parte de tu familia, pero me desagrada tener que aprender a manejar. Sin embargo, debo decir que es un gran cambio en comparación al primer vehículo en el que decidiste sacarme a dar un paseo.

-¿Hablas de mi bicicleta cuando fuimos por ese helado?

-Casi, cariño mío, pero mi mente recuerda con mayor fervor aquel día en que llegaste por mí a media noche. Cuando nos escapamos con la luna como nuestra única testigo y dimos rienda suelta a nuestro frívolo amor sin límites, ¿Lo recuerdas, mi vida?

-Si hablas del día que creo... Por supuesto que sí, Ku. Recuerdo que tu papá nos tenía prohibido vernos, que un par de citas antes quería correrme de tu casa con la vieja pistola que guardaba en su alcoba.

-Si, jamás supe de dónde rayos sacó una pistola. Pero vaya que sabía dispararla, nunca imaginé que de verdad estuviera tan loco como para dispararle a mi novio.

-Si... Aún tengo la herida que me hizo cuando me rozó.

-Ese viejo loco. Apenas y si salimos vivos. Recuerdo que Luna y Sam nos acogieron en su hogar después de eso. Papá fue a tu casa furioso a buscarnos pero ni siquiera tus padres sabían dónde estábamos.

-¿Podemos culparlo? Creo que, ahora que tengo una hija, comprendo a tu padre. En retrospectiva, creo que fue un poco excesivo el uso de un arma de fuego, pero comparto el sentimiento de odio que me provocaría ver cómo me arrebata a Loan un niño. Jamás dejaré que eso pase, nunca de los nuncas Loan cometerá nuestros mismos errores.

-Trataremos de hacer que eso no suceda. Sé que ahora comprendemos mejor a nuestros padres, pero de no haber sido por esa magnífica huida jamás habríamos tenido tantas cosas bellas- ¿Por qué no? Antes de cesar la marcha del auto, Lincoln tomó las suaves mejillas de su prometida plantando un tierno beso sobre sus labios.

-Bien hecho, mi amor. Mejoras cada vez más y eso es algo de aplaudir. Te amo.

-¡No se vale que trates de animarme con besos!- y de nuevo la besó -¡A eso me refiero!

-Este es un premio para los dos. Un beso para ti como pago por manejar.

-¿Y para ti?

-Oh, para mí, sólo la satisfacción de besar los bonitos labios de mi querida Ku- y, una vez más, sus labios se unieron dando fin a la prueba de manejo -¿Te había dicho cuánto amo tus besos?

Sueños mudosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora