10. Chiara

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La tarde del domingo fue de lo más normal. Ruslana aprovechó que yo me iba a quedar en casa con Martin para salir con Omar, y a mí no me importó en absoluto porque no tenía planes. Estaba un poco deprimida porque al día siguiente era fin de año y en mi piso no había ni un triste adorno de navidad, pero pensar que iba a quedar con Violeta antes de la cena del 31 de diciembre me hacía motivarme.

No le había mencionado a ninguno de mis amigos el drama que me traía con Violeta, porque sabía cómo se pondrían, aunque Ruslana me pilló bajándome del coche de la chica el día anterior, pero entre el ajetreo del hospital no me había comentado nada al respecto desde la encerrona en el restaurante, cuando me insinuó que me gustaba Violeta. En ese momento pensé que estaba loca, pero quizá no lo estuviera tanto.

En cualquier caso, era mejor que no preguntaran, porque no había mucho que contar tampoco. En cambio, Martin me había dicho desayunando que me veía muy distraída, y que incluso en mí era extraño verme tan en las nubes.

- Vamos, Kiki, cuéntame qué te tiene abstraída todo el rato- me pidió mi amigo por enésima vez en lo que iba de tarde-. Por favor, distráeme.

- Vamos a ver, Martin, que no me pasa nada. Estoy como siempre- le repetí, poniendo los ojos en blanco-. Sólo que me tienes preocupada, nada más.

- No me mientas, Chiara, que te conozco desde siempre- continuó insistiendo el chico, con cara de pena.

- Eres un cansino.

- Pero me quieres, así que suéltalo de una vez.

Yo era una persona a la que le costaba mucho abrirse con los demás, incluso con sus amigos más cercanos. Por mi personalidad y por problemas que había tenido en el pasado, me había acostumbrado a no contar mis cosas para no cargarme a mí misma la etiqueta de pesada en los grupos de gente. Me había ido creando una coraza poco a poco que rara vez alguien era capaz de traspasar. Muy mal se tenían que poner las cosas para que yo soltara prenda de lo que me ocurría verdaderamente. Me resultaba más fácil exponer la situación para que comprendieran mi reacción ante el problema, que explicar en realidad cómo me afectaba ese problema.

- No me digas que has conocido a alguien- dijo Martin, llevándose las manos a la boca por el simple hecho de imaginárselo.

- No, no es eso- le respondí, evitándole la mirada porque sabía que me pillaría la mentira.

¿Por qué me costaba tanto decir la verdad? Ya era hora de que me reconociera a mí misma que me estaba pillando de Violeta, y que no había nada de malo en ello.

- Chiara, me estás mintiendo- me acusó Martin, entrecerrando los ojos-. Dime ahora mismo de quién se trata.

- No estás en posición de amenazarme- le repliqué, señalando el cabestrillo que le envolvía uno de los brazos.

- Mientras más lo niegues y más me rehuyas la mirada, más seguro voy a estar de que es eso exactamente lo que te pasa.

No respondí, sólo asumí que me había pillado. Me encogí de hombros y me cubrí la cara con las manos, sonriendo cuando vi su sonrisa pícara.

- Bueno, ¿y de quién se trata? ¿Tengo el placer de conocerla?- me preguntó Martin muy interesado.

- No, no creo- le respondí, empezando a jugar con los anillos de mis manos-. La conocí el otro día, cuando Ruslana me consiguió el bolo en el restaurante Gaudí.

- ¿Ruslana lo sabe?- quiso saber, con aire ofendido.

- Algo se huele, pero no le he confirmado nada.

Eso sí que era verdad. Ruslana, al igual que Martin, me conocía bien. Daba igual las veces que yo intentara negárselo; ella sabía que me estaba pillando hasta las trancas de una pelirroja con gafas de sol.

Es por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora