20. Chiara

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Violeta me ayudó bastante a tranquilizarme. Decía mucho de ella que me hubiera escuchado con tanta atención, sobre todo teniendo en cuenta el drama que había vivido hacía apenas unas horas. Y ya no sólo que se hubiera interesado por mi problema, sino que se había puesto en mi lugar y se había esforzado por darme soluciones. A eso me refería cuando siempre le decía que admiraba su inteligencia emocional. Era algo realmente impresionante.

Decidimos seguir su plan y no dejar que Laura me amenazara. Primeramente porque habíamos llegado a la conclusión de que no sería capaz de sacar a la luz esos vídeos, y en segundo lugar, porque no íbamos a permitir que nos destrozara la relación con tanta incertidumbre.

¿Realmente Violeta y yo éramos pareja? De manera formal al menos no, porque ninguna de las dos había dado el paso de oficializarlo. Teníamos muchas cosas más importantes en las que pensar. Como por ejemplo el susto de Violeta.

- Kiki, me da miedo que algo dentro de mí se haya estropeado y le haya cogido miedo a que alguien se me acerque- me confesó Violeta mientras le daba vueltas a sus pulseras.

Levanté la mirada del cuaderno donde estaba componiendo y dejé la guitarra a un lado. Me giré para mirarla, puesto que Violeta estaba tumbada en mi cama, y yo componía dándole la espalda.

- No digas eso- le reproché, quitándome las gafas-. Tú no estás rota.

- Ya, pero cuando me tocaste, a mi cuerpo le generó rechazo- replicó ella, incorporándose sobre el codo.

- Bueno, pero cuando te beso no te apartas.

- No es lo mismo- murmuró Violeta, desviando la mirada-. Cuando me quisiste quitar los pantalones, mi reacción fue empujarte, y no lo pude evitar. ¿Y si ahora no soy capaz de permitir que me toques en ese sentido?

Me quedé un rato pensando, dándole vueltas a la pregunta. Era cierto que su primer impulso fue quitarme la mano de un empujón, pero quizá fue por el momento, porque invadí su espacio personal sin avisar, y porque el último recuerdo que tenía de ese gesto era en medio de una calle con las manos de un hombre desconocido.

En cierto modo, a mí también me preocupaba que hubiese algún problema de mayor magnitud que un simple acto reflejo. Que ahora por culpa del intento de abuso, Violeta no fuese capaz de distinguir entre ambos contextos, y su cerebro crease una especie de rechazo a todo tipo de contacto similar. Entre eso, y que a mí me daba miedo forzarla en algún aspecto, los encuentros íntimos se podían ver afectados. Y eso era algo que no quería pensar, porque disfrutaba tanto con ella en ese ámbito también que el hecho de plantearme que pudiera estropearse me daba pánico.

- En caso de que eso pasase, habría que empezar otra vez poco a poco para que tu mente no me vea como una amenaza- le respondí, tranquilizándola con una sonrisa-. Pero pase lo que pase, yo estaré ahí para ayudarte; no me voy a ir, y mucho menos por esto.

- ¿De verdad que no te echa para atrás? Lo entendería si no quisieras seguir conociéndome, porque no sé si voy a poder darte lo que a lo mejor necesitas.

- Violeta- la interrumpí, poniéndome un poco más seria-. No estoy contigo para llevarte a la cama cada vez que me apetezca. Obviamente es una parte importante en una relación, pero a mí me gustas tú como persona, mentalmente y por lo compatible que eres conmigo. Y luego ya porque me atraes y me lo paso bien con nuestro juego de tira y afloja. Pero en ese orden; primero vas tú, lo demás viene después.

 Violeta no respondió de inmediato, sino que se quedó en silencio, reflexionando acerca de mis palabras. ¿Habría ido muy deprisa al darle a entender que estábamos en una relación? Aunque ya nos habíamos dejado claro que queríamos estar juntas, las palabras "relación" o "novia" podían asustarla tanto como a mí.

Es por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora