30. Chiara

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Violeta se pasó pegada a mí el resto de la noche. Habíamos decidido quedarnos en el local cuando acabó el concierto, para tomarnos unas copas con Denna y con Alex, que se había pasado para estar un rato con nosotras.

El final del concierto había estado bien, pudiendo llevar a cabo esa parte del plan que consistía en cantarnos frases de las canciones mirándonos intensamente a los ojos. Y es que, a pesar de los malentendidos que no habían parado de sucederse a lo largo del fatídico día, no podía seguir enfadada con ella. No es que hubiéramos hablado verdaderamente las cosas, porque yo estaba dolida y Violeta estaba medio borracha, pero ella se había explicado y yo la había entendido. Teníamos una conversación pendiente en la que también tendria que disculparme de verdad por mi comportamiento tras la comida con los productores, pero ese sería un tema del que se encargaría la Chiara del futuro. La Chiara del presente no podía comprender aún cómo podía tener a Violeta cantándole a dos centímetros de su boca y no caerse de espaldas.

Por suerte, Denna iba también pasada de alcohol, por lo que Alex y ella estaban disfrutando de la noche por su cuenta charlando en la barra, ajenos a la tensión cada vez más notable que se instalaba entre nosotras dos.

Después de que Natalia se despidiera de su público, el local pasó a ser un antro lleno de lesbianas de fiesta que bailaban y se contoneaban al ritmo del más puro reggaeton del momento. Nunca me había gustado ese tipo de música, pero no estaba mal de vez en cuando para tomarse unas copas y bailar un poco.

Un grupo de chicas de nuestra edad aproximadamente se acercaron a nosotras con la excusa de salir del centro de la pista donde se arremolinaban decenas de personas en un baile sensual y pegajoso que olía a hormonas y a ganas de disfrutar de la noche. Vi cómo una de las chicas se comía con la mirada a Violeta mientras ella, de espaldas al grupo, bailaba despacio sin apartar los ojos de mí, retándome en silencio a que me pegara a su cuerpo. Sonreí descaradamente, pues lejos de enfadarme, me gustaba que todo el mundo apreciara la belleza innata de Violeta. Sobre todo porque después era conmigo con quien acababa en la cama, no con nadie más. No eran celos; es más, me ponía la situación. Y eso Violeta lo sabía, porque en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando, se giró hacia la chica en cuestión y empezó a bailar con ella. Despacio. Con ritmo.

La desconocida pasó uno de sus brazos por el cuello de Violeta y la acercó más a su cuerpo, siendo más brusca de lo debido. Violeta, lejos de molestarse, se pegó más y más, moviendo las caderas lentamente. Tuve que tragar saliva al ver que me miraba y me guiñaba un ojo, pasándose una mano por el pecho que descendió en dirección a su abdomen. Miré con diversión a la pobre ilusa que hacía el intento de seguir el ritmo de Violeta, y con toda la educación del mundo, me acerqué a ella para pedirle amablemente que me dejase bailar con mi novia.

- ¿Celosa, amor?- me preguntó Violeta en un susurro, cuando rodeé su cintura desde su espalda.

Giró la cabeza para hablarme al oído, y no pude evitar que se me erizaran los pelos de la nuca cuando noté su aliento caliente en mi piel. En un sólo movimiento, giré a Violeta para que quedara frente a mí, y aprovechando que yo era un poco más alta que ella, la miré con aires de superioridad, fingiendo que su tono de voz grave no había producido el más mínimo interés en mí.

- Debería darte pena esa chica- le dije utilizando el mismo susurro-. La vas a dejar con las ganas y no va a encontrar a nadie que te iguale.

- Por favor, cariño, sólo he bailado un poco con ella- respondió Violeta, quitándole importancia al asunto.

- Está claro que no sabes lo que es que te dejen a medias- contesté, enarcando una ceja.

Violeta apoyó sus manos en mis caderas y se empujó hacia arriba para llegar nuevamente a mi oído, apartando un mechón de pelo para que la escuchase bien.

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⏰ Última actualización: Jul 05 ⏰

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