27. Violeta

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En cuanto Ruslana me dejó en casa, me quité la ropa y me metí en la cama. Estaba destrozada, y esperaba que la suavidad de las sábanas fuese capaz de calmar mi llanto, como siempre hacía Chiara. Durante el trayecto en coche la llamé por teléfono como veinte veces, y las veinte veces me colgó. No tenía el móvil apagado, lo cuál me tranquilizaba mínimamente, porque eso significaba que estaba bien, puesto que se esforzaba por ignorar mis llamadas.

Ruslana me pidió que le diera tiempo, pero yo sabía que la había cagado. Había metido la pata hasta el fondo, y un poco más, si eso era posible. Quería disculparme, quería hacerle ver que confiaba en ella y que no pensaba que no pudiera triunfar. Lo que yo quería que entendiese era que iba a ser difícil. Chiara era una chica con mucha vitalidad, que nunca veía la maldad en las personas. Mi función debía ser aportar la voz de la razón, y demostrarle que la apoyaba más que nadie, a pesar de que el camino iba a ser duro. 

Me costaba reconocerme después de ver mi comportamiento. No había intentado para nada ponerme en su situación, sentir su piel como si fuera mía para notar en primera persona el daño que podían ocasionar mis palabras desmedidas y llenas de ira. Lo que me había molestado había sido la inocencia de Chiara al pensar que las dos teníamos un hueco en el panorama musical. Y es que la suerte que ella había tenido yo no la iba a tener, porque mi cabeza seguía bloqueada y se negaba a dar el mismo paso que ella sí había conseguido dar. Sabía perfectamente que lo había hecho con toda la buena intención del mundo, y todo había sido culpa mía. Por mi propia inseguridad en mí misma, Chiara había pensado que no creía en ella. Tenía razón; estaba siendo una cobarde. Me moría de ganas de verla triunfar, pero eso sería asumir también que yo había fracasado porque mi mente tenía el control de mis emociones y acciones. Me decepcionaba.

No pude dejar de pensar en ella toda la tarde. ¿Qué estaría haciendo? ¿Estaría bien? No tenía forma de saberlo, a menos que me presentara en su casa. Y eso podría empeorar las cosas. Tuve que resistir la tentación de escribirle a los chicos para saber algo de ella, porque no quería quedar como una novia tóxica. Recordaba que Chiara había dicho algo de querer espacio, así que me obligué a respetarlo, no sin antes mandarle un único mensaje que decía "Lo siento, llámame cuando estés lista".

Me sentía terriblemente mal, y como buena masoquista que era, mi consuelo fue mirar todas las fotos que tenía con Chiara. Sí, como la persona más dramática que había sobre la faz de la tierra. Ni se había muerto, ni se había mudado a otro país. Sólo había sido una pelea, y yo esperaba que pudiéramos entendernos cuando se hubiesen calmado las aguas, aunque las dos hubiéramos dicho cosas que verdaderamente no pensábamos.

Opté por la manera que más me ayudaba a vaciarme de emociones. Cogí un bolígrafo y la libreta, y empecé a escribir. Salieron palabras sueltas que al final acabé uniendo porque el don de las letras me acompañaba en todo momento. Intenté ponerle melodía pero no pude; esa era la labor de Chiara.

"De repente no lo vimos venir. El chaparrón, me refiero. No lo vimos venir hasta que lo teníamos encima, y entonces ya era muy tarde. Tampoco es que hubiéramos tenido ganas de coger un paraguas. A veces sucede que una está ya tan cansada que prefiere empaparse a ponerse a cubierto, o simplemente, ya no le apetece buscar cobijo. A quién queremos engañar, cariño: ni tú ni yo pusimos el empeño suficiente para no dejarnos llevar por la tormenta".

Releí con tristeza los versos, espantando las lágrimas con el dorso de mi mano. Algunas de ellas cayeron sobre las hojas, sacándome una sonrisa al percatarme de lo intensa que estaba siendo la situación. Una romántica del romanticismo, sin duda. Kiki estaría orgullosa de mí.

Una parte de mí me decía que me olvidase del tema, pero la Violeta irracional me pedía a gritos coger el coche y plantarme en su piso. Estaba tan arrepentida que no tenía apetito, ni ganas de leer ni de ver una serie. Sólo quería estar con ella, y explicarme bien. Que me entendiera, entenderla yo a ella, hacer las paces y dormir abrazadas después de aburrirnos con la primera comedia romántica que encontráramos. Apoyarla y animarla antes de la primera sesión en el estudio de grabación, y demostrarle que realmente me emocionaba verla dando los primeros pasos de su carrera musical. Quería pedirle que les enseñara como primera opción su canción titulada "Ronda de más", porque tenía mucho tirón y a la gente le encantaría. Quería decirle tantas cosas que no le había dicho que me llenó de rabia por dentro pensar que yo misma lo había saboteado todo.

Es por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora