~¡Hola! Oh sí, aquí está la loca de Luna subiendo una nueva historia cuando tiene otras 18 por actualizar (no es broma T-T). Pero nbueno, ustedes comprenderan como es el proceso creativo y aunque tengo muchas granas de escribir las demás, no he tenido ni tiempo ni inspiración completa u-u Lo siento mucho, pero prometo que las tendré dentro de poco.
La historia sale de lo que escribo normalmente pero espero les llame la atención.
Enjoy!~
Soy algo que no debería de existir.
Según la definición, una persona, al morir, pasa de este plano a otro, dejando atrás todo lo que el mundo terrenal significa. Dependiendo de las creencias que cada quién posea, esa alma o espíritu va a algún determinado lugar, el cielo, el infierno, el purgatorio, donde sea, menos el mundo.
Pero yo no.
No recuerdo como fue mi vida como tal, sólo sé que morí cuando tenía dieciocho años, en medio de una familia que tenía una expresión de alivio en lugar de dolor, que mi muerte estaba dictada desde el día en que nací, que mi nombre era Nate y que era la época donde los teléfonos celulares empezaban a ser la gran novedad.
A partir de ese momento, desperté en el medio de esta misma calle, notando de inmediato que nadie más podía verme. Estaba completamente solo. Por alguna razón, este sentimiento no me molesta, como si hubiese sido así desde mucho tiempo atrás, no lo sé, quizá eso explicaría la expresión de mi madre y padre al momento en que el doctor me pronunció muerto.
He escuchado millones de personas decir que ser invisible es lo mejor, que enlistan millones de cosas que podrías hacer si pudieras atravesar paredes, si nadie pudiera verte mientras te cuelas en algún lugar íntimo para espiar sus vidas. Yo solo puedo reír ante eso.
No hay nada divertido en eso, ¿qué caso tiene conocer la vida de los demás? ¿Qué uso podría darle yo a algo como eso? La respuesta es simple: nada. Estoy destinado a vagar por estas mismas calles una y otra vez, viendo a los niños convertirse en adolescentes, a estos en adultos y, finalmente, verlos morir, envidiando como ellos traspasan este plano y no tienen que permanecer aquí como me sucedió a mí.
Soy libre de moverme por donde quiera, hacer lo que quiera y decir lo que quiera sin que nadie me diga nada, quizá suene como la persona más libertina que existe en el mundo pero, en realidad, soy la más cautiva. Estoy atado a un peso más grande que el que puedo soportar. Después de vagar diez años en soledad, tu mente se crea una rutina que conoce de memoria y sabe que no hay nada que cambia o cambiará.
Hoy es veinticinco de Diciembre, una fecha en donde el número de personas en las calles aumenta, donde debo de pegarme a una lámpara para evitar que alguien se cruce conmigo, aunque me atraviesen, no es grata la sensación. Veo a muchos niños correr emocionados de las manos de sus padres, a parejas agradeciendo estar un año más juntos y a los demás estereotipos de personas en estas fechas. Todo normal, común.
Hasta que lo veo a él.
Un simple chico de cabellos rubios y ojos azules. Camina entre la multitud con cara de aburrimiento, con las manos metidas en las bolsas de su gruesa chamarra y la mitad del rostro oculta bajo una bufanda de color negro.
¿Por qué me intriga? No lo sé. En todos mis años he visto millones de personas solitarias, que caminan de la misma manera en que lo hace él, con la misma expresión. ¿Por qué él es diferente? No puedo desviar la mirada de él mientras lo veo acercarse a donde yo me encuentro, sintiendo un nerviosismo irracional, aunque esté a mi lado no podrá verme y lo sé.
Y entonces vuelve a sorprenderme.
Sus ojos azules se clavan en los míos cuando él se detiene. Imposible, nadie puede verme, nadie lo ha hecho en diez años y nada ha cambiado como para que algo como eso ocurra.
Nervioso, doy un par de pasos a la izquierda para salir de su campo de visión y es ahí donde compruebo que realmente me está mirando, sus ojos siguieron mi movimiento a la perfección. ¿Cómo? Esto rompe con toda la lógica que mi cerebro había creado, rompe el flujo natural de las cosas.
—¡Mello, ahí estás! —Sus ojos se despegan por fin de los míos cuando escuchó ese grito.
Un joven de cabellos castaños y googles de color naranja apareció frente a él, sonriéndole cálidamente.
El rubio lo miró por unos segundos antes de desviar sus ojos a los míos de nueva cuenta.
—¿Eh? Oye, estoy aquí —el chico voltea a la misma dirección y miró confundido, intentando encontrar lo que el otro ve pero fallando—. ¿Qué vez?
—Al chico que está ahí —mi inexistente corazón deja de latir por un segundo, realmente me está viendo.
—¿Quién? Ahí no hay nadie, venga vámon0s que el frío ya te está atrofiando el cerebro —el rubio le propinó un golpe en el hombro antes de reanudar su paso, con el otro siguiéndole.
Sus ojos sólo abandonaron los míos hasta que estuvo bastante lejos. No puedo comprender lo que acaba de pasar, ¿cómo es que ha podido verme? ¿Por qué? Nadie lo había hecho, había olvidado cómo se sentía que alguien te vea a los ojos, es muy extraño y atemorizante, algo que suena ridículo teniendo en cuenta lo que yo soy.
—¿Mello...?
Murmuré, intentando calmar a mi cuerpo que parece haber cobrado vida de nuevo por algunos segundos.
~Oh sí lo sé, la idea es demasiado loca. ¿Un Near fantasma? Pero bueno, he dedecir que esto algo emocionada por desarrollarla...
Espero yo que la historías les parezca interesantes y me digan qué es lo que les parece.
No olviden dejar comentarios allá abajito, muchas gracias por leer. ^^
¡Nos leemos pronto! ~
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Diferentes mundos. [Mello x Near]
FanfictionSoy algo que, se supone, no debería existir. Una entidad que sólo es usada para asustar a los niños que se portan mal. Algo a lo que algunos temen. Un fantasma, literalmente. Nadie puede verme, nadie me puede escuchar, mi "vida" no afecta en lo m...