Útil

648 84 37
                                    

Había pasado años sin que mi vida cambiara en ningún sentido, años sin que la más grande acción provocara alguna modificación a mi entorno y aunque sonara a una tontería, en una semana las cosas habían dado un giro tan drástico que por momentos no sabía cómo lidiar con ello.

Empezaba a sentirme cómodo con Mello.

Después de aquel día donde él me había acompañado hasta el hospital, la tensión y desconfianza que yo tenía hacia toda la idea en general de ayudarnos mutuamente parecía haber disminuido considerablemente; las pocas cosas que habíamos estado haciendo para ayudarlo estaban dando frutos y esa pequeña y, aparentemente, insignificante visita, me habían hecho sentir diferente, quizá no listo para brincar y seguir adelante, pero sí más tranquilo.

Una parte de mi lo veía como si el haber ido con él me hiciera ver lo vivido desde otro ángulo, tenía y me había quedado con la idea permanente de que el hospital estaba lleno de tragedias, que nada bueno había pasado ahí. Solo lo veía como uno de los últimos lugares que me había visto con vida, donde había recibido la noticia que moriría... la compañía de Mello, sin embargo, me hizo ver todos esos pequeños momentos que parecía haber olvidado, todos esos pequeños momentos de felicidad que afloraron en medio de toda la obscuridad.

Indirectamente Mello me había ayudado a encontrarlos.

De no haber sido por su idea de ir al hospital, yo jamás habría ido por cuenta propia y me habría perdido de todo ello. Por más increíble y ridículo que eso pareciera, no podía recordar los buenos momentos, los tiempos en los que había sido feliz, solo la obscuridad predominaba en lo que recordaba de mi vida.

—El otro día me quedé pensando, —La voz de Mello me hizo salir de mis pensamientos para verlo—. Sobre lo que recordaste en el hospital.

—¿Qué sucede con ello? –Pregunté, curioso de saber a lo que se refería.

—Puede que estés recordando solo lo malo y pues estas atorado por eso –dijo, haciéndome fruncir el ceño levemente—. No sé qué tanto cierto tengan las cosas que se encuentran por ahí, pero hay quien dice que pensar en solo las cosas malas te atoran o hacen malo... o algo así.

—No lo sé, nunca lo he pensado así –suspiré, girándome de nuevo hacia la ventana—. Aunque puede ser posible.

Si las cosas habían cambiado con lo del hospital, podía ser que lo demás fuer igual.

—La siguiente parada sería tu casa o algo así –Mello asintió más para sí que para mí—. Al final supongo que el cementerio o algo así.

No me agradaba la idea, para nada, desde el día en que había abierto los ojos en esa calle me había dicho que jamás visitaría el lugar donde se supone que se encontraba ese débil contenedor que alguna vez había sido mi cuerpo; el miedo seguía siendo de irracional como la primera vez que Mello lo había mencionado y creo que eso fue bastante notorio.

—Que para eso todavía falta, no pongas esa cara –dijo, desviando la mirada de mí y sentándose en el sillón—. Supongo que necesitas descansar un poco más después de lo que pasó.

Mello podía ser muy brusco y tosco con lo que decía y hacía, pero realmente me hacía sentir mejor cuando era considerado como en ese momento aun cuando no sonaba delicado, después de todo, él no era una persona demasiado afectiva o apegada.

—Solo no sé cómo lidiar con eso –dije pesadamente—. Aun cuando pasé más tiempo en el hospital que en mi casa, ese lugar estaba llena de problemas, de preocupaciones y de sueños que se quebraron en miles de pedazos.

Estoy seguro de que mis padres, al enterarse que me iban a tener, jamás pensaron que la vida se les iría al suelo. Cuando una pareja decide tener un hijo, ponen en él las expectativas y esperanzas de un futuro diferente y mejor, pasan días y noches pensando en todas las cosas que harán, que le enseñarán y hasta que dirán para cada acontecimiento importante.

Diferentes mundos. [Mello x Near]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora