Experiencias

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Tal y como pasó en aquella primera vez que nos habíamos encontrado, en el momento en que me di cuenta de lo que estaba pasando, su mano atravesó la mía.

—¿Por qué...? ¿Cómo puedes hacer eso? —Le exigí, la ansiedad sumada a lo que ya estaba sintiendo jugando en mi contra completamente.

—Ni siquiera yo lo sé, pero quizá pueda ser bueno —dijo, mirando detenidamente su mano, como si esta le fuera a dar las respuestas que ambos buscábamos.

—¿Qué tiene de bueno? —Pregunté, dando unos pasos lejos de él como burda manera de protección.

—Soy la primera persona que ha podido verte y estoy segura que la primera que puede tocarte —dijo, levantando la mirada para verme —. Puede que pueda ayudarte de alguna manera.

Quizá era mi miedo, quizá era mi angustia o quizá era la combinación de ambas, pero sentí, en ese momento que aquella idea era lo más disparatado que había escuchado en toda mi vida o muerte, no había una razón, un porqué del por qué debería siquiera intentar tener contacto con él—. No tiene sentido,

Mello dejó entonces salir un pesado suspiro, de seguro le decepcionaba mi negativa, pero yo en el fondo esperaba que me entendiera, por lo menos un poco—. Ya veo.

Con eso se levantó y apartó de la mesa, caminando con su Beagle detrás hasta la cocina para preparar lo que iba a comer, dejándome sumir en el silencio que en ese momento me confortaba. Sabía que le había hecho enojar, que probablemente ahora estaba arrepintiéndose de si quiera pensar en ayudarme, pero estaba asustado y no podía solo ir y pedir perdón.

Interactuar con las cosas seguía sonando a un total disparate sin nada benéfico, el poder tocar cosas o moverlas no me iba a traer de vuelta a la vida y tampoco era como si sonara a algo necesario para que pudiera encontrar el camino para partir, sonaba más a algo que usaría para hacer travesuras y, aunque era algo diferente de vez en cuando, no era algo en mi lista de prioridades.

¿Qué tal si no era así?

Conforme la ansiedad empezaba a bajar un poco de nivel y el pánico iba abandonando mi cuerpo, dejándome débil y como si no tuviera huesos, me encontré a mí mismo pensando en qué había sentido cuando tocó mi mano, además del pánico, claro está.

Mi piel no era cálida, no podía sentir ese calor característico que te da la sangre corriéndote por las venas, no había calor o fuego que me hiciera sentir ese calor reconfortante en un día frío, pero la mano de Mello era cálida y me transmitía esa calidez, aunque fuese por solo unos segundos. El interactuar con algo, en realidad, me hacía sentir bien.

Me estaba volviendo loco, ¿verdad?

—¿Por qué me ayudaría? —Pregunté a la nada, no esperando realmente que me contestara después de lo que le había dicho y cómo lo había hecho sentir.

—Porque es salir de tu zona de confort, —su voz, sorpresivamente, dijo desde la cocina—. Evitas tocar a las personas, a las cosas, el intentar hacerlo sí cambia las cosas.

En eso sí tenía algo de razón, pero el pensar en ello aún me aterraba. Cuando me movía por las calles evitando tocar a todo mundo y cuando interactuaba con objetos era muy diferente, quizá podría darle una oportunidad.

No, esto era una locura.

—Mínimo piénsalo —Mello dijo de nuevo, haciéndome levantar la mirada para verlo—. Y decían que yo soy el terco.

¿Quién lo llamaba terco? No lo sabía, pero decidí no preguntar y enfocarme mejor en mis propios conflictivos pensamientos, ¿sería bueno? Ciertamente, y como lo había pensado antes, ya no tenía nada más que perder, pero sí mucho que ganar.

Diferentes mundos. [Mello x Near]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora