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Tan pequeño.
Tanto que ni siquiera puede ser visto por otros; tanto que vive con el eterno temor de ser pisoteado por aquellos más grandes.

Cada vez que mira hacia arriba piensa en lo que cálido que debe ser estar tan cerca de esa estrella dorada. De la tranquilidad que debe causar las caricias de la brisa y la calma que debe sentirse al estar en compañía.

Porque para los pequeños abajo siempre está helado. El frío siempre llega al alma y a los huesos. No hay brisa, solo tornados que arrasan con todo a su paso y no hay compañía; es tan solitario.

Tan solitario, pero tan abrumador. Gracias a las risas de los más grandes, los pequeños no son capaces de escuchar sus lamentos. No son capaces de dar una caminata por el espacio que los otros ocupan, ni son capaces de llorar porque el llanto ajeno ya causó diluvios.

Tan pequeño. Tan solo y tan frágil. Un mundo tan grande, brillante y cálido, pero ¿Por qué no puede ser parte de este?

Un té para llevar | Escritos |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora