Un té para llevar | Escritos |

019.

Al igual que una ráfaga de luz, como el viendo que cruza mi ventana cada noche y me eriza la piel. Así de efímero, así de breve, así de simple. Tu recuerdo viene a mi mente, expone a mi cuerpo y alma, dejándolos a la deriva.

Me oprime el pecho, detiene mi respiración y me nubla la vista; me ciega. Muestra aquello que creí haber desechado, aquello que di por perdido y olvidado; pero que siempre vuelve. Vuelve a momentos, vuelve con la luna, vuelve con el cielo, vuelve con las flores y las estrellas.

Siempre vuelve a mí. Pienso que es cada vez más ligero, pero me sigue asfixiando del mismo modo, al igual que el primer día. Me deja sin aliento, pero estoy aprendiendo a retomar el aire.

Estoy aprendiendo a respirar otra vez, estoy aprendiendo a vivir con el frío. Dejé de tener miedo a ser expuesto y ahora abrazo a mi ser, abrazo a mi sentir y a mi soledad.

Abrazo a tu recuerdo, abrazo a lo que fui y a lo que fuimos.

Ahora tan solo cierro mis ojos y respiro. Me hace entender lentamente que no es necesario un olvido, que puedo abrazar aquello a lo que a mi corazón añora y dejarlo ir.

Seguiré durmiendo con el viento cruzando a mi ventana, miraré al cielo y recibiré todo aquello entre mis brazos. Aunque me nuble la vista, aunque se robe a mi llanto y me deje sin aliento.