Capítulo 24

42 18 12
                                    

 | PASIÓN DESBORDANTE |

Las palmas de mis manos sudaban como si estuviera a punto de pedirle una cita a la chica que me gustaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las palmas de mis manos sudaban como si estuviera a punto de pedirle una cita a la chica que me gustaba. Simplemente, patético.

Adopté una postura firme y toqué la puerta esperando ansiosamente. Comprobé mi vestimenta una vez más y puse mi mejor cara de serenidad, como si no me importara nada de este maldito mundo. Era una mierda esto de las citas, a decir verdad, pocas veces me había enfrentado a una y menos que me habían invitado a una cena en su casa, solos los dos, o eso esperaba.

Antes de que pudiera arrepentirme, la estructura de madera se abrió y me permitió tener la vista de la mujer que se había colado en lo profundo de mi ser. Tuve que tragar saliva cuando la vi envuelta en un vestido esmeralda que se entallaba perfectamente a su cuerpo y llegaba a unos centímetros por encima de sus rodillas, con un escote profundo y mangas que envolvían sus brazos con delicadeza. Llevaba su largo cabello suelto en ondas que serpentean por su cintura. Su boca lucía sensual con un llamativo labial rojo, y sus ojos se veían mucho más hermosos y brillantes con ese maquillaje sutil y sus pestañas negras y rizadas.

Mi corazón latió fuerte al ver tanta belleza que deseaba que fuera mía por siempre.

— ¿Quieres pasar o te quedarás toda la noche ahí? — preguntó con sorna, viendo que casi la desnudaba con la mirada.

— Buenas noches, Amelia — me acerqué, ignorando completamente su comentario, e invadí su espacio personal embriagándome de su adictivo aroma hasta estar en mi lugar favorito, cerca de aquel que sabía que la ponía nerviosa.

— Estás preciosa — susurré en su oído, contemplando con satisfacción cómo todos los bellos de su nuca se erizaban y su ritmo cardíaco aumentaba. Todo en ella gritaba la química que había entre nosotros. Me encantaba cómo su cuerpo reaccionaba a mí, cómo se estremecía entre mis brazos.

Ella carraspeó queriendo olvidar los sentimientos que la asaltaban y dio un paso atrás.

— Está haciendo mucho frío, deberías entrar o te congelarás — dijo tratando de no lucir nerviosa, para luego darme paso a mí y cerrar la puerta. Sonreí para mis adentros. No me importaba que ella ya supiera de mis sentimientos. No podría negarse a esto que nos llamaba con desesperación.

— ¿Tus compañeros están aquí? — pregunté deseando una respuesta negativa.

— Sara decidió acompañar a Pablo en el hospital con Amber. Y George se fue hace unas horas, parece que no regresará esta noche — me explicó mirándome con esos fascinantes iris.

Al parecer, la suerte estaba de mi lado esta noche, y no la desaprovecharía.

— La cena ya está lista — volvió a mencionar cuando vio que me quedé absorto en ella. No dije nada y solo dejé mi abrigo en la entrada, para seguirla hacia el comedor, donde había algunas velas encendidas, un par de copas y vino. Me sorprendí por lo bien que se veía todo, pero no podía esperar menos de ella.

Enigma De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora