Capítulo 21

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 | DESAFÍOS REPENTINOS |

Toqué la puerta con desesperación; un presentimiento me asaltaba con rudeza

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Toqué la puerta con desesperación; un presentimiento me asaltaba con rudeza. Mi instinto me reprendía una y otra vez por haberla dejado desprotegida, por ser preso del rencor que corre por mis venas hacia Fatmir, antes de siquiera imaginar que ella estaría en peligro nuevamente. Mis nudillos ardían al golpear con rudeza contra la madera, pero poco o nada me importaba el dolor que me causaba. Era prisionero del instinto primitivo que buscaba con ansias calmar el fuego que se extendía en mi interior. Su nombre era lo único que se repetía en mi mente, rogándole a todos los dioses que ella se encontrara a salvo.

De repente, la mujer por la cual estaba alterado hasta la médula salió con su rostro teñido de preocupación, y yo solo podía fijarme en que estaba en una sola pieza, sin un rasguño más que sus costillas, que aún se encontraban en recuperación. Escuché unas llantas detenerse a mis espaldas, pero ese hecho pasó desapercibido para mí cuando me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos, atrayéndola hacia mi pecho. Aspiré la fragancia de su cabello mientras trataba de regular el brusco bombeo de mis latidos.

Ella se quedó quieta, permitiéndome abrazarla sin rezongar, aunque noté cómo su cuerpo se tensaba ante mi atrevimiento, y más aún al notar la presencia que contemplaba mi arrebato con la boca entreabierta, sin entender lo que sucedía aquí.

Me separé de Amelia, sintiéndome un tanto incómodo por la situación, y ella aclaró la garganta, evitando que su cuerpo detonara con severidad el nerviosismo que la asaltaba.

— ¿Interrumpo algo? — interpeló mi acompañante con tono fastidiado e irónico.

¿Por qué dejé que este imbécil viniera conmigo? Debí enviarlo a la estación.

Amelia se disponía a responder, pero me adelanté con fingido desinterés. No podía permitir que los rumores crecieran, incluso cuando él ya había visto suficiente. Si Kadarja se enteraba de que mi relación con ella iba más allá de lo profesional, no dudaría en sacarme del caso por incumplir su estúpido código ético.

— La señorita se encuentra bien, Ivanov. No deberíamos descuidar nuestro trabajo — pasé por alto su pregunta y me concentré en enviarle un mensaje implícito que no alarmara a la mujer a mi lado.

Él me observó con los ojos entrecerrados, sin creerme ni una sola palabra, y mucho menos después de lo que acaba de presenciar. Ya debía tener muy claro que ella no era cualquiera para mí, y eso hizo que mis puños se apretaran, esperando su amenaza. No obstante, me sorprendió asintiendo con la comisura de su labio levemente más levantada y una mirada maliciosa, que cambió por completo el panorama de hace tan solo unos segundos.

— Teniente, debería tener más cuidado; las verdades ocultas tarde o temprano se desvelan — canturreó, alertando todos mis sentidos. No quedaba rastro del tipo que, hace tan solo unos minutos, se comportaba como mi aliado.

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