Capítulo FINAL

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| SECRETOS DESENTERRADOS |


El tiempo se evaporaba sin dejar rastro, y los días y las noches pasaban mientras me dedicaba a la misma rutina: trabajar y cuidar de Azriel hasta que estuvo fuera de peligro y su médico consideró oportuno continuar el tratamiento en casa

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El tiempo se evaporaba sin dejar rastro, y los días y las noches pasaban mientras me dedicaba a la misma rutina: trabajar y cuidar de Azriel hasta que estuvo fuera de peligro y su médico consideró oportuno continuar el tratamiento en casa. Él más que nadie lo agradeció, aunque deseaba volver a su trabajo. Era adicto a ello; la pasión y el esmero con los que había luchado durante años lo llevaban a estar siempre más involucrado en su ámbito profesional que en su vida personal.

Por otro lado, mis días eran tormentosos. La mayor parte del tiempo estaba en piloto automático, siendo un manojo de nervios. El miedo irracional había regresado. No me sentía segura en ningún lugar. No sabía si Markus sospechaba que recordaba su rostro o si Amber había dejado aquella carta. No me sorprendería que intuyera todos mis pasos; él me vigilaba, estaba atento a mi alrededor. Aunque las cosas estuvieran calmadas y las notas y amenazas no regresaran, algo me decía que Markus estaba tranquilo con todo apuntando hacia un único responsable que estaba muerto.

Contemplé el panorama helado y armonioso. El frío siempre había sido mi mejor amigo, y la calma me reconfortaba. Era lo que más me encantaba de mi oficina; en todos estos meses, nunca me aburrí aquí adentro. Disfruté de cada segundo sin pensar en un final. Solo faltaban unos pocos minutos para que mi turno terminara. Las horas habían estado apaciguadas, sin ningún inconveniente perturbador, con pacientes que venían para la revisión continua de su tratamiento. Entre ellos, me sorprendió la visita de Liriana Stamati, quien estaba más controlada y pacífica, como si su trastorno no existiera. También me alegró saber que la relación con su padre había mejorado, ya que él ya no la escondía y apoyaba un poco más su tratamiento.

Obligué a mi cuerpo a moverse nuevamente hacia mi escritorio para tratar de concentrarme en algunos informes y detalles que hacían falta, aunque parecía ser una tarea imposible. Mi cabeza daba vueltas una y otra vez a una idea descabellada que había surgido en los últimos días: revelar la verdad por mi cuenta, enfrentar al padre de Azriel y conseguir las pruebas suficientes para implicarlo. Necesitaba que él confesara, e Ivanov no estaba siendo de utilidad. Trató de investigar, pero no hay rastro alguno, ni siquiera cuenta con un historial criminal o alguna detención. Todo estaba absolutamente perfecto para hacerlo lucir como un ciudadano ejemplar. Y yo no podía estar menos de acuerdo; un presentimiento me asaltaba continuamente, había mucho más detrás de lo que podía imaginar.

A veces odiaba esconderle aquello a Azriel, pero no sacaba la valentía suficiente para confesarle que su padre podía ser un asesino. Tampoco podría vivir siempre con ese peso sobre mis hombros; así que tendría que hallar respuestas a costa de mi integridad.

Organicé rápidamente las hojas regadas por mi escritorio, guardé los documentos importantes y apagué la computadora. Estaba decidida: iría a confrontar la realidad. Me deshice de mi uniforme y alcancé mi abrigo junto con mi bolso justo en el momento en que el reloj marcó la hora exacta de mi salida.

Enigma De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora