Soy de las típicas personas que no les gusta mucho navidad, y desde hace bastante tiempo que en la familia se celebra pues con menos ganas que cuando éramos más pequeños. Una tarde Carlos me dijo de ir a dar una vuelta para ver las luces de navidad, me parecía un muy buen plan porque al final me vendría muy bien para después del trabajo y más en esta época que parecía que el trabajo nunca acababa.
Mirábamos las luces y la verdad es que me encantaba verlas pero desde hacía mucho tiempo que no decoraba la casa.
- ¿Ya tienes el árbol montado? - preguntó Carlos cuando entramos en una tienda de decoración.
- No me gusta mucho la navidad - dije mientras que miraba cada detalle que había en la tienda.
- ¿Ni siquiera el árbol? - preguntó cogiendo una caja de bolas.
- Nada de nada - dije y me apoyé en su brazo mientras seguíamos mirando la decoración de aquella tienda tas espectacular en el centro de Viena.
- No puede ser - dijo Carlos y yo reí.
- ¿Tú puedes ser contratado para ser de árbol? - pregunté y lo miré.
- Me da a mi que no - dijo y me dio un beso en la frente.
Seguimos viendo tiendas mientras que de una a otra la nieve se estaba empezando a apoderar de la ciudad.
- Ahora vengo - dijo cuando entramos a una tienda.
Yo seguí mirando las cosas para llevarme aunque sea algún detalle para mi casa y llevarle algo a mis padres y a mis abuelos.
- Ahora si puedo ser tu árbol de navidad - dijo Carlos apareciendo vestido de árbol.
Comencé a reírme porque ni él mismo entendía la situación que estaba pasando.
- Este árbol si me gusta y mucho - dije y le di un beso.