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Dazai se encontraba en su habitual estado de aburrimiento cuando recibió la llamada de Mori. Con una expresión indiferente, se dirigió a la oficina del jefe, ignorando las protestas de los guardias en la puerta. Al entrar, se encontró con Mori ocupado pintando con Elise.

–  ¿Por qué me has llamado, Mori-san? — inquirió Dazai, con su habitual tono de desinterés.

Mori dejó de pintar por un momento y suspiró antes de explicar la naturaleza de la nueva misión. Dazai escuchó con atención, aunque no pudo evitar sentir un ligero fastidio cuando Mori mencionó que la llevaría a cabo junto a Chuuya.

– Entiendo — respondió Dazai, tratando de ocultar su molestia. Se despidió de Mori y salió de la oficina, con la mente ahora llena de pensamientos sobre su próximo trabajo en equipo con Chuuya.

Intentó llamar a Chuuya, pero el celular del pelirrojo no respondía. Decidió buscarlo por toda la mafia, pero no tuvo suerte. Finalmente, optó por dirigirse al departamento de Chuuya. Al llegar, tocó el timbre repetidamente, pero no obtuvo respuesta. Sin embargo, algo le decía que debía entrar.

Con cuidado, abrió la puerta y se adentró en la oscuridad del lugar. La falta de luz no lo detuvo, y se dirigió directamente a la habitación de Chuuya, guiado por la memoria de las veces anteriores que había visitado el lugar.

Al abrir la puerta, se encontró con una escena inesperada. La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz que se filtraba por las cortinas entreabiertas. 

El ambiente en la habitación de Chuuya era tranquilo, solo interrumpido por el suave murmullo de su respiración mientras dormía. Dazai se acercó con cautela, observando al pelirrojo recostado en la cama, su rostro enrojecido por la fiebre. Una preocupación instantánea se apoderó de él, y sin pensarlo dos veces, llamó su nombre en un susurro.

– Chuuya... Chuuya, despierta — murmuró Dazai, pero no hubo respuesta. Al colocar su mano en la frente de Chuuya, sintió el calor febril emanando de su piel. Decidió que no podía dejarlo solo en ese estado y, aunque una parte de él quería seguir adelante con la misión, la otra no podía ignorar a su compañero en tal situación. Con un suspiro resignado, decidió quedarse y cuidar de Chuuya.

Buscó paños y los humedeció con agua fría, colocándolos con cuidado en la frente del pelirrojo para ayudar a bajar su fiebre. Permaneció a su lado, vigilándolo de cerca, mientras esperaba que la temperatura de Chuuya comenzara a ceder.

Con el tiempo, la fiebre de Chuuya pareció estabilizarse un poco, lo que le permitió a Dazai concentrarse en otras tareas para ayudarlo a recuperarse. Preparó una sopa reconfortante y buscó las medicinas necesarias en el botiquín. Una vez que todo estuvo listo, se aseguró de llevarlo a la habitación de Chuuya en una bandeja.

Al entrar en la habitación, la luz tenue iluminaba la figura de Chuuya, quien yacía sereno en la cama. Dazai no pudo evitar detenerse un momento para observarlo. A pesar de su estado enfermizo, Chuuya irradiaba una extraña belleza que capturó la atención de Dazai. Sus cabellos rojos destacaban vibrantes contra las sábanas blancas, y sus mejillas sonrojadas parecían resaltar aún más su apariencia. Los labios de Chuuya, ligeramente entreabiertos, tenían un tono rosado que los hacía irresistiblemente tentadores.

Un pensamiento se insinuó en la mente de Dazai, un pensamiento que había mantenido oculto durante mucho tiempo. Se dio cuenta de que, a pesar de las circunstancias y de la distancia que habían mantenido entre ellos, Chuuya despertaba algo dentro de él que no podía ignorar. Un sentimiento cálido y confuso que había estado enterrado bajo capas de indiferencia y desapego.

Justo cuando estaba a punto de acariciar su cabello, Chuuya se despertó de repente, mirando a su alrededor con confusión y desorientación. Dazai retiró rápidamente la mano, sintiendo el rubor subir por sus mejillas.

I REGRET (SOUKOKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora