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Después de aquella llamada, Chuuya se sentía profundamente inquieto. Habían pasado ya cuatro años desde que dejó Yokohama, y regresar significaba enfrentar su pasado, aquel dolor que él mismo había causado a la persona que juraba amarlo. Una semana había transcurrido desde que Kouyou le dio esa noticia; ahora se encontraba armando las maletas, guardando cada pertenencia y asegurándose de no olvidar nada. Fue entonces cuando encontró una cajita de terciopelo. Aquel día la había arrojado a la basura, pero algo le impulsó a recogerla, y mientras acariciaba aquel objeto como si fuera lo más preciado, recuerdos dolorosos inundaron su mente.

Chuuya estaba atrapado en una espiral de pensamientos turbulentos mientras intentaba desesperadamente apartarlos de su mente. Después de un arduo esfuerzo, finalmente logró alistarse. Cada movimiento se sentía mecánico, como si estuviera repitiendo una rutina que conocía demasiado bien. Con un suspiro, se dirigió hacia la salida, donde fue despedido por varios de sus subordinados.

Subió al auto mientras su mente estaba en otra parte. El camino hacia el aeropuerto parecía interminable.

Al llegar, Chuuya se sintió abrumado. Sin embargo, se obligó a avanzar.

El proceso de abordaje transcurrió sin contratiempos. Chuuya se instaló en su asiento del avión, buscando refugio en la música que resonaba en sus oídos a través de los audífonos. Cerró los ojos, dejándose llevar por las melodías mientras el avión surcaba el cielo.

El sueño lo envolvió en su abrazo reconfortante, y Chuuya se sumergió en un estado de semi-consciencia. Después de varias horas fue despertado abruptamente por la voz en la megafonía anunciando que habían llegado a Yokohama. El corazón le latía con fuerza, la ansiedad amenazando con abrumarlo.

Al salir del avión, Chuuya recogió su maleta con gesto mecánico, sus ojos escaneando nerviosamente el área en busca de señales familiares. Fue entonces cuando los vio: un grupo de hombres de la mafia, parados en silenciosa expectativa. El reconocimiento instantáneo hizo que su corazón se acelerara aún más.

Se acercó al grupo, saludándolos con un gesto de la cabeza antes de subirse al auto que lo esperaba. Durante el trayecto hacia la sede de la mafia, el peso del pasado parecía aplastarlo. La familiaridad de las calles de Yokohama solo servía para avivar los recuerdos dolorosos que había intentado enterrar durante años.

El auto se detuvo frente al imponente edificio que servía como sede de la mafia. Chuuya salió del auto, y les ordenó a sus subordinados llevar su equipaje a su departamento. Posterior a esto se adentró al lugar, Chuuya se dio cuenta de que nada había cambiado. El lugar seguía siendo tan ajetreado como lo recordaba. Varios de sus antiguos colegas se acercaron a él para darle la bienvenida con respeto. Mientras caminaba entre los pasillos familiares, una voz conocida lo llamó desde atrás. — ¿Chuuya-san?

Chuuya se volteó para ver quién lo llamaba y se encontró con Akutagawa. El joven parecía haber crecido desde la última vez que lo vio. ¿Qué había comido para crecer así de alto? Pensó Chuuya mientras observaba a Akutagawa, acompañado por su hermana menor Gin e Higuchi.

– Chicos ¿Cómo han estado? — saludó Chuuya con una sonrisa.

Gin parecía sorprendida al verlo. —  Estamos bien, por cierto ¿Cuándo regreso, Chuuya-san? — preguntó ella.

– Hace apenas unos momentos — respondió Chuuya. Luego, recordó repentinamente su deber de informar a Mori sobre sus actividades en Francia. "Debo presentarme con el jefe", murmuró para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que los demás lo escucharan.

Los tres subordinados se miraron nerviosos entre ellos mientras escuchaban las palabras de Chuuya. Akutagawa intervino rápidamente — Será mejor que lo haga más tarde, Chuuya-san. Debería descansar primero.

I REGRET (SOUKOKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora