Capítulo 12

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Kyoko-san adoraba la jardinería. Los días que llegaba a estudiar con Osamu luego de la universidad ella siempre estaba en medio de su jardín, con una sonrisa y tarareando una melodiosa canción de cuna.

De frente a la casa de los Miya podía comprobar que el amor de la madre de Atsumu por su jardín no había acabado con el tiempo.

Los árboles seguían igual de frondosos agitando sus hojas mostrandola toda la vitalidad que podrían.

En realidad la casa de los padres de Atsumu y Osamu no tenía muchos cambios. El color seguia igual, las flores del jardín eran iguales y la entrada rodeada del pasto daba una cálida bienvenida.

Ver la casa era recordar el último día que pude estar con la persona que más amor me entrego sin siquiera ser de mi sangre. La madre de Atsumu. Kyoko.

Kyoko-san era una mujer amorosa, con mucha paciencia, un gran sentido del humor y una voz autoritaria en los momentos precisos. Las cualidades necesarias para aguantar a los gemelos Miya.

Recordaba perfectamente la manera en que me acogió en su casa y permitía que pasará gran parte del tiempo con Osamu luego de la universidad.

Mi madre solía darme muchos problemas para estudiar en casa dado que no entre en la carrera que ellos escogieron.

Kyoko no era perfecta. Estaba lejos de serlo. Pero era muy amorosa y siempre se disculpaba por los errores que cometía.

Toqué el timbre dejando de lado el nerviosismo y esperé. Atenta en la entrada a qué la puerta se abriera.

¿Cómo de diferente se vería?.

Escuché la puerta abrirse y sentí mi mano apretarse alrededor de la correa de mi cartera. Estaba finalmente sucediendo.

-¡Buenas tardes!-oí su voz y la escanee. El cabello castaño con algunas canas más que la última vez, mucho más corto y su ropa de casa, un pantalón holgado con su camisetas de cuadros. Mis ojos se humedecieron-¿Necesita algo?.

Se acercaba y yo me sentía temblar.

Una mezcla de vergüenza con nostalgia.

Vergüenza por haber privado que nuestra relación continuará.

Nostalgia porque verla era retroceder el tiempo a buenos momentos.

-Kyoko-san-logré sacar de mis labios-Soy...

-¡Haru!-gritó deteniendo su caminata y llevando sus manos a su boca sorprendida-¡Eres Haru!-asentí intentando evitar que las lágrimas salieran de mis ojos.

No esperaba que solo ver a Kyoko-san me genera un revoltijo de emociones tan grandes.

La decisión de venir la tomé antes de irme a dormir el día en que compartí mi almuerzo con Daiki y Atsumu.

Ella era como una madre para mí y quería pedirle perdón por haberme alejado de ella a pesar de todo el cariño que siempre compartimos.

-¡No puedo creer que estás aquí!-volvió a caminar mucho más acelerada con una sonrisa impresa en su rostro. Se veía como una sonrisa genuina.-¡Estoy tan sorprendida de verte!.

Terminó de caminar y abrió la pequeña puerta de la entrada de su casa que nos separaba y me tiró para abrazarme.

-Haru querida te extrañe mucho-susurró en mi oído.

-Yo tambi-én te-te extrañe Kyoko-san-dije antes de marcarme a llorar como una niña mientras correspondía a su abrazo.

Sentí la fuerza con la que me apretaba y aunque era unos centímetros más pequeña, era yo la que me sentía como una niña.

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