Capítulo 35

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"La vida es un lienzo en blanco, está en nuestras manos decidir que pinceladas le daremos y que colores utilizaremos para pintarla" Nayeli Cruz

Liam Kozlov

Tres meses después

—Oye, linda, ¿Crees que Sara se vuelva loca si adopto un Golden? —pregunté mientras me acostaba en el sillón y ponía los pies arriba. Ella suspiró.

—No. No lo creo. Ella te ama y aceptará todo de ti.

Le di una miradita antes de volver a mirar el techo.

—Bien.

—Liam, ¿por qué sigues viniendo? Ya estás estable. Dejaste de culparte de todo, ya no te cuestionas las cosas, dejaste de autolesionarte hace tiempo, dejaste de usar droga, ahora eres feliz. Llegamos al punto en que te dije que solo debías venir si era necesario, como un ataque de ansiedad o de pánico. ¿Ha sucedido?

—No —me limité a decir.

—¿Entonces?

Suspiré y la miré— Tengo miedo de recaer, ¿ok? A veces me pongo a pensar en eso y pues me lleva a pensar en lo otro. ¿De verdad crees que estoy bien?

—Lo estás, Liam —reafirmó con una sonrisa—. Deja de ver cosas donde no las hay.

Hice un puchero y ella sonrió.

—Me hace falta echar chisme contigo.

—La terapia no es chisme, Liam.

—Buenoooooo, pero en cierto punto lo fue. O me equivoco, porque la parte donde me preguntabas por Max no era parte de la terapia —sus mejillas se tiñeron de rosa y fue tan adorable.

—Ya, pero de verdad. Si quieres hablar con alguien, solo dime, pero iremos a un café y hablaremos como amigos, no como tu psicóloga. Solo intenta seguir con lo de siempre, escribe tu día a día y disfruta, no te niegues a sonreír verdaderamente.

—Porque no hay nada más bonito que ver una sonrisa verdadera en mi rostro... —terminé por ella.

—Sí. Ahora saca tu culo de mi consultorio. Y mándame un café con leche con alguien.

Me levanté y le hice un saludo militar.

—Sí, jefa.

—Niño loco —dijo mientras se reía. Salí de su consultorio con una sonrisa.

Ella había tenido una conversación con nosotros, diciendo que por cuestiones éticas ella no podía ser nuestra psicóloga, porque ya no nos veía como alguien en particular. Nos había tomado cariño, y según dijo, eso no era ético y no podía continuar. Ale y yo nos negamos, nos sentíamos muy bien con ella, no necesitábamos a alguien más que se traumatizara con nuestra mierda.

Linda se intentó negar por unos días, pero al final tuvo que aceptar porque nosotros no queríamos ir a donde ninguno de sus colegas.

Salí del edificio; mi todoterreno y la camioneta con mi guardia esperaban en la entrada. Bueno, no era de mi agrado tener seguridad, pero Alek había insistido en ponernos un guardia a todos, incluso su perro Chéster tenía su propio guardia.

—Buenas, joven —habló Raian, el hombre tenía creo que un poco más de treinta años. Me caía bien, era amigable y amaba a su hija Arabella, que tenía TEA (trastornos del espectro autista). Una niña tan adorable. Sara le enseñaba a bailar ballet; la pequeña era una consentida.

Él y su esposa con su niña vivían en la casa de seguridad a una distancia prudente de nuestra casa. Los otros guardias que cuidaban de la casa y los que cuidaban a Sara también tenían su propia casa, aunque ella solo creía que Marlon era su único guardia, dos más los siguen siempre a donde van. No era muy fan de tener tanta seguridad a mi alrededor; nunca lo fui realmente. En mi departamento, nunca tuve un guardia. Siempre era yo y solo yo. Me sabía cuidar solo, a menos que no me estuviera autodestruyendo.

Lazos Tentadores (+18) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora