Capítulo 11

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No pudo calmarse, pero al menos dejó de llorar.

Ahora estaba congestionado, con los ojos rojos e hinchados, y la nariz le escocía, pero siguió trabajando.

Golpes en la puerta llamaron su atención.

Un hombre alto de cabello castaño entró, mirándolo con algo muy parecido a la lástima.

No reaccionó, pero algo en su cabeza hizo ruido.

¿De dónde conocía a ese tipo?

– Toma – le extendió un paquete de pañuelos desechables.

Jeno tomó uno y sacudió su nariz sin dejar de mirar al otro.

– Debiste quedarte en casa, hombre – hizo una mueca – me dijiste que ibas a estar bien –

– Lo estoy – respondió con la voz congestionada.

– No. No lo estás – se dejó caer en la silla de enfrente – ¿por qué insististe tanto en que podías actuar como si nada? Yo habría entendido... –

– No es lo que crees – interrumpió con un susurro – sólo... me siento sobrellevado –

El tipo entrecerró los ojos.

– ¿Seguro que no tiene nada que ver con la boda y con el hecho de que vas a ver a todos sus ex con sus respectivas parejas mientras tú sigues solo? –

– Si lo pones así... – rió, negando con la cabeza – en realidad... la cosa es que hoy me di cuenta de que todas las decisiones que tomé han sido incorrectas. No importa cuántas oportunidades tuve para hacerlo mejor. Sigo jodiéndolo – sorbió su nariz – y ahora debo aceptarlo y seguir como si nada por que no tengo opción, pero es mucho más difícil de lo que parece si ni siquiera sé lo que pasó con mi vida en los últimos años – cubrió su cara con ambas manos – no sé qué hacer –

Antes de que lo notara, ya estaba hecho un mar de lágrimas de nuevo.

Y frente a un desconocido, Dios. Era un desastre.

No ayudaba nada que el otro sujeto no estuviera diciendo nada. Sólo lo miraba con una especie de compasión que le hacía sentir más arruinado.

– Sé que soy el menos indicado para decirte esto – habló al cabo de un rato – pero tienes que ser fuerte. Lo que pasó con tu vida no es tan malo como lo parece hoy. Sí, pasaron algunas cosas malas, pero esas son las que debes tomar en cuenta para no cometer los mismos errores una y otra vez – suspiró – y no sé cómo va a sonar esto, pero yo estoy muy agradecido contigo – rió bajo – si Renjun no hubiera venido tantas veces a gritarte, yo nunca lo hubiera conocido –

Jeno se tensó y, lentamente, levantó la mirada.

El tipo llevaba una argolla. Apenas lo notó.

Sintió como la bilis subió pero, cuando estuvo a punto de vomitar, se obligó a respirar.

– Apestas dando ánimos – dijo con la voz enronquecida.

– Siempre dices eso – rió incómodo – te haría bien tomarte el resto del turno. Puedes regresar a casa, si quieres. No voy a descontarte el día – se levantó, caminando a la salida – y recuerda que tu vida no se acaba hoy. Tómalo como un empezar desde el principio – dijo antes de salir.

Jeno quiso llorar otra vez por que, después de todo, eso era.

Empezar desde el principio.



Decidió tomar la palabra de su jefe y marcharse a casa.

No tenía ganas de nada, y estaba seguro que los otros empleados escucharon su crisis, por que ahora nadie le devolvía la mirada.

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