Capítulo 08

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Sonrió complacido tan pronto abrió los ojos y encontró su mesa de noche.

Estaba en su casa. Su bendita casa.

Nunca pensó que adoraría tanto ese lugar como lo estaba haciendo ahora.

Casi entra en pánico cuando se dio cuenta de que el otro extremo de la cama estaba vacío, pero recuperó su estado de ánimo en cuanto escuchó el ruido en la cocina, y el sonido de la música suave.

Por fin. Estaba en su hogar.

Animado, se levantó, se duchó, y se puso guapo. Su amor tenía que verlo en su mejor forma.

Y cuando bajó la escalera y lo encontró cocinando, su cuerpo se heló.

El otro le miró con cariño y sonrió cálidamente para él.

– Buenos días, corazón – se acercó a besar sus labios – siéntate. Ya casi está –

Jeno no podía moverse.

¿Qué estaba haciendo Renjun ahí?


Gracias a todo, Renjun seguía teniendo la costumbre de hacer la mayor parte de la conversación.

De ese modo, luego del desayuno y una breve inspección a su casa, descubrió que se había terminado casando con él.

¿Pero por qué? Jodidamente no había regresado en el tiempo para eso.

No era que le molestara. Renjun también le gustó en su momento, y claro que no habría tenido problema en invitarlo a salir si la oportunidad se hubiera dado pero, ¿y Donghyuck?

¿Qué había pasado con él?

Tenía un mal presentimiento de todo.

– Cariño, ¿recogiste ayer nuestros trajes de la tintorería? –

Jeno lo miró horrorizado.

¿Qué carajo sabía él?

Bastó con un vistazo a su closet para comprobar que, aparentemente, en este matrimonio no se olvidaba de esas tareas.

– Sí lo hice – respondió aliviado, dejándose caer junto al cuerpo de su esposo, que leía una revista echado en el sillón.

Miró alrededor, intentando encontrar indicio de cualquier cosa, pero no había nada.

Todo era igual que antes, a excepción de ese pequeño detalle.

Y luego su respiración se atoró en su garganta.

¿Dónde estaba Jaemin?

¿Él estaba bien?

No era que le importara, pero sabía con certeza que ese habría sido su esposo en otra vida, y necesitaba saber qué había pasado con él también.

– Deja de balancearte – regañó Renjun – estás arrullándome –

– Entonces duerme – sonrió con inocencia.

Duerme y así investigo más.

– No puedo – negó con la cabeza, tallando sus ojos – si duermo ahora, estaré todo hinchado en la boda de Mark –

Jeno se giró a él de golpe.

¿La boda de Mark?

¿La estúpida boda de Mark?

Como si el destino lo escuchara (empezaba a pensar que sí) apareció un recordatorio en su teléfono.

O pensaba que era su teléfono. No podía imaginarse por qué tendría uno blanco.

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