Capítulo 12

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Le tomó alrededor de media hora convencer a Taeyong, pero al final logró que lo acompañara.

Tenía un buen argumento: debía ir a la boda para ponerse al corriente, pero no saldría vivo de esa si iba solo.

Así que, tan pronto dejaron el restaurante donde fue la despedida de Taeyong, ambos se dirigieron al mall y rentaron un par de trajes.

Afortunadamente, Taeyong sabía más que él de cualquier cosa, así que fue él quien los llevó al salón y se encargó de dar detalles de lo que fuera que Jeno tuviera preguntas.

Y tenía muchas.

– ¿Entonces mi jefe se casó con Renjun tan sólo un año después de que me mandara al diablo? –

– Lo tomaste muy bien – dio un sorbo a su piña colada – empezaste a hacer deportes al aire libre –

– Así que fue por eso – susurró, perdiendo la mirada en la pareja.

Renjun lucía lo más feliz que lo vio nunca, colgado del cuello de su esposo mientras bailaban.

– ¿Qué hay de Jisung y Chenle? –

– Felizmente casados y atrapados en Roma. Un volcán lleva una semana en erupción y comprometió su regreso. Tenían una escala en esa ciudad –

– Una lástima. Se estarían dividiendo aquí – rió – ¿notaste que todas las bodas de Mark son iguales? –

– Es tan básico – resopló – yo tendría un carnaval ocurriendo –

– No lo dudo – se burló.

– Afortunadamente no estarías invitado – le sacó la lengua.

– Oh, no – exclamó desinteresado.

– Aguafiestas – gruñó, antes de sisear dolorido – tengo que ir al baño –

– ¿Otra vez? – se quejó.

– Tengo una vejiga pequeña – se levantó pesadamente de su banco.

– ¿No puedes hacer que desaparezca? Ya sabes, como mi futuro –

– Ja-jodido-ja – lo golpeó – ya regreso –

Jeno rió sinceramente por primera vez en todo el día y negó.

No podía creer que esto era su vida ahora, pero al menos ya no se sentía tan ajeno a ella.

Suponía que podía adaptarse.

Aún si ver todo a su alrededor le hacía sentirse mal consigo mismo.

Donghyuck y Mark se veían dichosos, también. Todo el mundo lo hacía.

No pudo más con eso.

Se levantó de la barra, tomó su copa, y salió al jardín. Necesitaba un poco de aire fresco, y confiaba que la maldita cosa endemoniada que era Taeyong lo encontraría a donde quiera que fuese.

Así que ahí estaba. Solitario y nostálgico.

Escuchaba risas y conversaciones a lo lejos, y no sentía ninguna prisa por ir ahí.

No estaba listo todavía.

– ¿Jeno? – llamó una voz tras él – ¿Jeno Lee? –

La voz más melodiosa.

Por un momento, se congeló.

No podía ser.

Y entonces, se giró.

Ahí estaba él. Siendo la única luz en la penumbra en la que se había tornado su presente.

No pudo evitar su respuesta, por mucho que lo intentó.

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