Capítulo 15

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Abrió los ojos y se incorporó de golpe.

Estaba solo en la cama. Inmediatamente comenzó a sentirse ansioso.

Escuchó el agua de la ducha correr, pero con su experiencia, eso podría no significar nada.

Pensó en su próximo movimiento.

Podría irrumpir el baño de algún extraño. O tal vez era Jaemin

Pero, ¿y si no era él? ¿Y si eran Hyuck o Renjun?

También podría investigar de nuevo. Podría ir abajo y comprobar su foto de bodas o la falta de ella.

A menos que no se hubiera casado y ahora llevara la vida de un casanovas, lo que sería... no tan malo, pero no lo que quería.

Tendría que irrumpir en ese baño.

Pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, la puerta se abrió, y de ella salió alguien que secaba su cabello con una gran toalla que no dejaba ver su cara, pero sí su gran argolla, igual a la que Jeno traía puesta. O sea que sí estaban casados.

Luego, el otro porfin retiró la pesada toalla y reveló su rostro.

Su hermoso y confundido rostro.

Jeno se sintió respirar.

– Buenos días – sonrió Jaemin.

No respondió nada.

Se levantó, envolvió los brazos alrededor de su cuerpo, y se fundió contra él.

Jaemin correspondió en un protector abrazo. Como si supiera lo que había pasado. Como si supiera a lo que Jeno se había estado enfrentando por quién sabía cuanto para llegar a él otra vez.

– Cariño – susurró, separándose apenas – ¿estás bien? –

– ¿Me amas? – preguntó con la voz enronquecida.

Jaemin lo miró extrañado.

– Claro que te amo – respondió muy serio, mirándolo a los ojos.

Jeno suspiró aliviado.

– Entonces sí – asintió lentamente – estoy bien –

El otro sonrió también, pero fue más una sonrisa compasiva.

– Sé que es un día difícil para ti – suspiró – quiero que sepas que estaré para ti en todo momento y no voy a dejarte solo por que te amo y mi corazón está contigo hoy y siempre, ¿bien? –

Jeno frunció el ceño.

¿Era hoy la boda de Mark y Hyuck? Y si era el caso, ¿por qué Jaemin le decía esas cosas?

– Estoy bien – aseguró – sólo necesito estar contigo. Nada me hace más feliz –

– Estoy seguro de que podría ser mejor – acarició su rostro – ve a darte un baño. Dejaré tu traje en la cama –

¿Traje? Apenas eran... las 10:03. Lo comprobó en el reloj.

¿Para qué necesitaba un traje a esa hora?

Aún así no protestó. No sabía que era de su vida ahora, pero lo más importante estaba hecho, así que se preocuparía por lo demás luego.

Se duchó en completa calma, vistió formalmente, y no encontró el arreglo floral que debía llevar, pero supuso que esta vez no le habían dado uno.

Cuando bajó la escalera, observó a Jaemin y respiró nuevamente.

Él estaba distraído, bebiendo un café y ocasionalmente escribiendo en su teléfono.

Luego levantó la vista y le sonrió.

Otra vez esa sonrisa compasiva.

¿Por qué? ¿Qué estaba pasando esta vez?

– ¿Estás listo? – preguntó pesadamente.

Jeno frunció el ceño. Caminó hacia él, tomó su mano y dejó un beso en sus dedos.

– Cuando tú lo estés –

Jaemin asintió firmemente.

Por un momento, a Jeno le dio la impresión de ver lágrimas en sus ojos, pero no estaba seguro, y no pensaba que estuviera listo para saber la respuesta si preguntaba.

Su amado los guió a su auto, y condujo en silencio, sonriendo ocasionalmente cuando el otro entrelazaba sus dedos, o besaba sus mejillas, o simplemente le decía cuánto lo amaba.

Si le parecía extraño o no, no dijo nada al respecto. Simplemente lo dejaba ser. Como si tuviera una idea de cuán vulnerable estaba.

Luego, cuando por fin llegaron, Jeno se dio cuenta del por qué.

No estaban en una boda o celebración.

Jaemin aparcó su auto frente a su casa. La casa de su infancia.

La casa de su mamá.

– ¿Que... – susurró inestable, saliendo del vehículo – ¿qué estamos... ¿dónde está mi mamá? – se giró a su esposo, notando cómo este se apresuraba a sostenerlo para que no perdiera el balance.

Y luego notó a un montón de personas vestidos en color negro caminando alrededor, y a algunos otros sosteniendo coronas de flores.

El pánico lo inundó, haciéndole sentirse mareado y perdido.

– Jaemin – lo sujetó con fuerza – mi mamá... –

– Jeno – llamó la suave voz detrás de ambos – aquí estoy, bebé. Todo está bien –

Inmediatamente, Jeno atrajo a su madre en un abrazo, que ella correspondió con cariño.

Había sentido tanto miedo.

Por un momento pensó que...

– Jaemin, querido – dijo ella, sonriéndole al aludido con amabilidad – quédate con él. Voy a acompañar a la señora Park. Dice que el chico está desecho – susurró débilmente.

Jeno se giró a ver a su esposo, y el mismo le indicó el camino a la casa de sus vecinos.

Ahí era a donde toda la gente iba. No a la casa de Jeno.

Inseguro, siguió a Jaemin por el jardín y, justo antes de atravesar el umbral de la puerta, este tomó su mano con fuerza y lo detuvo.

– Escúchame – lo empujó ligeramente del camino, sujetándolo de los hombros – esto va a sonar completamente hueco ahora – sus ojos estaban inundados en lágrimas otra vez, pero no derramaban ni una sola – pero tienes que saber que no iré a ningún lado. Voy a quedarme contigo, porque te amo más que a nadie en el mundo – tomó un suspiro inestable – y que voy a mantenerme todo lo fuerte que me necesites, para que puedas llorar por los dos – dejó un casto beso en su frente – sólo tienes que intentar, mi amor. Sé que es difícil, pero tienes que intentar –

Jeno estaba muy asustado.

¿Intentar qué?

Y antes de que pudiera preguntar, la respuesta llegó a él más pronto de lo que le hubiera gustado.

Alguien abrió la puerta, y ahí estaba.

Rodeado de gente, en medio de donde antes, en años más felices, hubo una sala de estar, un féretro decorado con rosas blancas, y junto al mismo, la foto de quien ahí yacía.

En la imagen estaba sonriendo. Claro que lo estaba haciendo.

Jisung siempre sonreía.

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