Capítulo 16

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Sintió como el tiempo se detuvo, mientras él se dejaba caer de rodillas ante la mirada poco impresionada de todos alrededor, que entendían el duelo.

Jaemin lo abrazó, y le susurraba palabras de aliento.

Cumplió su promesa. No lloró una lágrima. Se mantuvo fuerte.

Con cuidado, lo levantó y lo llevó a una silla cercana, donde de inmediato la madre de Jisung se acercó a dejar una taza de té que Jaemin recibió por él.

Y Jeno no podía dejar de llorar mientras una nueva oleada de angustia lo invadió.

¿Por qué estaba pasando esto? ¿Por qué no había regresado a donde se había quedado?

¿Qué había hecho mal?

Miró a Jaemin y de inmediato lo entendió.

¿Era eso? ¿Era que había tomado un camino diferente con él?

– Aquí estoy – dijo con firmeza – ¿qué quieres que haga, mi amor? Sólo dilo –

– Esto no debía ser así – susurró devastado – tú... ¿sabes como pasó todo? –

– No creo que debas... –

– Por favor – sollozó bajo – por favor. Eres el único a quien puedo preguntar –

El otro se tensó ligeramente antes de asentir.

– Nadie pudo haber previsto que un volcán fuera a arrojar rocas a cientos de kilómetros por hora sobre el aire – sorbió su nariz, manteniendo su semblante con todas sus fuerzas – entiendo lo que dices. Esas cosas no deberían pasar – miró al frente, perdiéndose en ese otro chico que lucía incluso más triste que cualquiera. Que estaba roto – ellos pensaban adoptar bebés después de estas vacaciones, ¿sabes? Por eso fue que las tomaron. Estaban listos –

No podía ser cierto.

Esto no podía estar pasando.

Antes de que Jeno se permitiera perder la cordura, un hombre entró a la sala y comenzó a recitar, iniciando una especie de ceremonia.

Hablando, reflexionando acerca de la vida y la muerte, y lo preciosos que eran los segundos al lado de los que uno ama, y cuán agradecidos deberían estar todos de haber compartido al menos un momento en el plano terrenal antes de tener que despedirse.

Luego, le cedió la palabra a otra persona.

Chenle tenía la mirada perdida antes de aceptar levantarse a hablar.

Había manchas enrojecidas bajo sus ojos llorosos, algunos moretones viejos, y cicatrices casi frescas.

Tenía apariencia tranquila ahora, pero sólo Dios sabía cuanto llevaba sufriendo.

– Gracias por venir – dijo con la voz enronquecida, bajando la mirada al papel que tenía en las manos – yo... llevo varias noches pensando en qué decir hoy. Sabía que iba a tener que hacerlo. Hablar para ustedes, por que todos estamos aquí por lo mismo – sacudió la cabeza – no se me ocurría nada y, hace tan sólo unas pocas horas, entendí el por qué – tomó un profundo suspiro – estoy aquí para despedirme, entonces, tengo que hablarte a ti – tomó con cuidado la fotografía junto al féretro – Jisung. Mi amor –

Jeno sintió la manera en que Jaemin se aferró a él, medio esperando que Jeno comenzara a llorar otra vez.

Chenle por fin levantó la vista, revelando las gruesas lagrimas que resbalaban por su rostro demacrado y lleno de dolor.

– Los últimos días que pasamos juntos fueron los mejores. Tú lo dijiste: fue perfecto – sorbió su nariz – ninguno sabía que nos estábamos despidiendo. Y a pesar de que fue la mejor manera en que te vería por última vez... hoy sé que nunca iba a estar listo para decir adiós. Que no puedo con el dolor que me provoca el saber que nunca más voy a volver a verte, ni a sentir tu calor, ni tus besos. Que a pesar de saber que hay mucha gente conmigo, me siento más solo que nunca – abrazó la fotografía contra su pecho, cerrando los ojos con fuerza – y que incluso si nuestros últimos días fueron perfectos, nunca van a ser suficiente. Nunca te voy a poder olvidar, y esta herida nunca va a sanar por que te amo, y eres la mitad que te llevaste contigo. Por que eres mi alma gemela y allá afuera no hay otro como tú – sollozó – y que me rompe un poco más cada día el saber que nunca pude decirte adiós –

La mamá de Jisung alcanzó a sostenerlo antes de que se desplomara, hecho un mar de lágrimas.

No quería levantarse, o soltar la fotografía.

Seguía encorvado, negando con la cabeza y con los ojos cerrados.

Por que sabía que cuando los abriera, todo el dolor seguiría ahí.

Que Jisung no estaría de regreso aunque llorara toda la vida.

Jeno se levantó, pero Jaemin no lo dejó ir.

– Tengo que hacer esto – dijo lo mejor que pudo – Jisung no querría que lo dejara llorar así –

Por fin, Jaemin lo soltó.

Jeno se aproximó a Chenle y lo obligó a incorporarse para atraerlo en un abrazo protector, arrastrándolo lejos del centro.

– Quiero morir, Jeno – hipó contra la tela de su chaqueta, aferrándose a ella con la mano con la que no sostenía la fotografía de su amor verdadero – no quiero estar aquí sin él –

– Lo sé – aseguró – se que harías lo que fuera por ser tú –

– No – levantó la mirada, encontrándose con sus ojos – no podría. Lo amo demasiado para desearle este dolor que estoy sintiendo yo. Nunca podría hacerle daño – se hundió de nuevo contra él – tan sólo quisiera poder haber hecho algo al respecto. Si pudiera regresar el tiempo, no habríamos subido a ese avión –

Jeno no pudo contenerse más.

– Jaemin – llamó, y el otro de inmediato llegó a él – necesito un momento a solas. Quédate con Chenle, ¿sí? –

– Jeno... –

– Te lo ruego – pidió en un susurro – por favor, por favor déjame ir. Quiero hablar con él. Quiero hablarle a Jisung –

Las lágrimas estuvieron por desbordarse de los ojos de su esposo, pero simplemente asintió, recibiendo en sus brazos al devastado viudo.

Chenle estaría bien en los brazos de su amado. Jaemin era el mejor soporte para cualquiera.

Así que emprendió su camino escaleras arriba y llegó a la que había sido la habitación de su mejor amigo hacía algunos años atrás.

Unos días para él.

Se quedó unos segundos en la puerta, mirando todo alrededor. Intentando absorber su presencia.

Hubo tantas memorias ahí. Pasaron tantas cosas y todo en ese lugar era la esencia pura de su mejor amigo y confidente.

Pero ahora no sentía nada.

No era más que una habitación.

Y una vez más, lloró.

Se arrastró a la cama de Jisung, y tomó la almohada para abrazarla.

– Por favor – susurró – por favor regresa – apretó los ojos con fuerza, y comenzó a sollozar – por favor regresa –

– ¿Jeno? – escuchó a su madre a lo lejos, buscándolo.

No respondió. Quería un momento más con él.

– Jeno – insistió del otro lado de la puerta – cariño, ¿estás aquí? –

– Por favor – susurró una vez más – regresa –

La puerta se abrió.

– Jeno – su madre lo sacudió suavemente – despierta –

Que triste se puso todo 😭

Aquí va la tercera vida.

¿Preguntas?

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