Miradas dulces.

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Buggy siempre había sentido que no necesitaba palabras para decir que te quería, a pesar de ser tan complicado hacerlo como tú. Con esos ojitos alegres siempre le veías con tanta ternura, cariño y calidez, que siempre podía descifrar un "Te quiero" detrás de ellos tras haber estado tratando de adivinar lo que querías decir durante tanto tiempo, contemplandolos de más.

Detalle que se sellaba con un abrazo suave de tu parte, donde él era quién decidía apretarte contra su cuerpo para recibir más calor del que debía. Entonces, concluyó que no necesitaba más que acciones pequeñas para demostrarte que te ama.
Y se convirtió en una expresión demasiado realista para su gusto, llegando a pensar que era el karma por decir palabras tan literales.

Se metió el dedo meñique al oído, girándolo dentro para quitar la picazón que sentía. Cada vez oía menos, quedando solo los murmullos que, verdaderamente, era tu voz a centímetros de su oreja, mierda. Esto era realmente malo.

Sus pies colgaban de La Cofa, donde su espalda descansaba contra el mástil, buscando de cualquier forma recibir algo de aire para evitar hacer una rabieta, otra vez. Sin embargo, solo se dejaba invadir por la ansiedad con el doble del rapidez, al no escuchar el agradable sonido de las aves graznando con tanta euforia, o el chasquido de las olas chocando con la madera del barco.

Suspiró, girando la cabeza para verte de cerca; estando serena y en silencio para acompañarle en aquel momento de paz, que no era más que una tortura para él.

Tu regazo se veía cómodo, estuvo más de cinco minutos con la vista clavada en él, preguntándose lo mismo durante cada segundo que pasaba mientras prolongaba movimientos leves con los pies. Una simple vacilación en ponerse de pie en el escaso espacio de madera.

Fue suficiente para que palmeases tus muslos con mucha suavidad y le dieses permiso de sentarse justo donde deseaba. Tuvo una victoria, por lo menos. Se levantó con cuidado, cauteloso de no tropezar y caer desde tan alto solo para estrecharse contra ti en un abrazo, donde él era quién iba sentado en tus piernas.

Sus brazos te envuelven como a un dulce en un agarre firme, su chaqueta te acalora, pero no es lo que realmente importe. Tus manos le soban la espalda y lo mantienen cerca para no dejarle caer, tener a un hombre de seis pies sobre una figura como la tuya, cargándolo, es realmente complicado por el peso que conlleva.

Su nariz se esconde en el hueco de tu cuello, aspira con gusto el aroma a lavanda contrastado con caramelos que emana de tu ser. Él carraspea, tomando algo de aire antes de susurrar lo mínimo que le es posible.

— Duele...

Dice, el murmullo sale más rasposo de lo normal acompañado de una ronquera enfermiza que solo demuestra que no ha hablado en mucho tras perder gran parte de la audición. Si no puedes oír, hablar se vuelve inservible. O bien, eso era lo que él opinaba.

— Lo sé.
Respondiste, intentando animarlo un poco con caricias suaves y besos castos en la frente, cuando peinaste su cabello hacía atrás para poder hacerlo.
Encogió los hombros, sorbiendo por la nariz. En serio, esto era pésimo.
Por suerte, se le ocurrió una idea.

— Bebé... — Susurró, enrezandose mientras pensaba en que palabras proferir. Eso le ayudaba de vez en cuando para lograr vocalizar. Señaló su garganta. Fue lo único que logró decir, pero entendiste lo que quería mostrate mediante algunos movimientos de sus dedos y la mirada que te dedicó. Así que asentiste.

"No necesito palabras para decirte que te amo"

Estuvo leyendo algunas cosas de ese libro de señas que ignoró por completo cuando lo pusiste frente a su rostro. Era una estupidez. No estaría toda la vida así, claro que no, por lo que no lo necesitaba ¿verdad?
Bueno, no aprendió nada más que dos palabras sencillas el día en que lo ojeó un poco, curioso.

Y con eso, estaba seguro de poder cumplir con su palabra. Porque no las necesitaba para demostrar lo mucho que su corazón latía al tenerte cerca, ni las mariposas que revoloteaban en su estómago y hacía pasar por nauseas para que no le vieses como si fuese un idiota enamorado. Aunque en realidad lo era. Mucho menos para ocultar el color carmesí que sus mejillas tomaban mientras ardían con furor.

Bastaba con un par de movimientos de dedos y que sus pestañas aletearan en código. Ocultó el dedo anular y el medio, dejando firmes los otros dos mientras el pulgar sobresalía.

Alzaste una ceja, intrigada, tratando de descifrar lo que quería decirte. Hasta que sus labios rojos te dieron la respuesta sin pronunciar ni una sola palabra.

"Te amo"

Te bastó con leerlos, y también, con verle señalar su pecho justo en el centro, donde supuso estaba su corazón. Luego, señaló el tuyo, colocando su palma entera sobre ti, sintiendo el calor que emanaba de allí y los latidos de tu corazón corriendo a toda velocidad por Buggy.

Así que, ¿él se ocupaba de ponerte tan nerviosa con tan solo una pequeña acción eh?

— Mejillas... — Murmuró, burlándose en voz baja de tus ardientes y mullidos cachetes.

— Ugh, déjame. — Apartaste la mirada, avergonzada. Señaló sus oídos al ver tus labios moverse y escuchar apenas un murmuro demasiado lejano, pensando "estoy sordo, tonta" 

Querías decirle que también se ponía de esa forma cuando le decías cosas lindas, más decidiste demostrarselo con un dulce beso en la nariz, eso lo pone como no tienes idea.

Hinchó el pecho, orgulloso de si mismo mientras sonreía ampliamente, embobado.

"También te amo"

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora