Sé mi novia.

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― Buggy el Payaso.

Su nombre se deslizó entre tus labios firmemente, para él, se escuchó demasiado armonioso. Aunque no lo fue.

Contempló atento la manada de cadetes que ahora traías contigo, pareciendo pequeñas olas humanas detrás de ti cargados de armas de la Marina. Usualmente siempre le "visitabas" sola, pero no se molestó.

— Hola, preciosa. — Sonrió ladinamente, rascándose la nuca. ¿Este quién se cree que es? Un intento de actor guapo en una típica escena donde tiene que comenzar a coquetearle a la chica y esas mierdas. Tal vez. Se inclinó ligeramente a un lado. — ¿También trajiste a tus amiguitos para jugar un rato?

— No vine a jugar manitas calientes contigo, otra vez, Buggy.

Uh, bueno. Sí habían jugado manitas calientes, pero fue porque te obligaron a ello después de perder en un juego de cartas que se suponía, si tú ganabas, se dejaría llevar sin ningún problema. No pasó, y no pasará ni en mil años.

Es un pirata.

— ¿Por que no?

— ¡Porque-...! — Te detuviste antes de completar la frase, mirando de reojo al muchacho de cabello rosado y lentes junto a ti, recordando el hecho de que habían más atrás. La compostura ante todo. — Porque mi único trabajo aquí es capturarte y llevarte a la base más cercana de la Marina. No amigar contigo, precisamente porque es considerado algo así como un sacrilegio.

— ¿Y que tiene de malo?

— Eres un pirata, y yo una Marine ¿sabes que es lo que nos diferencia?

Todo.

Se quedó en silencio, y encogió los hombros.

— Exacto. — Sonreíste.

Tus pasos, sin prisa, se fueron acercando a él poco a poco. El sonido rebotó en la gran carpa. Hasta que se detuvieron cuando tu cuerpo, comparado al suyo, quedó viéndose notablemente bajito.

Buggy se veía... extrañamente tranquilo. Sí. Su mano simplemente viajó a la pequeña corbata que componía tu uniforme, tirando de ella ligeramente para juguetear con ella mientras tomabas de tu cintura unas esposas echas a base de Roca de Mar para usuarios de la fruta del diablo.

Ventajas de llevar conviviendo tanto tiempo con un pirata solo para poder capturarlo. Que lo llegas a conocer.

— Ahora ¿podrías? — Le indicaste que estirase las manos para ponerlas, él te miró, dudoso.

— ¿Me llevarás tú?

— No sé, preferiría que Coby lo hiciera. 

— ¿El unicornio de lentes? — Lo señaló con la mirada.

— No le digas así. — Propinaste un golpe al costado de su brazo. — Y sí, ese.

Entonces Buggy negó, retrocediendo un paso cuando intentaste colocarle las esposas. Él quería que tú lo hicieras, pensaba que sería un poco afortunado de que su Marine favorita le llevase y no un muchacho llegado de paquete.

Suspiraste. Bien, ahora tenías que aguantar otra de sus rabietas adultas con mentalidad de niño de cinco años.

— ¿Y si lo hago yo? — Preguntaste de mala gana.

— Quizá lo quiera. — Susurró, sonriendo socarrón. — Las novias tienen que amarrar al novio. — Opinó, cerrando los ojos un par de segundos para, previamente, entreabrirlos y alzar las cejas, pícaro. — O viceversa si así lo quieres...

Claro que había un doble sentido en ello, por favor ¡Es evidente! Mierda, que nadie supiera que estas cosas te ponía cada vello del cuerpo en punta.

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora