— ¿Qué hay de estas?
Buggy estaba en la discordia más grande que se podría haber presentado a lo largo de los años que llevaba siendo capitán de un barco pirata tan llamativo como el suyo. Una que, sinceramente, jamás vio venir en cuanto a lo que sus relaciones amorosas de poca duración respectaba. Y es que sí, la piratería no tenía nada que ver con su problema.
Sus manos callosas del tiempo que había estado trabajando al contacto de cosas que necesitaban manejo manual en su tripulación ahora mismo no le eran de ayuda para el tipo de acciones de siempre. Sostenían algo más importante que ello. Toqueteó aquí y allá dentro del cajón donde guardabas tus artículos personales, desordenando todo por completo en busca de lo que ahora necesitabas.
La decisión estaban en sus palmas, dejándose llevar por tu voz desde el baño mientras su mirada perdida recorría cada rincón de madera del pequeño lugar. Se le hacía más difícil teniendo solo uno de sus brazos libres.
— No sé, Buggy. No estoy viendo ahora mismo. — El tono que usaste hizo eco en las cuatro paredes del baño, llegando perfectamente a los oídos de Buggy.
— Estas eh... las moradas con estrellas. — Tomó entre sus dedos aquel paquete de toallas sanitarias para tu ciclo y le miró con los ojos entrecerrados. — ¿Nocturnas?
— ¡Sí! ¡Dámelas!
Chasqueó y se encogió de hombros, cerrando aquel cajón cuando tuvo lo que necesitaba. Se acercó a la puerta, girando el cerrojo hacía el otro lado para abrir ligeramente y dejar un espacio donde su mano pudiese pasar. La mitad de su brazo se asomó frente a tu rostro, agitando tu salvación entre sus dedos para llamar tu atención.
— ¿Por que carajos son tan grandes? — Alzó una ceja, cerrando tras haber cumplido con su tarea. — Parecen pañal.
Le costaba no pensar en si mismo como un ignorante en ese tipo de temas, pero hacía lo que podía.
— No lo entenderías.
— ¿Quién sería tan idiota como para no entender algo tan sencillo?
Fácil, Buggy el Payaso.
Rodaste los ojos con diversión, eligiendo quedarte callada. Eras igual de terca que él, su pelea duraría horas y horas sin detenerse. No estabas para estar aguantando sus berrinches por haberle llevado la contraria hasta cansarte.
Everest se reiría de ambos desde su brazo. Oh, bueno, ahí estaba su otra ocupación. Quiso asegurarse de cuidarla mientras calmabas el sufrimiento de tus cólicos para que no tuvieses que levantarte de la cama hasta que te sintieras mejor.
Dijo que podría solo.
Su dedo viajó a los labios carnosos y pequeños de su hija, deslizándose entre ellos para darle un chupete mientras se encaminaba a la cocina por la leche que había dejado sobre una mesa pequeña. Se suponía que el biberón debería haberse enfriado, al menos un poco, según él. No debía estar ni muy fría, ni muy caliente, más bien tibia; justo como habías dicho.
Su cabeza chocó con el marco de la puerta al intentar cruzarla, se quejó en voz baja para no alarmarte.
— ¿Qué haces? — Escuchaste el ruido seco que generó al golpe.
— Nada. — Buggy respondió firme, sobando su cabeza con suavidad en un intento de no lloriquear e ir corriendo a tus brazos. Sus oídos captaron tus pasos al salir del baño, tratando de seguirle el paso para acompañarle antes de que hiciera un desastre fuera del camarote —. ¡No te atrevas a salir de aquí!, puedo solo.
— No te atrevas a meter a mi hija en un cañón mientras no te estoy vigilando, de nuevo, Buggy. — Te cruzaste de brazos, tomando asiento en el borde de la cama cuando el capitán ordenó.
Había aprendido la lección de la crianza cuestionable hacía su "princesita pirata".
— Solo voy a darle de comer, mujer.
Decidiste dejarle ir, escuchando sus ruidos desde el camarote.
Volvió diez minutos después con la palma manchada de leche caliente y los ojos llorosos por el ardor que le generaba. Lo supusiste. No, no podía solo. Se suponía que solo sería colocar una gota del líquido en el dorso de su mano para asegurarse de la temperatura correcta, se le fue la mano.
Pero Everest tenía el biberón en su boquita, tomando cada gotita de su leche tibia preparada con cariño con una sonrisita risueña en su rostro. Estómago lleno, corazón feliz. Así era ella. Así que, punto positivo para Buggy el Payaso.
Ser padre era difícil.
Trajo consigo una bolsita de color azul hecha de goma, una de esas que también guardabas para cuando se acercaba tu ciclo. La solución para calmar tus fuertes cólicos que te impedían salir a divertirte con él y con su hija.
— Te traje una... — Hizo una pausa, mirando el objeto en su mano con detalle. — Una bolsita térmica.
Su mano temblaba, temía dejarla caer al suelo o algo por el estilo. Sus rodillas se apoyaron en el colchón, hundiendolo ligeramente. Se arrastró por las sabanas hasta tu figura recostada contra el respaldo de la cama, quitando a la par el dedo de su pequeña que jalaba un mechón de su cabello azul.
Dejó a Everest acostada a un lado suyo, alimentandose. Sus palmas se apoyaron sobre tu vientre, frotandolo previamente colocar la bolsita sobre él. Te brindó algo de calidez de esta forma, la acomdó correctamente en aquella zona donde los dolores te atacaban más comunmente.
Suspiró, acariciando un par de veces. Aquello, aunque no se diera cuenta, ponía tu corazón a latir a mil como nunca. Era atento contigo cuando podía, casi todos los días.
La presionó un par de segundos.
— Pensé que de este modo ya no dolería como antes. — Susurró, agachando la cabeza.
Después de todo, Buggy era una bolita de algodon en el fondo de su corazón.
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𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚
Fiksi PenggemarOne piece| Buggy el payaso!escenarios. ¡¿Salir con el payaso sociopata de One Piece?! ¿una locura? ¡No! Este tipo es adorable cuando esta a solas ¡Todo tiene sus ventajas! Y te aseguro que este payaso es especialmente exclusivo y meloso cuando esta...