Nieve.

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― Maldita sea, me estoy congelando.

El puchero que tus labios formaban solo pudo hacerse más tierno conforme te quejabas de su comportamiento amargado, golpeando con la punta de tu bota la suya para molestarle un rato. Digamos que era como una manera de convencerle a jugar con el frío polvo que caía del cielo en forma de copos, tal y como el resto de su tripulación lo hacía a sus espaldas unos con los otros por el simple hecho de saber que solo tú podrías golpearle a Buggy con una de esas bolitas.

El invierno siempre fue de tus épocas favoritas, tener el frío acariciando la piel de tu rostro constantemente había sido un sentimiento de felicidad que conservabas desde muy pequeña. El viento helado golpeando los montones de ropa que protegían tu cuerpo de porcelana del resfriado que comúnmente veías avecinarse. Eras demasiado vulnerable a las gripes y enfermedades que te trajeron problemas desde la niñez, el payaso lograba notar aquello constantemente cuando, al llegar a una isla y exponerte demasiado, contraías una de esas complicaciones. Al minuto de enterarse que su siguiente parada sería un lugar invernal, se aseguró de cubrirte lo suficiente.

― ¿Por que tuvimos que detenernos aquí? 

― Me gusta la nieve ¿a ti no?

― ¡Por supuesto que no! ― Se abrazó a si mismo, aprovechándose de sus guantes y el abrigo esponjoso que cubría su cuerpo para darse su propio calor. ― Me estoy muriendo, mujer.

― No seas exagerado. ― Miraste hacía el suelo, dando un par de pisadas que hicieron crujir la nieve bajo tus botas previamente a agacharte con todo el esfuerzo del mundo. Demasiada ropa, eras una bola cálida hecha por el mismo Buggy. Formaste con tus manos una figura que no pudo notar desde su altura, alzando una ceja. ― Solo tienes que acostumbrarte.

― No te atrevas.

Colocó su palma frente a su rostro en un intento de alejarte de él al ver aquella gran bola que habías construido sobre tu mano, esperando ser lanzada a un objetivo. Y él se negaba a ser ese objetivo a golpear. 

― ¿Por que no?

― ¿Qué gano?

― Pues... ¿diversión?

Buggy hizo un mohín, negando con la cabeza. Se dio vuelta al tiempo que sus fornidos brazos se cruzaban, dándote a entender con claridad que no jugaría contigo gratuitamente. A veces llegaba a ser más irritable de lo normal. Tu dedo le pinchó un costado para hacerle cosquillas, provocando que diese un brinquito más lejos para evitar caer ante tus tácticas. Miró por encima de su hombro lo que fuera que se te hubiese ocurrido después, alcanzando a contemplar nada más que tu linda carita inflando las mejillas mientras pensabas en como convencerle a unirse a ustedes. 

Se sentó en la colcha hecha a base de nieve que cubría el suelo en su totalidad, ignorando el hecho de que saldría saltando en cualquier momento porque se le estaba helando el trasero. Pero estaba cansado de estar de pie mirando como le suplicabas. Eras solo una muchacha demasiado energética para él, con mucha diferencia de actitudes. Una niña, como prefería decirte a pesar de tus quejas ante el apodo.

Pensó en el lugar en que le gustaría estar en ese momento, en Laugh Tale, probablemente. Pero si salía un poco de sus sueños con el One piece, diría que le encantaría estar en su camarote resguardándose del frío con una taza de chocolate caliente preparada por ti mientras charlan sobre cosas triviales. Estaba demasiado cansado ahora.

― Puedo prestarte mi abrigo si no es suficiente con el tuyo para que no té de tanto frío. ― Ofreciste con cariño, tomando asiento junto a él.

― Te resfriarás, pequeña tonta. 

― Me cuidarás ¿no?

Se calló durante un rato, sabiendo que si decía algo lo tomarías como una evidente mentira porque siempre que dice algo terminaría haciendo lo contrario. Suspiró, quitándose la bufanda de alrededor de su cuello para lanzarla encima de tus hombros con delicadeza, cubriéndolos poco a poco hasta dar una vuelta y la siguiente. Apretó al tela con fuerza, riendo al verte casi ahogada.

― Si vas a jugar, será mejor que no te enfermes de nuevo. ― Susurró, ganándose una risita de tu parte como recompensa.

Tus manos enguantadas se apoyaron sobre la nieve, dándole la forma de ambas palmas. Tuviste una idea en aquel momento. Sí aquel suave y blanquecino material se adaptaba a la forma de tus manos, entonces también lo haría con el resto de tu cuerpo. Y si Buggy no te dejaría jugar a la guerra de bolitas de nieve, entonces inventarías otra cosa.

El payaso únicamente escuchó el ruido crujiente de algo grande caer sobre el blanquecino material, restándole importancia. No fue hasta que una bola de nieve chocó contra su mejilla para llamar su atención le hizo mirar a su lado, parpadeando varias veces con el grito en la punta de la lengua. La curiosidad de saber que hacías le hizo tragarse duramente las palabras.

― ¿Qué carajos haces allí tirada?

― Un Angelito. ― Respondiste aún con tus ojitos cerrados, moviendo tus brazos a tus costados para crear esa extraña figura. ― Hazlo tú también.

Rió de forma nasal, pesado.

— No.

— Vamos, eres un payaso, se supone que seas divertido.

— Moriré de frío.

— Muere de frío conmigo.

Las palabras simples siempre lograron golpearle como una ventisca cálida que aliviaba su, en este momento, congelado corazón. Sintió el cuerpo cálido, su vientre caliente aleteando por dentro.

Le gustaba.

Porque una cosa era morir de frío y otra muy diferente hacerlo contigo.

Obedeció, exhalando. Su figura se tumbó en el frío, tiritando un par de veces antes de intentar relajarse para no arrepentirse. Miró al cielo con concentración, el Sol le golpeaba la cara de una forma irritante que pensó en aguantar solo porque se lo pediste. Obligatorio para su corazón enamorado.

Movió las piernas ligeramente, como un niño pequeño descubriendo algo que hace mucho había el olvidado, abriendo paso a nuevas sensaciones. Su mano tomó la tuya, tocándose a través de la tela gruesa de sus guantes.

Se permitió ser feliz un rato. Un capitán también merecía un descanso, a fin de cuentas.

— ¿y ahora que? — Preguntó.

— No sé, realmente.

— ¿Te puedo dar un beso? Tengo frío.

Giraste tu cabeza, tu mejilla se congeló.
Y con una sonrisa satisfecha de una travesura cumplida, sus labios se permitieron colisionar en un parpadeo.

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora