Juntos.

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Jugar cartas con Buggy era un dilema. Al igual que la mayoría de cosas que hacían juntos para pasar el tiempo los días en que tenía el tiempo absoluto libre solo para ti, porque simplemente era un malísimo perdedor y no tenía paciencia en la mayoría de ocasiones. Este infame pirata enfadadizo es un caso total, pero es justo por ello que amas pasar tiempo con él.

Es una de las cosas que hacen de su persona única en el mundo. Siempre se sentaba en la silla frente a la mesa que los separaba mínimamente, en el lado izquierdo de la madera permitía que el tazón con helado descansase y en medio colocaba la baraja con la que solían jugar muy brevemente. Él mezclaba las cartas con maestría, aquellos gruesos dedos se movían ágilmente en medio de los cartones delgados generando cierto sonido agradable a tus agudos oídos.

Se mostraba concentrado sobre ellas, sacaba la lengua de vez en cuando como un niño de cinco años dibujando con alegría y, buena suerte, no llevaba maquillaje sobre sus hermosas facciones; así que los labios rosaditos se dejaban contemplar directamente a través de las sonrisas traviesas que dejaba salir a la luz inconscientemente, los hermosos orbes que se alzaban para mirarte una que otra vez se veían más que preciosos bajo la luz que entraba por el ventanal al no tener dibujados los rombos azules que usualmente le decoran. 

Tu marido era hermoso en cada una de sus facetas y eso no lo podías negar a nadie. Por tanto, tampoco estaba a tu alcance el poder evitar recostarte contra la mesa y suspirar, delatando por completo el como lo mirabas con tanto detalle. Buggy levantaba la vista en uno de tus descuidos, dispuesto a jugarte una broma pequeña de tu gusto. Simplemente, tomaba tu mentón, dibujaba la línea de tu mandíbula juguetonamente y provocaba que sus labios colisionasen en un beso dulce donde él era quién se encargaba de robarte el aire, como era de costumbre.

Se siente real cada vez que intentas recordar como se sentía, rebuscas en tu tacto el dulce sabor de los labios de Buggy, en todas partes. El como sus ojos sonreían al compas de sus labios cuando no estaba enfadado, cuando estaba contigo y su risa era aguda pero auténtica. Pequeños detalles que, con el tiempo, se van desvaneciendo cada vez más hasta que el miedo de que ya no quede suyo nada te invada. Nada más que los recuerdos de su primera charla, de las risas que compartían, de la manera en que te confesó el amor que acababa de descifrar con algo de ayuda y, sorpresa, también estabas enamorada de él.

Pero sigues sola, aquel tazón con helado esta a la mitad, su pañuelo está en tu mano y es apretado por tus dedos mientras que te ahogas en un vaso de agua; aún huele a él, a su suave cabello azul que tanto amabas repasar con la yema de tus dedos. El anillo de bodas deslumbra cada vez que tu dedo anular se movía de un lado a otro ante tus ojos, es lindo. Él lo escogió, el te lo regaló.

Y una vez más, escuchas el sonido de los pedazos que quedaban de tu corazón partirse en piezas aún más pequeñas como el resto. El daño se vuelve más grande, te consume con cada día que pasa y sientes que no parará hasta no dejarte nada. Nada. 

Sientes tanto miedo, como no lo habías sentido nunca, por el simple pensamiento de que tal vez un día ya ni siquiera recuerdes su rostro. El hermoso rostro con el que te topabas todos los días al despertar, con los ojos que te observaban desde muy temprano y admiraban la belleza que él había encontrado en ti. 

Buggy estaba recostado en el marco de la puerta, cruzado de brazos sobre su pecho desnudo porque la camiseta la llevabas puesta tú, -que bien se te ve-, y esos pantalones de cuero que siempre usaba. Su sonrisa se prolongaba por momentos breves, y luego... se desvanecía al verte con esas gotas cristalinas cayendo de tus ojerosos ojitos. Se desvanecía al igual que su imagen creada por tu propia mente, con mucha lentitud, haciendo de ello un sentimiento cada vez más doloroso.

Te quemaba. Pero amabas si quiera verlo un poco más y sentir que te abrazaba por detrás a pesar de ser completamente irreal. Como lo creíste el día en que lo perdiste.

El día en que te atreviste a golpear, empujar y patalear al mismísimo Mihawk para que te soltase, en busca de Buggy. El día en que Mihawk abrazó a una persona por primera vez para consolarte tras sostener tus mejillas y negar con lástima, indicándote que no fueses por lo que más quisieras. Entonces lo entendiste todo, y colapsaste en los brazos del espadachín gritando, sollozando, por el dolor que no pudiste aprender a controlar, preguntándote ¿por que él?

Te encogiste en la silla, sollozando, a pesar de que parecías no tener más lágrimas por soltar porque todas las gastaste cuando lo abrazaste una vez más, sintiéndole más frío con cada segundo que pasaba mientras le rogabas que se levantase y Buggy, débilmente, daba un último suspiro al sentirte con él, escuchando su corazón galopar más fuerte que nunca por el simple hecho de que estuviese con él hasta el final; sabiendo que sería su última vez.

 Injusto. 

— Hermanita — La voz de Luffy te saca de tus pensamientos. Es él quién ahora esta en el marco de la puerta, mirándote con pena. Realmente estabas destruida. — Nosotros... ya nos vamos.

Suspiraste, tratando de recordar si quiera como hablar porque no lo habías hecho en tanto tiempo, tratando de evadir las palabras de los demás.

— Déjame ir contigo. — Dices, el muchacho se acerca con lentitud, nervioso, buscando una manera de contradecirte porque sabe que este es tu lugar. — Por favor.

— ¿Estás segura? 

Asientes, encogiendo los hombros.

— Ya no me queda nada aquí, Lu. Nada desde que Buggy perdió la vida y por ende, la mía propia terminó también en este lugar. 

Corriste el asiento hacía atrás, rechinando sobre la madera antes de ponerte de pie bruscamente para tomar un rumbo diferente. Directo al muchacho del sombrero, que muy amablemente se hizo a un lado de la puerta con intenciones de dejarte pasar.

— Esta bien. — Cedió, jugueteando detrás de su espalda.

Nunca pensaste que esa frase "Juntos, hasta que la muerte los separe" dolería tanto cuando la otra persona se va antes de tiempo. injusto, de nuevo. Pero el dolor no merma cuando él mismo, antes de que su corazón se detuviera,  dijo;

"Te esperaré al otro lado"

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora