Capítulo Ocho; Soldado

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Eun Yoo cojea y yo muero de hambre. La situación era peor de lo que esperaba y no podía dejar de pensar en aquella chica que nos habíamos encontrado.

—Ya queda poco...

Mi camino se hace más largo y persivo un olor extraño;—¿Sientes eso?

—¿Qué?—Eun Yoo se detiene y me mira confundida—, ¿Qué sientes, algún monstruo cerca?

—El olor. Huele a sangre.—ella me mira extrañada, pero me sigue en cuanto comienzo a acercarme al cadáver de uno de los tipos que nos seguía, huelo su cuello hasta llegar al rostro—, Huele a sangre humana... Creí que lo habían convertido.

—Al parecer no...—Eun Yoo se acerca y examinamos el cuerpo. Me siento en el pasto frustrada y tapándome la nariz, rehusandome a las ganas de consumir la sangre del hombre.

Cuando abro los ojos, Eun Yoo ha tapado el rostro del cadáver, siento un alivio de ya no ver la sangre.

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El tiempo pasaba lento, tan lento, que mientras estaba recostada en mi cama con un pañuelo sobre la cabeza, no dejaba de oler y saborear la sangre en el cadáver que vimos hace un par de minutos.

No hacer nada me mataba, pero por ahora no habían misiones mi ninguna excusa para salir. Cuando por fin habíamos llegado al refugio, oímos sobre lo de la explosión y como los soldados protegieron el lugar.

—Yeong su está fuera de control—dice mientras se sienta en la cama frente a mi—, lo atrapé golpeando a otros niños en la bodega otra vez.

—¿Otra vez?—bufé—, demonios... Iré a hablar con el luego de que el dolor de cabeza se vaya..

—Iré por nuestras raciones de comida, tal vez hayan traído algo con cafeína o parches de café—dice mientras se levanta, se me acerca y toca mi frente—, no te muevas, espérame aquí.

—Puedes quedarte con mi ración—bajo la mano hasta la parte izquierda de mi cama y saco un bolso con las raciones anteriores de comida que nisiquiera había probado—, no te preocupes por mi.

—Volveré enseguida.

Me relajé en mi propia soledad mientras trataba de distraerme. La imagen de Hyun su vuelve a mi mente, su rostro hecho piedra, su brazo transformado, mientras pequeña slagrimas se derramaban de su rostro petrificado.

Me senté en la cama, agotada de la sensación de que su alma me perseguía.

Alguien tocó la puerta; —Pase.

La puerta se abre y veo a Chan Young, su rostro hecho pedazos, aún así, me sonríe.

—¿Qué tal?

—¿Que demonios te pasó?

—Nada importante. Te traje algo—cerró la puerta y se sentó a mi lado, sacando de sus bolsillos algunos parches de café y una botella de electrolitos—, los guardé para ti.

The last sweet home (Segunda temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora