Capítulo 7: Descubrimientos

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Las enfermedades son un mal al que se enfrenta, al menos, más de la mitad de su vida, cada persona. Algunas con más complejidad y gravedad que otras, pero siempre, siempre, padeceremos alguna dolencia ya sea física o mental. Desde una simple gripa, hasta un cáncer terminal, allí radicaba la diferencia: Una permitía tener esperanzas de seguir viviendo, la otra las anulaba por completo. Verse envuelta en aquel ambiente donde los sueños eran más grandes que el desconsuelo, le hacía cuestionarse sobre el verdadero sentido que tenía la vida. Definitivamente, si había una palabra que definiera todo lo que ello conllevaba, sería injusticia. Injusta por tener que ser testigo de cómo alguien que quieres se marchita con el paso de los días, e impotencia al tener pleno conocimiento de que no hay poder humano que pueda cambiar el destino que todos compartimos: La muerte.

Los niños sonreían tan amplio, carcajeaban tan fuerte, que su corazón se estrujaba de solo pensar la situación que atravesaban. Sentía total empatía porque años atrás había estado allí, en el corredor de un hospital, esperando a que la persona que más amaba despertara un día sana, con una sonrisa que le hiciera entender que todo estaría bien, que todo acabaría. Eso no pasó, claramente... eso no ocurría en la realidad.

Todo empeoraba siempre. Todos, algún día, terminábamos fragmentados.

—Chica cielo, ¿Quisieras colorear conmigo? —la voz dulce y aguda de Annie acaparó su atención, la pequeña la miraba con ilusión, sosteniendo en su mano el dibujo que Logan había hecho con anterioridad.

Ella sonrió y luego frunció el ceño, confundida por el seudónimo utilizado por la niña.

—¿Chica cielo? —preguntó, examinando el rostro de Annie.

—Logan te llama así, dice que el diminutivo de tu nombre significa cielo. —Annie sonrió, tomando de la mano a Skyler y llevándola a rastras hasta la mesa donde se hallaban sus dos amigos.

Los mismo a los que Annie les presumió la llegada de su príncipe encantador, y quienes se llamaban Pete y Rosie.

—Sí, así es —contestó Skyler, sentándose en una pequeña silla que Rosie le brindó—. Gracias, Ro.

Ro era la más pequeña del grupo, le faltaba un diente delantero el cual enseñó cuando sonrió ante el agradecimiento de Skyler.

—Mira, píntale la barba al pirata, mientras yo coloreo a la princesa
—retomó Annie, refiriéndose a su dibujo.

Lucía como especie de ilustración donde una princesa era secuestrada por un villano pirata y un príncipe que traía consigo una gran armadura —y que además estaba acompañado de un dragón—, tomaría la labor de rescatarla.

Fue una dinámica propuesta por Logan, él haría un dibujo diferente cada día, que, al finalizar la semana, sería la base para componer una historia de princesas y reinos, tal cual como a los niños les encantaba. A la superiora Gillian por supuesto le fascinó la idea, dijo que la parecía una buena forma de distraer a los pequeños y animarlos, asimismo, podría demostrar lo talentosos que eran los alumnos del internado.

Skyler tomó una crayola café, pero antes de que pudiera darle color a la barba del pirata, Pete le agarró la mano, negando con la cabeza.

—¡No! Es el pirata barba azul, el más temido del reino. No puedes pintar su barba de ese color —la corrigió, pasándole la crayola azul que él utilizaba para colorear las olas del mar.

—Oh entiendo, barba azul —respondió ella, asintiendo con la cabeza.

—¿Y desde cuándo eres amiga de mi novio? —cuestionó Annie, sin despegar la mirada del papel. La niña sacó una parte minúscula de su lengua y frunció el entrecejo, bordeando el vestido de la princesa con concentración.

Cuando la muerte sea solo un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora