Capítulo 25: Mi alma de escritor

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—Te veo luego —dijo, retirándose el casco que cubría su rostro y entregándoselo. Logan sonrió.

—Por supuesto. —El sonido estrepitoso de la motocicleta se propagó cuando él la encendió. Ella se despidió con la mano y se marchó a paso presuroso al interior del café donde había quedado de encontrarse con Mabel y su hermana.

Transitó un camino rodeado con margaritas y se deleitó con el aspecto sobrio y chic del establecimiento. En el grande salón la mayoría de mesas eran ocupadas y thriller de Michael Jackson ambientaba la mañana. Tal vez porque faltaban pocos días para la llegada de Halloween y a su vez, el tan esperado baile de otoño en su internado.

Había olvidado por completo el detalle, a causa de tantas cosas ocurridas.

Una mano moviéndose en zigzag a una distancia medianamente extensa la arrastró de nuevo al momento, desligándose de los pensamientos hallowinenses y otoñales.

Se apresuró en llegar a la mesa.

—Hola, Cam —saludó, depositando un beso en la mejilla de su hermana mayor.

Su mirada se centró en los ojos verdes de Mabel. La rubia rio, demostrando la felicidad que le ocasionaba volverla a ver y se abrazaron efusivamente.

—¡Mabel, es una dicha reencontrarnos de nuevo! —expresó con un tono dulce, sin deshacer el contacto.

—Para mí también lo es, Sky —secundó la nombrada.

Camille las observaba con una sonrisa amplia, complacida por la reunión.

Ellas dieron por finalizado el abrazo y Skyler tomó asiento en medio de las dos.

—¿Y qué tal estuvo Francia? Dicen que es uno de los mejores países para los profesionales de medicina —señaló, recordando haber leído el enunciado en algún sitio de internet.

—Estuvo fantástico, aprendí muchas cosas y me siento completamente preparada para convertirme en una de las mejores en mi profesión
—afirmó la mayor de los Henderson, intercalando su mirada entre las hermanas.

Un mesero se acercó a la mesa, entregándoles la carta para que pudieran decidir el pedido que realizarían. Ella ya sospechaba lo que se ordenaría, su hermana pastel de manzana como solía ser su costumbre, Mabel pie de limón y ella un par de donas glaseadas con vainilla.

—No nos cabe duda de que así será
—Camille apoyó las palabras de Mabel, mientras las tres ojeaban la carta—. Yo quiero un capuchino con cacao en polvo y un pastel de manzana.

Un touché retumbó en su cerebro al concordar el pedido de su hermana con lo que ella creyó.

—Para mí un pie de limón y un smoothie de arándanos —continuó Mabel.

—Y yo quiero dos donas glaseadas con vainilla y una malteada de chocolate —concluyó, recogiendo la carta de las tres y devolviéndosela al mesero.

—En un momento traeré su orden —informó el joven, terminando de anotar en su cuadernito y dejándolas solas nuevamente.

—Y dejando de lado el tema laboral, ¿Conquistaste el corazón de algún parisino y lo trajiste en la maleta? —cuestionó de manera juguetona Camille.

Mabel lanzó una risita nerviosa y ella apoyó el rostro sobre su mano, a la expectativa de la respuesta.

—La vida te hace jugarretas, no me lo creerás, pero al que conquisté resultó ser otro italiano.

—¿En serio? —preguntó, irguiendo su espalda y arqueando las cejas.

Mabel bajó la cabeza y sus pómulos se adornaron por una leve tonalidad rosácea.

Cuando la muerte sea solo un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora