4 | «Escribiré sobre ella»

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Con el marcador cuatro a uno nos permitimos pasar los últimos minutos en el campo entretenidos con la pelota de aquí a allá sin mayor esfuerzo. No harán dos goles en tres minutos, no tienen tanta suerte y nosotros tampoco somos tan idiotas como para dejar que se acerquen al arco.

Alzo la vista y sonrío al ver a Alvin y Mila saludándome desde las gradas, algunos asientos por debajo está la nonna y Wilfred que no quitan sus ojos de la pelota; se suponía que ninguno de los dos vendría, se los había prohibido, pero la nonna me dejó en claro que es bastante mayor como para decidir por sí sola donde va y donde no.

Cuando el árbitro hace sonar su odioso silbato indicando que el partido ha acabado, el equipo entero comparte miradas de alivio. Uno de los chicos se acerca a Dean Davis y lo abraza por los hombros, nos hace una seña que no comprendo al resto de nosotros, pero que al parecer los demás logran captar a la perfección, sin embargo, deciden hacer caso omiso y se disponen a marchar hacia los vestidores.

—Eh —pecho a uno de los chicos con el codo parándome a su lado—. ¿Qué quería hacer Harper en la cancha?

No estoy completamente seguro de que ese sea el nombre de la persona a la que me estoy refiriendo sino hasta que este chico rueda los ojos.

—Que levantáramos a Dean en los hombros —forma una línea en los labios—. No hizo nada en todo el partido, no merece tal cosa. Que sea el capitán no significa que tenemos que tenemos que colgarnos de sus bolas, eso se gana.

Me gustaría preguntarle de dónde viene la expresión "colgarse de sus bolas", pero simplemente sonrío y enlentezco mi paso para volver a quedar detrás de él. Ya en los vestidores, tomo algunas prendas de dentro de mi bolso y me meto a la ducha. Quince minutos después estoy caminando a la salida del instituto acompañado por el mismo chico de hoy.

—¿Cómo te llamas? —pregunto tras haber estado hablando un rato.

—Isaac Key —estira su mano hacia mí y yo se la estrecho—. No me ofendo porque tampoco sé tu nombre, hermano.

—Liam Corbyn —acomodo el aza de mi bolso sobre mi hombro.

—Bueno, Liam, lamento decirte esto, pero tendrás que aprenderte los nombres de los chicos para los siguientes partidos.

Me encojo de hombros—. Después de hoy no seguiré jugando así que da igual.

—¿No seguirás jugando? ¿Es en serio? —Yo asiento y él abre la boca como si mis acciones lo hubieran ofendido—. Anotaste dos goles hoy e hiciste más que mucha gente dentro de ese campo, Liam —niega con la cabeza—. El entrenador no dejará que te vayas.

—Desde el inicio mis planes no eran quedarme y él lo sabe —vuelvo a encogerme de hombros—. La última vez que jugué para el instituto tenía catorce años creo, tendrán que pasar cuatro años más para que vuelva a pone un pie en ese campo.

—Si tuviera tu talento no lo desaprovecharía, ¿eres consciente de todas las becas deportivas a las que podrías acceder?

Me encojo de hombros porque es más fácil que explicarle que mi vida está en la música y que las únicas oportunidades que busco son por esa rama. 

Mi música opacará cualquier talento que pueda tener.

Yo me encargaré de que sea así.

—¿Vienes a la fiesta? —hace una seña con su cabeza hacia el auto deportivo estacionado al otro lado de la calle.

Saco mi celular, ojeo la pantalla y al ver los mensajes de Mila niego con la cabeza—. Ya tengo planes, pero gracias.

—Bien —balbucea antes de también sacar su celular y pasármelo—. De todas formas, anota tu número y te enviaré la ubicación por si acaso.

Son melodías que pintan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora