18 | «Naciste para esto».

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Estiro mi mano hacia un lado de mi cama esperando encontrar ahí a Sam y frunzo el ceño al notar que estoy a solas. El aroma a flan y pan tostado se cuela por algún lado de la habitación y llega a mi nariz, suspiro al mismo tiempo que una sonrisa ladina se forma en mis labios.

Algunas imágenes de la noche visitan mi mente y mi sonrisa se ensancha.

Me vuelco de la cama y bajo las escaleras corriendo, la sonrisa todavía fija en mis labios. Me meto en la cocina esperando ver un desayuno de campeones sobre la mesa, y si lo veo, pero no necesariamente es algo que pueda ingerir.

En la cabecera de la mesa está Sam, lleva puesta mi remera y me sonríe al notar mi presencia. La abuela, que está en el lateral derecho, se voltea hacia mí y también me regala una sonrisa.

—Al fin despertaste —golpea sus manos en sus piernas—. ¿Vas a desayunar?

Les regreso la sonrisa a ambas antes de asentir con la cabeza y dirigirme hacia la mesada. No he llegado cuando la escucho a la abuela carraspear la garganta y me detengo.

—Ve a ponerte unos pantalones —agranda los ojos—. Tenemos visitas.

La miro ladeando la cabeza y luego miro a Sam que aprieta los labios en un intento de no reír.

—Abuela —me quejo.

—Puedes pasearte en calzoncillos cuando solo somos nosotros, pero cuando tenemos visitas debes ser educado... ¿Qué es lo que siempre te he dicho...

—Ya voy —ruedo los ojos dándome media vuelta.

Apenas cruzo el umbral de la cocina y las escucho a ambas reír. Cinco minutos después estoy preparándome una tostada con aceite y tomate; la cosa más rica que he probado nunca.

—¿Entonces? —le pregunta la abuela a Sam, que ahora mismo engulle un poco de palta en su boca—. ¿Vas a quedarte por el resto del día?

Sam niega con la cabeza.

—Mi madre me prestó su camioneta así que tengo que ayudar en casa para compensárselo —se encoge de hombros—. Me encantaría quedarme, pero no puedo escapar de eso.

—Oh... Si quieres puedo hablar con Grace y pedirle que te deje quedarte...

—No, no, no, abuela —digo yo, negando instantáneamente con la cabeza—. No la vamos a meter en problemas, ya pasó la noche aquí.

Me fulmina con la mirada y casi que deseo no haber siquiera aprendido a hablar.

—Liam —agranda los ojos—. Es ella quien tiene que decidirlo.

—Liam tiene razón —Sam sonríe asintiendo con la cabeza—. Debo irme.

Recoge su plato y lo lleva hasta el fregadero. Yo le guiño el ojo diciendo que lo deje dentro cuando se dispone a tomar al esponja para lavarlo y ella lo hace, regresándome la sonrisa.

—Voy a subir para cambiarme —dice Sam señalando la puerta de la cocina con el pulgar—. Ya regreso.

—Aquí te esperamos, cariño. —La abuela la mira con la cabeza ladeada.

Una vez escuchamos la puerta de mi habitación cerrarse, la abuela se pone de pie y camina hacia mí con llamas en sus ojos, completamente furiosa.

—¿Tenías que ser así de grosero? —me empuja por le hombro con una de sus manos—. ¿Eso es lo que te he enseñado, Liam Corbyn?

—Tiene que irse, abuela.

Me aparto porque sé que si permanezco a su alcance va a seguir empujándome y cada empujón nuevo será peor que el anterior.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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