—Se educado y no digas estupideces que puedan espantarla —dice la nonna mientras acomoda el corbatín que llevo en el pecho—. Has que todas las noches que nos quedamos bailando en tu habitación valgan la pena.
—Bailábamos para que la música callara los gritos de Tara y Montero.
Llamar a mis padres por sus nombres es extraño, pero es lo justo. Cada vez que peleaban, que él me golpeaba o que ella dejaba que lo hiciera, algo dentro de mí hacía que les perdiera cariño. Si a ella aún la llamo «mamá» es porque siento compasión por la mujer que alguna vez fue, esa que intentaba ocultar los gritos y moretones para que su pequeño hijo no se enterara del infierno que vivía a diario, hasta que inevitablemente fue su propia carne la que ardió.
—No es momento de pensar en eso, Liam...
—No quiero que le envíes fotos, nonna —la contemplo con expresión seria—. Si no está aquí es por decisión propia, no quiero que vea ni siquiera cómo voy vestido.
Ella se queda en silencio y continúa enderezando el corbatín.
—Nonna...
—No voy a prometerte que no le mostraré o le diré nada, Liam —traga grueso y me mira fijamente a los ojos—. Yo también soy madre y entiendo lo que una sufre cuando se trata de un hijo...
—No vamos a hablar de esto ahora, nonna —No quiero acabar con mala cara antes de tiempo—. No le envíes ninguna foto y listo.
—Si no me dejas sacarte ninguna no hay forma de que pueda enviarle algo.
Se echa hacia atrás y saca la cámara del segundo cajón de su closet. Sopla el polvo acumulado encima de esta y tras limpiar el lente con el dorso de su remera me apunta con él.
—Sonríe —indica—. Sonríe, Liam.
Alzo mis pulgares en el aire y hago decenas de morisquetas antes de finalmente sonreír y dejar que tome una foto decente. Deja la cámara encima de la cajonera y hace ademanes caminando acelerada hacia mí.
—Apúrate que el temporizador solo da para cinco segundos.
Se para a mi lado y sonríe mirando a la cámara medio segundo antes de que el flash se dispare y tome la foto. Regresa corriendo hasta la cámara y sonríe viendo la foto.
—Perfecta —me la enseña aunque no alcance a ver nada—. Voy a pedirle a Carlotta que la imprima para ponerla en un cuadro en la sala.
—¿Estoy guapo? —pregunto poniendo mis manos en las solapas de mi chaqueta.
—Pareces un príncipe, hijo —sonríe y yo ruedo los ojos.
Ambos miramos hacia la ventana al escuchar la bocina sonar desde la calle.
—Recuerda no decir estupideces, Liam —vuelve a acomodar mi corbatín—. Es una chica muy linda, no lo arruines.
Salimos de la habitación y mientras bajamos las escaleras suelto un suspiro.
—Somos amigos, nonna.
—Yo también era amiga del amor de mi vida...
—¿Wilfred? —frunzo el ceño.
Está claro que el abuelo no lo era.
—George —suspira—. Se supone que íbamos a huir juntos, pero dos días antes de la fecha que teníamos pactada simplemente desapareció y nunca más volví a saber nada de él.
—¿Por qué nunca me has hablado de él? —sonrío.
—Porque hay cosas y personas que es mejor dejarlas en el pasado —se encoge de hombros—. Anda, ve con la chica, no la hagas esperar más.
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Son melodías que pintan corazones
Romance[EL ARTE DE UN CORAZÓN ROTO #4 🎤] Los últimos meses me han enseñado tres cosas sobre mí; La primera y la única de la que siempre he estado seguro, la música es por y para lo que nací. La segunda, amo a una chica de ojos preciosos. Y tercero, no est...