8 | «Todas las hormonas asociadas a la felicidad»

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—¿Cuántas mesas te faltan? —pregunta Josh cuando nos cruzamos.

Continúo con mi camino mientras mentalmente realizo la cuenta. Seguimos cada uno en lo suyo hasta que toca cruzarnos otra vez.

—Tres, ¿a ti? —alzo las cejas e intento seguir caminando, pero me detiene.

—Me queda la del señor Peterson, ¿puedes?

Ruedo los ojos, pero enseguida asiento con la cabeza. 

—Tu ve a la siete y yo me encargo de Peterson —Con mis ojos hago un escaneo del bar hasta dar con una cabeza casi pelada a la distancia.

Suelto un suspiro dirigiéndome a ella. Entiendo que el hombre esté molesto con Josh, pero no puede venir cada viernes a molestar solo porque sí, al principio era gracioso ver a Josh nervioso e incómodo cuando le tocaba atenderlo, pero ya llegó a un punto que los malos tratos que le da y las cosas que le dicen dan pena.

—¿Esta mesa no es de el otro muchacho? —me pregunta cuando me acerco y yo niego con la cabeza.

—Ya no están divididas en sectores —miento—. Ahora cada quién va a la que prefiere.

—Si no te molesta, quisiera que me atendiera el otro muchacho —se cruza de brazos y yo finjo una sonrisa.

—Estoy seguro de que Josh estaría encantado de atenderlo, pero como puede ver, estamos a tope y seré yo quien tome su orden.

Me sostiene la mirada y yo no aparto la mía. A este tipo de clientes hay que enseñarles quién manda y que, a pesar de que crean tener siempre la razón, en realidad no saben mierda ninguna.

—Bien —bufa—. Dame una botella de vino y dos platos de langosta asada con arroz como acompañamiento.

Anoto todo en la libreta y aguardo con mi mirada fija en él a que se decida por algo más del menú.

—Para postre tráeme este budín... ¿Qué es lo que tiene por encima?

—Dulce de leche.

—¿De dónde es este...emm...dulce de leche?

—Es uruguayo, el mejor que conseguirás de este lado de América —Mi tono ya es cansado, no sé para qué mierda pregunta de dónde provienen los ingredientes si de todas formas terminará comprándolo y comiéndolo sin dejar siquiera migajas. 

—Bien, quiero dos porciones de budín... No, quiero tres porciones.

—Perfecto —termino de anotar el pedido en la comanda y vuelvo a mirarlo—. ¿Quiere que lo pase a alguna mesa para tres personas? Creo que en algunos minutos podría haber alguna libre...

—Hoy vine solo, chico —Me contempla completamente serio—. ¿No será esta alguna clase de indirecta para saber si mi hija viene y que aquel otro baboso pueda saciar sus ojos?

Reprimo la sonrisa burlona que se forma en mis labios—. Créame, Josh no está interesado en ninguna de sus hijas. La gente joven hace eso, se ven una vez, follan y luego no vuelven a dirigirse la palabra.

No aguardo por una respuesta porque no creo que vaya a dármela y tampoco me interesa escucharlo más de lo necesario. Giro sobre mis pies dirigiéndome a la barra para dejar la comanda, Alvin la pasa a la cocina sin prestarle más atención y me hace una seña con los dedos para que me acerque. 

—Mira quién llegó —alza las cejas señalando la entrada del bar con su cabeza.

Por la sonrisa que se forma en los labios de Alvin no necesito ver en la dirección que señala para saber de quien se trata, pero sin embargo lo hago y acabo sonriendo yo también. Samantha y su amiga la pelirroja escanean el bar en busca de una mesa, veo a Josh que se les acerca y con su brazo le señala la mesa en la que había pensado colocar al señor Peterson.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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