10 | «No acepto un «no» como respuesta»

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Creo, y estoy casi seguro, que esta es la primera vez en el año que visito la dirección sin haber sido expulsado de clase o por algún problema en concreto. Se siente raro, se siente poco yo, poco Liam, pero me gusta.

Comparto miradas con Juliet que suspira a la par que yo ruedo los ojos.

—No sé por qué está tardando tanto —dice ella señalando el pasillo que da hacia la oficina de Astrid con la cabeza—. ¿Ya sabes por qué te mandó llamar?

Niego con la cabeza—. No he hecho nada malo, así que no, no sé.

—Quizá solo quiere hablar —Juliet se encoge de hombros.

No volvemos a intercambiar palabra sino hasta que una chica, a quien reconozco como Jane Belton, sale de la oficina de Astrid conteniendo las lágrimas y al vernos se derrumba.

Corre hacia la salida, Juliet fija sus ojos en mí y yo me encojo de hombros.

—Deberías ir —digo haciendo una mueca—. Definitivamente no está bien.

—Tú ve con Astrid —señala el pasillo con la cabeza—. Yo veré qué puedo hacer con esa pobre chica.

Me pongo de pie y camino hacia la oficina. Al entrar encuentro a Astrid negando con ma cabeza mientras lee los papeles que tiene en frente.

—¿Pasó algo con Jane? —pregunto.

La curiosidad es más fuerte que yo.

—Problemas familiares —resume dejando los papeles dentro de su cajón—. Siéntate.

—No he hecho nada malo, Astrid, te lo prometo, llevo días comportándome así que no sé qué hago aquí...

—Te extrañaba —se encoge de hombros—. Ayer me crucé a la nonna en el mercado y me di cuenta de que no has venido a la dirección en dos semanas enteras...

—Te lo dije, me he estado comportando...

—¿Pero por qué? —apoya su cabeza en la palma de su mano—. No entiendo qué hace que ahora no te metas en problemas a la misma velocidad de lo que respiras.

—No tengo tiempo —sonrío—. Entre los entrenamientos y el trabajo no me quedan energías para llevarle la contraria a Dios y todo el mundo.

—¿Solo necesitaba ocupar tu tiempo para que te comportaras? —rueda los ojos—. Habérmelo dicho antes.

—Si quieres puedo venir a visitarte mañana. No es difícil hacer enojar a los profesores.

—No —agranda los ojos—. Ni lo sueñes.

Suspira, abre el cajón y vuelve a cerrarlo para después fijar su mirada en mí.

—No te llamé solo porque te extrañara...

—Lo supuse.

—Andrea me llamó anoche —suelta las palabras con lentitud—. Dijo que ha intentado comunicarse contigo, pero que no le respondes las llamadas...

—Quiere que vaya a vivir con ella y su marido —frunzo el ceño—. Está loca si cree que dejaré a la nonna.

—No me dió ese detalle.

—Claro que no te lo dió, porque así no podría quedar como la víctima del cuento cuyo hijo la menosprecia e ignora sus llamadas.

—Iré a verla este fin de semana...pensé que quizá querrías ir conmigo y ver que tal...

—No voy a dejar a la nonna, Astrid —me pongo de pie negando con la cabeza—. No intentes convencerme, si me llamaste para esto desde ya te voy diciendo que no pasará. No quiero verla.

Son melodías que pintan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora