18. Tom y Mattheo Riddle

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La pelea había pasado hace más de tres horas y aún así, seguía llorando tal cual un niño pequeño al cual no le habían cumplido un capricho

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La pelea había pasado hace más de tres horas y aún así, seguía llorando tal cual un niño pequeño al cual no le habían cumplido un capricho.

.Acostado en su pequeña cama, hecho bolita;Haszel miró con el ceño fruncido el como el amanecer se filtraba por la ventana, pegando directamente en su rostro; soltando un sonido de frustración, se tapó el rostro con la blanca sábana.

Aunque no funcionó porque el Sol aún lo saludaba; un desagradable saludo a su parecer. Se frotó los ojos con frustración, preguntándose una y otra vez él por qué lloraba por ellos.

Sus pies descalzos, tocaron el frío piso, haciendo que una extraña "corriente" pase por todo su cuerpo, provocando incomodidad; movió los hombros y suspiró.

Sí el espejo del pequeño baño que había en su habitación hablará, sin duda lo habría insultado en quinientos idiomas diferentes; repitiendo una y otra vez lo terrible que se veía. Pero por esta pequeña ocasión el lado de la moneda estaba de su lado.

Su pelo sorprendentemente, se dejó peinar con facilidad. Sus ojeras se ocultaron bastante bien, sus ojos estaban hinchados, aunque no tanto como esperaba.

Sonrió, tan mal, no se veía. Salió del baño, con su uniforme ya puesto, abrigado completamente; no queriendo que algún tipo de frío lo enfermará. Era demasiado propenso a enfermarse.

Su bolso pesaba un poco, pero era lo normal. Una vez afuera miró de manera silenciosa, a través de una pared que lo tapaba de la vista del ojo público, la sala común. El reloj en su muñeca le marcaba las seis y media, eso significaba que Tom se había levantado hace tres minutos de su sillón, yendo a levantar a Mattheo.

En otras palabras, era su oportunidad perfecta para no tener que encontrarse con ellos; salió con rapidez de su escondite y salió de la sala común, camino lo más rápido que le permitieron sus piernas; aquellas infinitas escaleras que tanto lo cansaban diariamente, las subió en menos de lo que canta un gallo. Para cuando se dió cuenta, ya se encontraba en la entrada del Gran Comedor, listo para devorar su desayuno y entrar a su clase de transformaciones.

Comió lo más rápido que pudo, sentado al fondo de la mesa de Slytherin; salió del Gran Comedor, volteó un poco a la derecha y pudo ver cómo Tom y Mattheo se acercaban.

Camino con rapidez, asegurándose de tapar su cabeza con la capa y de no voltear en ningún momento. Se sentó al fondo de la clase, en una de las esquinas que siempre pasaba desapercibida.

Una posición estratégica, a Tom no le gustaba sentarse atrás, decía que no podía concentrarse; y a Mattheo no le gustaba la esquina en la cual se había sentado, la única razón por la cual no le gustaba era que estaba en el perímetro perfecto de la profesora McGonagall.

"El punto dulce" lo llamaría desde ese momento. Poco a poco fueron llegando los alumnos, para cuando Tom llegó, jalando a Mattheo con él. Se tapó la cara con su libro, parecería estúpido, pero primero muerto a qué se den cuenta de su presencia.

𝙾𝚗𝚎 𝚜𝚑𝚘𝚝𝚜 𝙷𝚊𝚛𝚛𝚢 𝙿𝚘𝚝𝚝𝚎𝚛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora