Capítulo 4. Mis padres.

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Ava.

Unas agradables caricias en el rostro me despiertan.

— Ava, te traje el almuerzo – me dice Belén, apenas abro los ojos. Me siento en el sofá mientras el aroma de carne y verduras hace rugir mi estómago. Observo y a mi lado, sobre la mesa, Belén me ha dejado un enorme plato de puchero.

— ¿Todo eso es para mí? - pregunto asombrada, nunca tuve la posibilidad de comer algo tan rico o en tanta cantidad.

Belén asiente. — Y si quieres más, me avisas y te traigo. Con Zac comeremos en la mesa, ya mañana, podrás sentarte con nosotros – afirma y se retira.

Observaba el enorme plato frente a mí, no sabía por donde empezar, pero en menos de diez minutos, ya no había dejado nada.

— ¿Quieres más, Ava? - me pregunta Zacarias y niego, apenas puedo respirar. Éste asiente con una sonrisa y me retira el plato. Luego ambos vuelven y se sientan a mi alrededor.

— Bueno Ava, - comienza Belén. — Hemos conversado con Zac, y quisiéramos proponerte, si tú quieres, que te quedaras aquí con nosotros.

Como verás, ésta casa no es muy grande o muy bonita, también estamos alejados del pueblo al que vamos sólo de vez en cuando necesitamos algo que nosotros no podemos producir.

En éste mismo terreno tenemos nuestra huerta, así como el gallinero. A Zac le gusta cazar y pescar, así que no hay día en el que no tengamos para comer.

No sabemos de donde vienes, no sabemos si es algún lugar cercano, por lo tanto, no sabemos si todavía te están buscando y es muy probable que si, sin embargo, aquí no van a encontrarte —.

— Aunque hemos buscado hijos durante muchos años, ellos no han llegado y ahora estamos viejos, - continúa Zacarías – por lo que no nos molestaría que te quedaras con nosotros, si tú quieres, pero con una sola condición que es inamovible e irrevocable – me quedo observándolo a espera de que me diga cuál es. — Y es que vayas a la escuela hasta terminarla. Necesitas conocimiento, Ava, el conocimiento es poder y no puedes seguir así como hasta ahora. Por vaya a saber qué razón, Dios no nos permitió tener hijos propios, pero te exigiremos a ti, lo mismo que les hubiéramos exigido a ellos.

Si decides quedarte con nosotros, es la única condición que te vamos a poner – finaliza y asiento entre lágrimas feliz, es lo que siempre quise.

— Bien, - dice Belén, creo que con la misma felicidad que tengo yo – pero tendremos que hacer algunos cambios para que puedas salir de casa e ir a la escuela— dice sacando unas cajas. — Deberé cambiarte el color de tu pelo. Te juro por Zac que no quiero, tu color zanahoria es precioso junto con tus pecas, pero así como es precioso, también es muy llamativo, y no quiero que resaltes, al contrario, necesitamos que seas lo más invisible posible, por lo menos hasta que estemos seguros de que nadie te busca y que no estás en peligro – yo tampoco quiero así que con gusto, asiento.

— Por ahora, lo dejaremos así, por un tiempo, lo más seguro es que no salgas de ésta área, pero cuando empieces la escuela, te deberemos cambiar – asiento nuevamente.

— También te compré algo de ropa y productos para higiene femenina— me dice dándome la bolsa donde encuentro ropa interior, dos pantalones, camisetas, calcetines, cepillo de diente, y un paquete de algo parecido a pañales.

— Perdón, Belén, ¿ésto que es? - le consulto.

— ¿No sabes qué es? - niego y ella arruga el entrecejo. —Vete Zacarías, necesitamos charlar con Ava – éste sin cuestionar se retira dejándonos solas y Belén me explica para que y como se utilizan las toallas femeninas. Le comenté, que las había visto en los baños de la casa donde me tenían, pero nunca supe como se usaban o para qué servían, que siempre utilizaba algodón o trapos que lavaba después y que era terrible, ya que me manchaba todo el tiempo. Belén sólo bufaba con rostro de enfado.

— Bueno, ahora ¿qué te gustaría hacer? - me dice.

— Si no es mucha molestia, primero que nada, me gustaría bañarme, y después, me gustaría poder sentarme en la mesa con ustedes, ya sea para compartir algún alimento, para conversar o sólo para hacerles compañía. Quiero conocerlos y que me conozcan – sostengo y ella, sin más, busca otro de sus camisones, un toallon, me enseña a prepararme el agua. Luego se retira dejándome todo a mano y avisándome que prepararía torta fritas (que no sé qué serán) para la merienda. Y como lo pedí, después de bañarme, me senté con ellos a merendar y conversar.

Me explicaron que necesitaban hacerme documentación. Que dirían que soy su sobrina, por parte de una hermana de Bélen, quien era madre soltera, que hace poco falleció en un incendio donde se perdió todo, por lo que habría que hacer nueva documentación y que tras ello, pedirían mi adopción por ser familiares directos.

Tanto Belén como Zacarías, fueron a hablar a la escuela explicándoles mi situación, les dijeron que mi madre había sido una persona con problemas psicológicos que nunca me permitió ir a la escuela y que ellos se enteraron de eso por mí luego de que falleció, a lo que la escuela aceptó ayudarme sin dudar. Hice la primaria en tres años, y bueno, la secundaria en los cinco, pero no me importó estar atrasada en los años, en todos ellos siempre fui quien tuvo las mejores notas, estaba orgullosa y feliz de mí misma y de mis padres, por el intenso apoyo que siempre me dieron.

Mis padres, siempre fueron mis compañeros y yo la de ellos. Mi madre me enseñó a cocinar, a cosechar y a preparar medicinas caseras con diferentes tipos de plantas. También, me enseñó a pintarme el cabello y a maquillarme. Pese a que los años pasaban, mi madre siempre mantuvo el temor de que yo fuese encontrada.

Por otro lado, mi padre, me enseñó a pescar y a cazar, según ellos, eran cosas que debía aprender para que jamás volver a pasar hambre. Estoy eternamente agradecida por ello y por todo lo que hicieron por mí.

Desde el pueblo hasta aquí hay un camino directo, sin embargo, tanto Belén como Zacarías, jamás me permitieron tomarlos. Me enseñaron a llegar allí desde diferentes lugares del bosque, ya que decían que era una zona muy peligrosa del bosque y por la cual, jamás debería ir. Y sin pensarlo demasiado, siempre seguí sus consejos, aunque el camino fuese más largo.

Desgraciadamente, no los tuve mucho conmigo, ambos eran personas mayores ya, cuando los conocí y el tiempo es mezquino. La primera en irse fue mi madre, y mi padre la siguió detrás un año después. Cuide de ambos de igual manera que lo hicieron conmigo. En mi corazón están ambos todo el día y todos los días de mi vida. Quiero honrar sus nombres siendo cada día una mejor versión de mí. Que sepan que ésto que soy hoy, lo soy por ellos, que es el legado que dejaron, quiero que mis actos, reflejen a buena honra y con orgullo la cuna que traigo.

JHONATHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora