Capítulo 7. Mandona.

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Jhonathan.

Hace más de dos meses que vivo aquí. Creo que el primer mes fue el más complicado, ya que necesitaba ayuda casi para todo, pero a medida que el tiempo pasó, pude ser más independiente en mi propia vida.

Ya camino sin problemas, aunque Ava me obliga a correr todas las mañanas por el bosque, o dar vueltas con su bicicleta por una hora o más. No sé si no sabía andar en ella o no lo recordaba, así que fue Ava quien entre nuestras risas me enseñó. Me sentí feliz cuando pude manejar solo esa cosa sin ayuda mientras Ava saltaba, vitoreaba y me daba ánimos para seguir pedaleando. Según ella, es para ayudarme a mejorar la musculatura de mis piernas, aunque no sé si es verdad. Me está enseñando a leer y a escribir, es bastante difícil, pero no me siento incómodo, me tiene muchísima paciencia.

También puedo higienizarme sin ayuda, es maravilloso poder hacer esas cosas por mí mismo.

Estoy aprendiendo a cosechar, cocinar, cazar y pescar. Y puedo decir con todo orgullo que en ésto último soy muy bueno.

Tiene en la parte trasera de la casa, un gran domo donde tiene las plantaciones de frutas y verduras más complicadas, así como también las plantas curativas con las que allí mismo prepara sus tés, ungüentos y demás productos.

En la parte superior del domo tiene unos tipos de jaulas hechas de cajas de cartón apoyadas sobre una tarima que sube y baja varias veces en el día y dentro de las cuales tiene pichones de aves no rapaces que encuentra caídas en el bosque o que el médico le trae.

Me explicó que ella los cura si están lastimados, los cuida y alimenta hasta que crecen para luego dejarlos libres. Me enseñó a cuidarlos y alimentarlos. Puedo decir que es una experiencia maravillosa, cuando bajo las cajas, las abro, esos pequeñitos vienen encima de mí y me abren el pico esperando comida, no me queda otra que reír la felicidad que me provocan.

Ayudo a Ava en todo lo que puedo, ya no duerme en la silla, ahora lo hace en el dormitorio de sus padres, sin embargo, tras cada pesadilla que sigo teniendo, escucho sus pasos acercarse apresurados a la habitación, ingresa y como siempre, me calma hasta que nuevamente me quedo dormido.

Por las mañanas, suelo despertarme antes que ella. Podría hacer el desayuno, pero prefiero quedarme con hambre hasta que sea ella quien se levante y lo haga. Me gusta quedarme en la puerta de mi habitación, cerrar los ojos y escucharla cantar mientras lo prepara.

Tras el desayuno de ésta mañana, Ava se retiró para ducharse y cuando terminó desde allí gritó - ¡Ayyyyyy, nooooo! -

Voy hasta el baño y la observo mirándose al espejo - ¿Qué te pasó, Ava? -

— Necesitamos ir al pueblo, debo comprar tinte para el cabello, ¿Ves? - me muestra el comienzo de su cabello que es de un color rojizo que contrasta terriblemente con el color negro que continúa, aparte tiene el rostro minado de pecas.

— Nunca te había visto ese color ni tampoco las pecas, eres preciosa Ava, ¿Por qué los ocultas? - consulto sin entender nada.

— Para que los hombres malos no me encuentren – me dice apenada. — Después de tantos años, sigo temiendo que me encuentren – concluye exhalando todo el aire.

La abrazo - tranquila, no permitiré que te encuentren, si quieres, puedo ayudarte – le digo con una sonrisa y ella asiente.

— Gracias Sebastian – al no saber mi nombre, comenzó a llamarme de esa manera y como no me pareció feo nombre, así me quedó. — Aparte ya deberías empezar a conocer el pueblo, y deberíamos comprar ropa, no puedes seguir utilizando la de mi padre. Eres más delgado y tu estatura es bastante superior, su ropa no te queda nada bien, pareces indigente, no puedo tenerte así – manifiesta mirándome de pies a cabeza y señalándome. — También, está por llegar la temporada invernal, y necesitas abrigo – finaliza.

Fuimos al pueblo caminando con un chango, podríamos haber usado la bicicleta, pero había que llevar muchas cosas y traer muchas cosas también.

Vendió en diferentes comercios frutas, verduras, huevo y sus ungüentos. Me iba explicando que, a quien y a que precio se vendía cada cosa por si ella no podía venir y lo debía hacer yo. Luego compró alimentos que nosotros no producíamos, productos de higiene para ambos y limpieza, el tinte. También cuatro libros de los cuales me hizo elegir dos y me llevó a una tienda a comprar ropa para mí. Algunos pantalones, remeras, poleras, suéteres, calcetines, ropa interior, calzado, bufanda, guantes y camperas. Era mucho, yo no sabía como frenarla cuando comenzó a comprar, me chitó como si fuese un niño haciendo berrinche y me obligó a quedarme callado haciéndome probar la ropa mientras revisaba la calidad de la ropa prenda por prenda devolviendo las que no consideraba buenas.

Lo único que me dejaba decir era un sí o un no si sobre si la ropa me gustaba.

Pasamos casi todo el día en el pueblo, me consultó si quería realizarme un corte de cabello, ya que lo llevaba algo largo, pero me negué, no iba a permitir que gastara más dinero, y por la tarde regresamos a nuestra casa.

Me mandó a cocinar mientras ella me acomodaba la ropa, el calzado, mis productos de higiene y los libros que yo había elegido en el ropero de la habitación en la que yo dormía.

Después, otra vez, como si fuera un niño, me mandó a bañar y mientras lo hacía, me trajo uno de los pijamas nuevos, ropa interior que me había comprado y un toallón.

Me sentía un poco cabreado, no podía creer que hubiera gastado tanto dinero en mí; sin embargo, al ingresar a mi habitación y observar dentro del ropero puedo decir que si bien, era una compradora compulsiva, estaba realmente que agradecido, más aún, cuando al acostarme en mi cama, sentí, como todas las noches, la bolsa de agua caliente en mis pies.

A ésta mujer, no se le pasaba por alto nada.

Me dormí pensando en ella, en su enorme corazón, en el hermoso cabello y las bellísimas pecas que siempre que oculta preguntándome ¿a quién le tiene tanto miedo y quiénes serían los hombres malos que la buscan?

JHONATHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora